Guía cofrade: Silencio (383)

05 mar 2018 / 16:36 h - Actualizado: 05 mar 2018 / 20:29 h.
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  • Nazarenos de la Hermandad de Los Estudiantes. / Efe
    Nazarenos de la Hermandad de Los Estudiantes. / Efe

No hay un solo silencio en Semana Santa porque, en todo caso, ese sería el de San Antonio Abad, y no es el caso que nos ocupa. De hecho hay muchísimos silencios. Pero también podríamos decir que no hay ninguno. En el año 1952 el compositor John Cage, obsesionado con la búsqueda del silencio total, se introdujo en una cámara anecoica persiguiendo el mutismo completo. No lo encontró. «Oía dos sonidos, uno alto y otro bajo. Cuando se los describí al ingeniero a cargo, me informó que el alto era mi sistema nervioso, y el bajo mi sangre en circulación», dejó escrito entonces. Luego compuso 4’33’’ obra en la que el pianista no toca nada durante el tiempo que indica su título. Pero no hay silencio, el público, con su incomodidad, puebla de sonidos una partitura en la que no se indican notas. ¿Existe el silencio en la Semana Santa? Desde luego ya hemos visto que no de manera exclusiva. Aunque hay muchas formas de intentar abrazarlo, conquistarlo. El novelista Charles Stephens, autor de novela gótica, asistió a nuestra tradición en 1982 y lo persiguió incansablemente. «Decidí sólo ver aquellas hermandades en las que los pasos procesionan sin música o, al menos, con música de capilla; y al término de la Semana sentí en mí una inesperada sensación de trascendencia», anotó. Uno de los silencios más graves es el que se produce bajo el capirote y esto es así en todas las corporaciones, independientemente de la identidad de cada una. Bajo el antifaz no se distinguen ni marchas, ni tambores, ni pitos, ni capillas; solo el silencio y la reflexión que acompaña a cada persona que procesiona. Luego están los momentos a pie de calle, ya sea en la puerta de la Parroquia de la Magdalena en la Madrugá, en la madrugada del ya Sábado Santo en los aledaños de Bustos Tavera o en la tarde del Viernes Santo al paso del Señor de las Tres Caídas. Son silencios no puros, no estrictos en lo exterior, pero inmaculados en la vivencia interior de quien contempla con devoción o con simple admiración el espectáculo religioso y cultural que se le está ofreciendo. Hay silencio también en la Catedral y otro tipo de silencio, emocionalmente mucho más doloroso, cuando se cierran hasta el año que viene las puertas de la hermandad.