Guía cofrade: Calentitos (421)

La Guía Cofrade explica hoy un nuevo concepto relacionado con la Semana Santa de Sevilla.

13 abr 2018 / 20:37 h - Actualizado: 13 abr 2018 / 23:59 h.
"Cofradías","Guía cofrade"
  • El calentito es el desayuno oficial a la vuelta de la Madrugá. / El Correo
    El calentito es el desayuno oficial a la vuelta de la Madrugá. / El Correo

Que no. Que por mucho que la gran masa (humana, no frita, que de esta hablaremos ahora) haya importado la palabra churro en uno de esos bajones de autoestima que tanto se dan en Andalucía en cuestiones lingüísticas, en Sevilla y alrededores los churros no se despachan en papel aceitoso, sino que se ven por la calle (una mala revirá, una modernez mal entendida en lo alto de un paso, una levantá a tres tiempos, ciertas imágenes procesionales... son algunos de los muchísimos churros que se pueden degustar en Semana Santa). Aquí, a los de rueda y a los de papa se los ha llamado de toda la vida de Dios calentitos, y calenterías a los establecimientos que los sirven. De un tiempo a esta parte, el calentito se ha ido achurrando, por así decir: haciéndose más blandengue, más gordo y hueco, más de la meseta, cuando la tradición hispalense imponía un producto estilizado, crujiente y denso que ya se va viendo menos, aunque se ve. Los calentitos, masa frita en aceite de oliva, son uno de los desayunos más clásicos de Sevilla, al menos por lo que hace a las viejas costumbres que pese a irse perdiendo suelen recuperarse más o menos en las fechas señaladas: uno puede imaginarse el Corpus Christi sin el paso de San Leandro y sin la representación de tal o cual orden militar en la copiosa e interminable procesión, pero no sin el olor a calentitos que lo recibe a uno como un paño de la Verónica al pasar ante los bares del centro, al amparo de los repiques de la Giralda. Pues igual en Semana Santa, donde el calentito es el alimento oficial de la vuelta a casa tras la Madrugá. Debidamente mojado en café, tiene la virtud de entonar el cuerpo y el alma, que metafóricamente viene a ser como resucitar a un muerto, cosa perfectamente bien vista en Semana Santa por estos andurriales. El forastero que venga a ver las procesiones lo será menos si propone irse a desayunar con un buen papelón de calentitos (o calientes, como también era frecuente que se les llamara). Que no se desanime si los propios sevillanos los llaman churros: los complejos son, ya se ha dicho, el principal de los tipismos.