Guía cofrade: Monaguillo (106)

Prosigue la Guía Cofrade de El Correo para saber de la Semana Santa sevillana tanto como los especialistas de El Correo de Andalucía

26 mar 2017 / 06:54 h - Actualizado: 26 mar 2017 / 06:54 h.
"Cofradías","Guía cofrade"
  • Los monaguillos del Museo aguardan su turno en el cortejo en la casa hermandad. / Inma Flores
    Los monaguillos del Museo aguardan su turno en el cortejo en la casa hermandad. / Inma Flores

Corren arriba y abajo por la iglesia hasta que ese pavero –el nazareno que se encarga de su cuidado durante la estación de penitencia–, serio y dulce a la vez, como todos los paveros, los mete en una capilla lateral para que no quiebren la serena quietud de los que preparan su estación de penitencia. Uno de ellos dice en voz alta esa palabra intempestiva que con el efecto de la cúpula se aumenta y llega a toda la iglesia provocando la sonrisa en los que aguardan la formación de la cofradía. Los paveros hacen su tarea hasta cuando el monaguillo es demasiado pequeño y llora y llora y vuelve a llorar buscando a su madre, saben calmarlos y es que son muchos los monaguillos que hacen sus primeras estaciones de penitencia lo más serio que pueden.

Y digo pueden porque en el fondo son niños de corta edad que, por mucho que lo intenten, llevan impreso en el ADN moverse y jugar como si estuvieran en el parque. También está el monaguillo que con escasos dos años se agarra de la mano de su padre que es fiscal de cruz de guía de su cofradía, y lo mira y lo remira, aunque reconoce su mano y sigue adelante con él y lo separan de esa figura que a diario juega con él y lo acuna en su cama y le da besos. También está la monaguilla que este año por primera vez saldrá en la cofradía de su padre y de su madre, una más seria, otra más de barrio, y con el carácter que trae la familia piensa en cómo podrán dejarla en manos del pavero en la cofradía más seria. Monaguillos hay muchos, abundan en las cofradías más serias donde los niños no pueden ponerse el capirote hasta al menos los 14 años, por eso en estas cofradías se forman tramos donde se acumulan todos que suelen entre la presidencia y el cuerpo de acólitos.

Los he visto dormirse en iglesias, beber en biberones, llorar, reír, hacer muecas a las cámaras, jugar, conversar con todo el mundo, repartir estampas y caramelos y la mayoría insisten en ir hasta el final hasta cuando sus padres quieren sacarlos del cortejo porque la Carrera Oficial es muy larga y si la inician hay que acabarla. Son el futuro de la Semana Santa y por la cantidad al menos está asegurado.