Guía cofrade: Rosario de la Aurora (262)

Prosigue la Guía Cofrade de El Correo para saber de la Semana Santa sevillana tanto como los especialistas de El Correo de Andalucía

02 nov 2017 / 23:47 h - Actualizado: 02 nov 2017 / 23:49 h.
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  • Rosario de la Aurora de la hermandad de Monte-Sión celebrado el pasado 1 de noviembre. / M.F.
    Rosario de la Aurora de la hermandad de Monte-Sión celebrado el pasado 1 de noviembre. / M.F.

Los orígenes del Rosario en Sevilla hay que vincularlos a los conventos de la Orden de Predicadores (dominicos), donde desde el año 1479 se instituyen formalmente las denominadas Cofradías del Rosario, corporaciones dependientes de la orden dedicadas al ejercicio de esta oración y culto a la Virgen. Según Benito Mas y Prat, «el Rosario de la Aurora comienza en los tiempos de Carlos II, se desarrolla en los de Felipe V, pasa inadvertido en los de Carlos III y llega a su apogeo en los de Carlos V». Se trata de una práctica religiosa que se reza y se canta al amanecer, con la aurora, de ahí su nombre, por la calle. Los devotos se organizan en dos filas y portan velas o faroles a lo largo del recorrido. Uno de ellos, habitualmente el párroco o el diputado de cultos, va rezando cada uno de los misterios, entonando el Ave María mientras que el resto responde con Santa María. Suelen ser presididos por los Simpecados, aunque también puede llegar a hacerlo la imagen de la Virgen, ya sea dolorosa o de Gloria. Antes de comenzar, los llamados auroros entonan coplas por las calles para llamar a los devotos a participar en este rezo conjunto. En Sevilla, el primer Rosario de la Aurora se celebra el 17 de junio de 1690, desde la antigua judería de San Bartolomé, donde radica la hermandad de la Virgen de la Alegría. A partir de ahí, el Rosario de la Aurora se extiende, convirtiéndose en la gran práctica piadosa de los sevillanos en el siglo XVIII. No había agrupación, parroquia o corporación que no tuviera su propia procesión de Rosario de la Aurora, llegando en ocasiones a la coincidencia de itinerarios que motivaron enfrentamientos entre los cortejos. De ahí que se popularizara aquel dicho de «acabar como un Rosario de la Aurora», es decir, literalmente a farolazos.