Guía cofrade: Bordado (92)

Prosigue la Guía Cofrade de El Correo para saber de la Semana Santa sevillana tanto como los especialistas de El Correo de Andalucía

12 mar 2017 / 09:38 h - Actualizado: 12 mar 2017 / 09:41 h.
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  • El taller de José Antonio Grande de León en pleno bordado de un techo de palio. / El Correo
    El taller de José Antonio Grande de León en pleno bordado de un techo de palio. / El Correo

A raíz del Concilio de Trento celebrado entre 1545 y 1563 se promulga un culto a las imágenes que traerá como consecuencia un cambio sustancial, no solo en los cortejos penitenciales que se celebraban desde el Palacio de San Andrés, conocido popularmente como Casa de Pilatos, hasta un pilar cercano a la Huerta de los Ángeles posteriormente, el Humilladero de la Cruz del Campo, donde las imágenes van a sustituir a la Cruz como protagonista de esos cortejos, sino en las propias imágenes, a las que se van a revestir de un aurea celestial, siendo los bordados, símbolo inequívoco de divinidad. Podemos decir que el arranque del bordado sevillano se sitúa en la primera mitad de siglo XIX en la que destacaron bordadoras como las hermanas Zuloaga o las también hermanas Verdese, de clara influencia dieciochesca y sobre todo el taller de Teresa del Castillo. Dos hitos en la historia del bordado de esa época serán la confección de dos túnicas para la hermandad del Gran Poder a mitad de siglo. La túnica blanca, realizada en los talleres de Manuel María Ariza y la túnica de la Corona de Espinas, realizada por Teresa del Castillo. A principios del siglo XX, irrumpe el regionalismo en el diseño de los bordados, destacando los talleres de Carrasquilla y el taller de Hijos de Miguel del Olmo, donde trabajó como maestra bordadora Concepción Fernández del Toro, a quien debemos los inmejorables bordados del palio del Cachorro y del Silencio. Pero sobre todo a comienzos del siglo XX aparece la figura del que después sería considerado como el mayor bordador de todos los tiempos, Juan Manuel Rodríguez Ojeda, que infringiría a sus creaciones un sello tan particular que se acuñaría con el tiempo el término de Estilo Juanmanuelino. Cabe destacar entre su producción el desaparecido palio rojo de la Amargura, el palio de la Macarena y su manto Camaronero, el atuendo de los Armaos y una serie de mantos para distintas dolorosas que son hoy admiración de Sevilla, entre ellos el de la Amargura, la Presentación del Calvario y la Virgen del Valle. A la figura de Juan Manuel, le seguirán en el barrio de la Alameda, justo en la calle Calatrava 1, el establecimiento del taller de bordado de José y Victoria Caro, precedente del considerado taller de bordado más importante de Sevilla, el taller de Esperanza Elena Caro, donde se bordaron los mantos de la Esperanza de Triana, la Caridad del Baratillo y el palio del Museo. Desde finales del siglo XX hasta nuestros días, el barroquismo se ha impuesto en las artes del bordado, destacando en la actualidad cuatro grandes talleres, los de Francisco Carrera Iglesias, José Ramón Paleteiro José Antonio Grande de León y Mariano Martín Santoja.