La madurez de San José Obrero

Sin lluvia, ni riesgo aparente, las puertas de San José Obrero se abrían pasadas las seis de la tarde, dejando paso un cortejo medido que en pocos años luce la sensatez que otorgan los siglos

19 mar 2016 / 20:29 h - Actualizado: 19 mar 2016 / 20:45 h.
"Cofradías","Semana Santa 2016"
  • Sin lluvia, ni riesgo aparente, las puertas de San José Obrero se abrían pasadas las seis de la tarde.
    Sin lluvia, ni riesgo aparente, las puertas de San José Obrero se abrían pasadas las seis de la tarde.

La historia dice que son cuatro las estaciones de penitencia en San José Obrero, aunque de su madurez se desprende que podrían ser muchas más. Un cortejo bien formado, sin perder la esencia de barrio, dos imágenes de gran calidad artística, y una forma adulta de asumir situaciones adversas. Pasó este año, con un riesgo de lluvia que amenazaba con estropear la tarde y que se quedó en eso, en un susto que obligó a retrasar algo más de media hora la salida de la cruz de guía, a la que acompañaba por primera vez la agrupación juvenil de los Gitanos.

Así, la calle Samaniego aguardaba ya al primero de los pasos. La voz de Antonio Santiago mandaba la maniobra de precisión que llevó al Señor de la Caridad a su encuentro con el barrio. Sonaban los Gitanos y el Sábado de Pasión se hacía realidad en San José Obrero. Todo medido a la perfección. Con la caída de la tarde, salía el palio de la Virgen de los Dolores. Ahora sí, el día se volvía tan azul como el color de los antifaces de sus nazarenos. Nada había que temer, ni por qué mirar al cielo. Solo disfrutar de la madurez de una cofradía niña que se hizo adulta en San José Obrero.