Guía cofrade: Cinturón de esparto (78)

Prosigue la Guía Cofrade de El Correo para saber de la Semana Santa sevillana tanto como los especialistas de El Correo de Andalucía

26 feb 2017 / 06:54 h - Actualizado: 26 feb 2017 / 06:54 h.
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El esparto es el olor de las alacenas sevillanas. A partir de este tiempo la Semana Santa empieza ya a inhalarse en las casas de los cofrades no solo con el célebre recetario de Cuaresma, sino también al abrir los armarios: el cuero de las sandalias; el ruan de las túnicas con su leve memoria de cera; la bolsita de incienso de Casa Fiances endulzando los cajones... y en particular el esparto de los cinturones. La antigua división de los nazarenos hispalenses –los de capa y los de cola– sigue vigente, y si entre los primeros la capa otorga cierto aire majestuoso, entre los segundos la existencia del cinturón de esparto supone toda una bendición. Contra lo que pueda parecer a los profanos, que ven pasar al penitente con ese elemento tan rígido apretado alrededor de su abdomen y suponen que se trata de parte de la mortificación: nada más lejos de la realidad. De hecho, sin él la estación de penitencia resultaría sensiblemente más dura y sufrida.

El esparto es la fibra que se obtiene de una hierba dura, resistente, larga, reseca, cuya principal utilidad entre el paisanaje antiguo ha sido siempre la de servir de materia prima para la confección de canastos, esteras, sogas, suelas, persianas y algunos otros objetos que antes eran de uso común en las viviendas –a menudo, confeccionados por sus propios usuarios– y que hoy han sido sustituidos casi por completo por otros de materiales más modernos. Gracias a estas cuerdas trenzadas, de diversa anchura según lo que establecen las reglas de las distintas cofradías, el nazareno obtiene varios beneficios: lleva sujeta en él la cola de su túnica, lo que le evita cargarla al brazo (detalle que aún puede observarse en la Semana Santa de Sevilla: El Calvario, El Silencio, Santa Marta...); en sus presillas, una a cada costado, el nazareno ancla la base de su cirio mientras camina –un alivio importante, porque el cirio pesa lo suyo–. Pero sobre todo, el más agradecido de los usos es el de contener los riñones, hechos polvo tras horas y más horas de parones, marcha lenta, peso de la cruz o del cirio y otros pesares. Ir uno a la Alfalfa –por citar el más clásico– a encargar su cinturón de esparto a medida es uno de los rituales más hermosos de la Cuaresma sevillana.