La fe en el arte de Palacio

Está considerada como la tercera pinacoteca de la ciudad, a pesar de ser una de las más desconocidas. En breve, volverá a abrir al público con visitas guiadas los sábados

20 nov 2016 / 17:52 h - Actualizado: 21 nov 2016 / 07:00 h.
"Arte","Religión","A mayor gloria de Sevilla"
  • Escalera de acceso al Salón Principal del Palacio Arzobispal, que presenta una cúpula con frescos de gran valor artístico. / Pepo Herrera
    Escalera de acceso al Salón Principal del Palacio Arzobispal, que presenta una cúpula con frescos de gran valor artístico. / Pepo Herrera
  • La fe en el arte de Palacio
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El Palacio Arzobispal de Sevilla es sin duda uno de los grandes contenedores artísticos de la ciudad, considerado por los expertos como la tercera pinacoteca de la capital hispalense tras el Museo de Bellas Artes y la Catedral. En su interior alberga un importante legado cultural, con obras que llevan la firma de Murillo, Zurbarán, Pedro el Viejo o Pacheco que, más allá de su valor artístico, buscan ser el medio para transmitir una doctrina de fe catequética que actúa como un instrumento de evangelización.

La estructura actual, que dista casi por completo de su configuración inicial, data de la reforma que se llevó a cabo a mediados del siglo XVI. Así, los diferentes inmuebles que lo forman se sitúan alrededor de dos patios de estilo manierista, a lo largo de casi 6.700 metros de extensión. Entre sus elementos más característicos se encuentra su portada, de estilo barroco, obra de Lorenzo Fernández de Iglesias y Diego Antonio Díaz, que fue construida en el siglo XVIII y que está considerada una de las mejores del barroco sevillano.

Aunque al margen de esta valía artística, el Palacio Arzobispal es «el mejor de toda Europa», tal y como lo califica el propio arzobispo Juan José Asenjo. No tanto por su continente sino por su contenido, un museo que refuerza la conexión con la obra de Dios. En breve, como ya ocurriera en 2012, la Archidiócesis volverá a abrirlo a la visita pública los sábados por la mañana, para que sevillanos y turistas puedan descubrir los tesoros que alberga. Lo harán a través de una ruta que recorrerá los lugares más destacados del edificio.

Salón Principal

La ruta por las maravillas artísticas del Palacio Arzobispal comienza por la escalera principal, una de las piezas más interesantes de todo el conjunto artístico, que presenta una rica decoración de mármoles bajo una cúpula de frescos. Su restauración más reciente coincidió con la última visita del Papa a Sevilla. Tras subir por este acceso se llega hasta la entrada del salón principal, una estancia en la que se exponen cuadrados de alto valor artístico. Entre ellos destaca uno realizado por Domingo Martínez en el que se representa al cardenal Luis Salcedo y Azcona. Una figura importante en la historia de la Archidiócesis, ya que durante los años en los que fue arzobispo de Sevilla apostó por la restauración y encargo de nuevas obras artísticas que aumentar la riqueza cultural del palacio. De hecho, la mayoría de los grandes artistas de la mitad del siglo XVIII llegaron a trabajar gracias a sus encargos.

Salón del Trono

La siguiente estancia que se recorre durante la visita es el llamado Salón del Trono, nombre que recibe por el sitial que lo preside y que ya no suele usarse. En él se celebran las recepciones oficiales del arzobispo. En cuanto a su riqueza artística, destaca la presencia de dos cuadros de San Isidoro y San Leandro, realizados por Juan Espinal. También se muestran los retratos de los tres últimos arzobispos: Bueno Monreal, Amigo Vallejo y Asenjo.

Anteoratorio y capilla del Nuncio

El anteoratorio es una de las salas más pequeñas del palacio que destaca por la presencia en su techo de una Asunción de la Virgen pintada por Matiga de Arteaga. Al fondo, se encuentra la capilla del Nuncio, un pequeño espacio dedicado a la oración que presenta una singular decoración, con una yesería que recuerda a la iglesia de Santa María la Blanca, aunque de calidad inferior.

Antecomedor

El recorrido continúa con la visita a la sala conocida como el antecomedor. Se trata de una estancia en la que se sitúan cuatro de los mejores cuadros de toda la colección del Palacio Arzobispal. Se trata de unas obras, realizadas por Juan Espinal en el siglo XVIII, que reproducen a los arcángeles San Miguel y San Gabriel, la Virgen Niña con San Joaquín y Santa Ana, y Jesucristo con San Juan Bautista.

Galería de los Prelados

En este largo pasillo están situados los retratos de todos los arzobispos y cardenales que han pasado hasta el momento por la Archidiócesis de Sevilla. Aunque los expertos coinciden en que la obra más destacada es el cuadro de la Inmaculada Concepción que la preside, una de las primeras representaciones de esta imagen de la Virgen en la Escuela Sevillana. Está realizado por el pintor Cristóbal Gómez en el año 1589, varias décadas antes de que el pueblo sevillano tomara las calles pidiendo que se declarase la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen. Por eso es una imagen sin apenas movimiento, con ropajes discretos, y acompañada por algunos de los motivos más característicos: el sol, la luna y el espejo sin mancha.

Salón de Cuadros

La estancia más destacada es el Salón de Cuadros. Un espacio de grandes dimensiones que presenta dos filas de cuadros en sus paredes y un techo plagado de obras pictóricas. Todo el conjunto se desarrolla con un sentido catequético que arranca con una obra de Mattia Preti del martirio de San Juan Bautista y que prosigue con una colección de Juan de Zamora sobre paisajes de influencia flamenca, con escenas del Antiguo Testamento. En la fila inferior se muestra otra colección de la vida de Cristo y de la Virgen, pintada por Juan Espinal. En el lado opuesto hay una reproducción de todo el apostolado, que comienza con un retrato de Cristo, y que se puede atribuir a Francisco Meneses Osorio. Finalmente, las obras que aparecen en el techo representan también escenas escrituristas, con una reproducción del arcángel San Miguel luchando contra los demonios en la parte central. De la amplia colección pictórica de este salón destaca especialmente el cuadro situado sobre la puerta de entrada. Se trata de una Virgen entregando el Rosario a Santo Domingo de Guzmán, obra del sevillano Bartolomé Esteban Murillo. Está fechado entre 1636 y 1639 y destaca por lo extraordinario de un dibujo en el que el color es gran protagonista.