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Costaleros de la hermandad de Los Gitanos se sitúan en el palo tras un relevo. / Jesús Barrera
Si usted busca en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua el término calzar (del latín calceāre, derivado de calceus, ‘calzado, zapato’), ninguna de las 15 acepciones asociadas a esta voz guarda relación con el significado con que se emplea este verbo dentro del argot cofradiero. Calzar es un término propio del léxico de los hombres del terno negro y del costal y se utiliza para hacer referencia al número de hombres que trabajan debajo de un paso, es decir, la cantidad de costaleros que caben en una parihuela. Éstos varían en función de las dimensiones de cada paso. A mayor longitud, mayor número de trabajaderas tendrá el paso y, por tanto, mayor será el número de costaleros que calce ese paso. Bajo una trabajadera (las vigas de madera dispuestas transversalmente en el interior de una parihuela), por lo general, se suelen colocar cinco o seis costaleros. Los pasos denominados de misterio –caso de La Cena, La Exaltación o el del Señor del Silencio en el Desprecio de Herodes de la hermandad de la Amargura, entre otros muchos– son, dada su longitud, los que mayor número de costaleros calzan bajo las trabajaderas. Uno de los más portentosos y de mayores dimensiones de toda la Semana Santa es el misterio de la hermandad de la Milagrosa, donde se escenifica al apresamiento de Jesús de Nazaret por parte de la guardia judía del Sanedrín. Este paso de misterio, que procesiona cada Sábado de Pasión desde la avenida de Ciudad Jardín, cuenta con once trabajaderas y calza un total de 55 costaleros, a razón de cinco hombres por palo. Los pasos de palio suelen calzar entre 30 y 36 costaleros, mientras que los pasos de Cruficados suelen contar con seis trabajaderas y llevar 29 costaleros, al dejarse libre, sin ocupar, el hueco donde cae el larguero de la cruz