Guía cofrade: Sieso (188)

El sieso es una categoría ambigua y polivalente, a la que se puede pertenecer incluso en grado de tentativa, por convicción o por accidente, por despiste o por fastidiar, con distinta intensidad y con diversos efectos.

16 jun 2017 / 19:28 h - Actualizado: 17 jun 2017 / 10:05 h.
"Guía cofrade"
  • Dos personas se cubren con un paraguas en las sillas de la Carrera Oficial. / El Correo
    Dos personas se cubren con un paraguas en las sillas de la Carrera Oficial. / El Correo

Abundante en todo tipo de variantes humanas, la Semana Santa de Sevilla goza también de una amplia representación de siesos. El sieso es una categoría ambigua y polivalente, a la que se puede pertenecer incluso en grado de tentativa, por convicción o por accidente, por despiste o por fastidiar, con distinta intensidad y con diversos efectos. Se puede ser sieso por eliminación. Para la medicina, un sieso es, puestos a definir las cosas, el mismísimo ano en su conjunción con el intestino grueso. Lo cual podría considerarse una alegoría, ya que desde un punto de vista sociológico-cofradiero, el sieso es el malaje que hace ostentación de semejante condición mediante el incordio, el trato seco, la ausencia absoluta de empatía con el prójimo, la profecía de desgracias (por ejemplo, llevar paraguas cuando no llueve) y la más palmaria falta de amabilidad, entre otras muchas manifestaciones y combinaciones aleatorias de las anteriores.

Eso de que Sevilla es todo alegría y cordialidad y hospitalidad y buen rollo es, huelga decirlo, una trola. Aquí prolifera el sieso por hallarse en uno de los hábitats que mejor aseguran su supervivencia, dada la abundancia de gente en las calles a la que poder fastidiar. El sieso, por ejemplo, no lo deja pasar a uno. Es ese caballero o esa dama que, haciéndose fuerte en un bordillo con ayuda de sus codos y algún objeto punzante, dictamina quién transita y quién no lo hace, alegando para ello el tiempo que lleva esperando y otras consideraciones del mismo tenor. Sieso es el chavalote que, arrebatado por la lírica del momento y deseoso de mostrar sus dotes, silba la marcha que están tocando en la oreja del paisano más próximo, haciéndose el tonto ante las miradas asesinas de la concurrencia (unos siesos, en su opinión, porque por si fuera poco se trata de un cargo reversible). El sieso no tiene cambio, no cede el paso, no da las buenas tardes, no rinde la plaza. El sieso tiene frío o hambre cuando viene la Macarena. El sieso, entre bostezos similares a aullidos, dice cosas del tipo para qué habré venido cuando la Luna de Parasceve inunda de azules el carey de una cruz en la Madrugá. Hay siesos para todos los gustos y disgustos. Los hay congénitos y hasta a título póstumo.