Seguramente todo buen cofrade podría firmar que paso es una de las palabras más hermosas del castellano. Etimológicamente, según la Real Academia de la Lengua el término paso tiene múltiples acepciones, desde las más obvias y hasta algunas menos conocidas, como ser cláusula o pasaje de un libro o escrito. Hemos de acudir al significado número 31 que nos da, en un vistazo, el diccionario, para encontrar lo siguiente: «Cada uno de los sucesos más notables de la pasión de Jesucristo». Para lo que nos atañe, eso es, en sentido estricto, un paso de Semana Santa. Y, ciertamente, la definición no puede ser más gráfica. Además, en latín, passus, «escena, sufrimiento, es la plataforma donde se lleva en procesión a las figuras de arte sacro en las procesiones». No negaremos que, en Sevilla, la palabra tiene una carga popular enorme, formando parte del vocabulario tradicional de la ciudad. Y es bien sencillo explicar a los bisoños en la materia que, en Sevilla, como casi en cualquier Semana Santa ibérica, podremos contemplar pasos de Cristo, de Palio, de Misterio y Alegóricos, como la célebre Canina del Santo Entierro que pasea (brevemente) en la tarde del Sábado Santo.
Trono o anda son otros nombres que reciben los pasos en algunas provincias. Pero nuestro paso es insustituible para el cofrade sevillano. El paso, estructuralmente, es un conjunto formado por una plataforma (conocida como mesa) sobre la que contemplamos las imágenes evangélicas. La plataforma forma parte de la estructura del paso (parihuela). Esta es llevada colocando a personas (costaleros) en varias vigas de madera (trabajaderas) y puede sostenerse en el suelo sobre unos maderos (zancos). Puede resultar todo lo evidente que queramos para quienes habitúan a leer estas líneas, pero nunca es mala idea refrescar conceptos para transmitirlos.