La oración que cada uno dedica a sus devociones reside en su corazón hasta que sale por la boca. La gran mayoría oramos hablando o susurrando, otros lo hacen cantando. Y es que, hay quienes prefieren esbozar sus rezos acompañándolos con notas musicales. Porque también se puede rezar cantando y de eso saben mucho los coros de las hermandades de Sevilla.
Los coros rocieros son los más conocidos, pero no los únicos. Y es que, las sevillanas dedicadas a la Virgen del Rocío se han convertido en auténticas oraciones, muchas de ellas conocidas mundialmente. Sin embargo, no son las únicas melodías que se utilizan para dirigirse a Dios o a su Madre.
Bien es cierto que los coros se pusieron de moda gracias a la Romería de la Virgen del Rocío, aunque ya se han extendido a todo tipo de corporaciones, no solo de gloria.
Hay muchísimas hermandades de penitencia –fundamentalmente, en la provincia– que cuentan con sus propios coros. Estos suelen entonar sus canciones durante los cultos principales de su correspondientes corporaciones. Algunos basan sus temas en la liturgia aunque también están los que interpretan todo tipo de temas, siempre desde el decoro que requiere cantar a una imagen religiosa y, normalmente, dentro de una iglesia.
A menudo, los coros están formados por hermanos y hermanas de las hermandades aficionados a la música y, en la mayoría de la ocasiones, están compuestos, además de por las voces, por varios guitarristas y un percusionista. Es la formación base. A partir de aquí, cualquier incorporación instrumental es posible.
Los más puristas miran con recelo a los coros más flamencos. Sin embargo, constituyen todo un patrimonio para las hermandades, además de un polo único para la atracción de nuevos hermanos y devotos. Y es que, a través de la música se llega al alma y la devoción no es más que un sentimiento que nace del alma. Es el círculo perfecto.
A la Virgen se le puede decir «te quiero» de cualquier manera que nazca del corazón. Y esa manera, a veces, suena a melodía y está escrita en forma de poesía. Son los coros de nuestras hermandades, esos que ponen melodía a nuestra fe.