Guía cofrade: La lluvia (185)

Es, sin duda, el enemigo público número uno para nuestras cofradías. Para una fiesta que se desarrolla en la calle, a cielo abierto, y tiene como escenario el entramado urbano de la ciudad, sólo existe una amenaza: la lluvia. Ya lo decía el Abad Gordillo, célebre cronista de las devociones sevillanas en el siglo XVII: «La gente si por algo se aflige con sentimiento, es de ver que cuando llueve en Semana Santa no puede acudir a la pública y grandiosa demostración». Si llueve o si los pronósticos son muy adversos, las hermandades se ven obligadas a suspender su estación de penitencia, una decisión que en muchos casos –cuando el tiempo es inestable– no es fácil de tomar y que, en cualquiera de los casos, siempre provoca una agria mezcla de decepción y resignación entre el cuerpo de hermanos. Las antiguas Reglas de muchas hermandades prescribían la posibilidad de realizar la salida procesional en días alternativos en caso de mal tiempo. Eran, lógicamente, otros tiempos. ¿Quién no tiene en la memoria esas históricas fotos de la hermandad de la Amargura saliendo un Jueves Santo por la mañana en el año 1945 debido a que el Domingo de Ramos no pudo verificar su estación de penitencia? Hoy día, dado el gran número de hermandades que componen la nómina, esta situación sería impensable. La lluvia, desgraciadamente, sigue cercenando a su antojo muchos programas de Semana Santa. Y raro es el año –2017 ha sido una excepción– en que los cofrades pueden disfrutar de una Semana Santa completa, plena de procesiones. No es de extrañar, pues, que en años de inestabilidad la información meteorológica sea de lo más demandada por los sevillanos. Y aunque se han ensayado prototipos para resguardar los pasos en caso de lluvia, esta sigue siendo la amenaza número de las hermandades.