Guía cofrade: Sed (123)

Prosigue la Guía Cofrade de El Correo para saber de la Semana Santa sevillana tanto como los especialistas de El Correo de Andalucía

12 abr 2017 / 08:51 h - Actualizado: 12 abr 2017 / 08:51 h.
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  • Un puesto de Emasesa surte de agua a unos nazarenos sevillanos en plena procesión. / El Correo
    Un puesto de Emasesa surte de agua a unos nazarenos sevillanos en plena procesión. / El Correo

La sed es un concepto ultracofradiero en esta Sevilla que une lo emotivo con lo fisiológico, lo devocional con lo sensorial; en esta ciudad extrema azotada generalmente por un calor insoportable durante la Semana Santa y que, pese a eso, se reviste de ruanes y terciopelos, mantillas y chaquetas de buen paño, corbatas con nudo windsor –pronunciado wilson– y que carga con todo tipo de cestas, capachos, espuertas, mochilas, zurrones y bolsos repletos de pañoletas, rebequitas y chales por si refresca, que luego se echa de menos el cuellecito abrigado. Y en medio de todo eso, como protagonista tremenda, la sed. Una sed inmisericorde, como la que se tenía cuando uno era un niño chico y aún no había aprendido a aguantarse. Sed de algodón de azúcar, de garrapiñada, de bocadillo de salchicha comprado en el Arenal, de calentitos de la Alfalfa, de café en modo lava hirviente, de espera bajo el sol hasta que llegue el palio, de pestiño reseco. Lo mejor, dicen las abuelas, es no beber después de comer porque si no el cuerpo se pasa toda la tarde pidiendo agua. Da igual: lo va a hacer de todos modos.

La sed, en Sevilla, es incluso una cofradía que lleva el nombre en mayúscula: la Sed. Porque ya lo dice la palabra: penitencia. Se trata de sufrir, y no hay un arte en el que Híspalis sea más experta que en este. Ver una cofradía en una solanera de Nervión, de la Calzada, del Cerro, de Triana... cómo duele la sed. Por no hablar de los miembros del cortejo. Una figura célebre y seguramente una de las más antiguas de la Semana Santa así lo atestigua: el aguador, con ese jarrillo de lata fría que redime con solo tocarlo. Cuánta piedad derrochan esos nazarenos recubiertos con antifaces intranspirables viendo cómo las pandillas de chavalas y chavales, repartidas por los bordillos, se empinan las latas de refresco y los botellines de agua helada que anuncian por todas las esquinas en bares y quioscos. Hasta Emasesa, compasiva, pone ahora mesitas en algunos lugares especialmente sensibles del mapa sevillano de la sed, para practicar el samaritanismo con nazarenos y paisanos. ¿Botellines de agua fría a un euro y medio? No pasa nada: Sevilla también pasea al Buen Ladrón. Qué malita es la sed en Semana Santa.