La Semana Santa según el Padre Gutiérrez

El libro sobre la Semana Santa de Sevilla más popular de la Transición lo escribió un claretiano burgalés y fue publicado en Madrid. Cuarenta y seis años después de su llegada a las librerías, analizamos las claves de su éxito

La Semana Santa según el Padre Gutiérrez

La Semana Santa según el Padre Gutiérrez / Antonio Puente Mayor

Antonio Puente Mayor

Fue el primer libro de cofradías para muchos sevillanos nacidos a finales de los setenta y principios de los ochenta. Publicado por la editorial madrileña Alpuerto, llevaba por título «Semana Santa en Sevilla», contaba con poco más de doscientas cincuenta páginas, y su formato, de bolsillo y tapa blanda, lo convertían en un producto barato y rentabilísimo. Tanto que, tras ver la luz en 1975, no dejó de reeditarse una y otra vez a lo largo de dos décadas —la última edición es de 1996—. Este 2021 se cumplen cuarenta y seis años de su salida al mercado, y para celebrarlo, hemos creído oportuno analizar, con la perspectiva que nos da el tiempo, su curioso contenido, la magia de sus fotografías y lo interesante de sus datos. De este modo, no solo pondremos en valor una obra que fue clave para entender la celebración religiosa durante la Transición y los primeros años de la Democracia, sino homenajear a su artífice, quien aún nos saluda desde la contraportada añeja y amarillenta que tanto sujetamos en la etapa colegial. Y digo «colegial», porque fue en los años de la EGB cuando, el que escribe, recibió de manos de sus padres el mejor regalo al que podía aspirar un cofrade nacido el año de la Constitución. Un título cuyo éxito se debió, en gran parte, a los estudiantes de la enseñanza general básica, que, curiosidades de la vida, treinta años después son algunos de los protagonistas destacados de la fiesta más importante de Sevilla.

Un claretiano con carisma

Federico Gutiérrez Serrano, autor de «Semana Santa en Sevilla», o mejor dicho, el Padre Federico Gutiérrez, C.M.F., —como le gustaba firmar sus obras—, nació en 1923 en un municipio burgalés llamado Palacios de la Sierra, cuya población es actualmente de setecientos y poco habitantes. Tras ingresar en el postulantado de Sigüenza —cuna de nuestro arzobispo Juan José Asenjo— y realizar el noviciado en Jerez de los Caballeros, estudió Teología en Zafra, para ordenarse sacerdote en la ciudad de Badajoz, a los veintiséis años. Más tarde obtuvo la diplomatura en Ciencias de la Información en Roma, y dio el salto a las Islas Canarias en 1951, ejerciendo inicialmente como director espiritual y profesor del colegio Corazón de María de Las Palmas, y regresando años más tarde como predicador. Sus alumnos canarios le recuerdan como un hombre cariñoso y que daba buenos consejos, amén de poseer una oratoria magnética que conmovía a las masas. Y es que, pese a que sus formas y costumbres castellanas diferían bastante de las de los insulares, el Padre Gutiérrez poseía un carisma único, lo que le permitía simpatizar con toda clase de gentes desde el primer momento. Eso mismo le ocurrió al llegar a Sevilla en 1956, teniendo como destino el colegio Antonio María Claret, donde ejerció como profesor y director hasta 1964. Dada su capacidad para predicar, pronto las hermandades comenzaron a reclamarlo, acudiendo a infinidad de triduos, quinarios y novenas, donde se convirtió en un personaje muy popular en la Sevilla de los sesenta, vinculándose de manera estrecha a La Misión. Además de un cinéfilo consumado —fue el impulsor de las proyecciones en el colegio Claret—, nuestro ilustre misionero cultivó la escritura desde muy joven. Algunas de sus publicaciones más importantes fueron las dedicadas al fundador de la orden claretiana, como la titulada «San Antonio María Claret, precursor de Fátima», de 1956, o «El Padrito», de 1972. Aunque qué duda cabe que su mayor popularidad la alcanzó con la serie de libros sobre Semana Santa dedicados a Sevilla, Málaga y Córdoba. Por desgracia, no tuvo fuerzas para escribir sobre la de Granada, la tierra donde falleció a los 93 años de edad, en 2016.

Datos, fotos y versos

«Semana Santa en Sevilla», vulgo ‘el Gutiérrez’, no fue concebido como un estudio más sobre la Semana Santa hispalense. Según el sacerdote claretiano, se trataba de un libro sencillo «pero completo» en el que figuraban todas las cofradías de penitencia y que, por encima de todo, trataba de huir «de rebuscamientos, de amaneramientos y de efectismos». Asimismo su autor era consciente de las «continuas e inevitables variaciones» a las que estaban sometidos los datos que manejaba sobre las corporaciones, si bien solo pretendía «dar a conocer un poco más esa maravilla sevillana que se renueva cada año, para que los cofrades, y los que no lo son, sepan vivir la Semana Santa con el mejor espíritu cristiano». En suma, sin dejar de ser una completa guía para los que se iniciaban en la materia, su exitoso volumen iba más allá, pues se erigía como la herramienta perfecta para dar el salto hacia otra bibliografía mucho más erudita y profusa, que nos permitiese ahondar más y mejor.

¿Y qué podemos destacar de un libro que supuso la primera toma de contacto de muchos niños y jóvenes con Castillo Lastrucci, Fernando Marmolejo o el maestro Tejera? En primer lugar su estructura, sencilla, lineal y sin concesiones a la galería. Tras una introducción de catorce páginas, en las que se referían los orígenes de la celebración religiosa y ciertas claves para comprender su dimensión, «Semana Santa en Sevilla» contaba con tantos capítulos como hermandades hacían estación de penitencia a la catedral en las fechas de su redacción. En este sentido, y como curiosidad, un servidor hubo de pegar en la página blanca de cortesía, y a modo de «apéndice», un recorte de prensa con los datos de la hermandad del Cerro, que se estrenó el Martes Santo de 1989, varios años después de adquirir el ejemplar. Por lo demás, apenas dos o tres hojas servían para describir de un modo elegante y certero cada una de las corporaciones, incluyendo el título completo, templo de salida, número de pasos, breve reseña histórica, duración del recorrido o color de las túnicas. Como propina, ‘el Gutiérrez’ nos obsequiaba con alguna marcha dedicada y otras curiosidades; aunque si por algo destacaba el libro era por las fotografías,realizadas por maestros legendarios como Gard, Serrano, Salazar, Fernand, J. Ruiz, Salmerón, Luis Crux, Haretón o Garrido. Imágenes en color y blanco y negro —todas bellísimas— que nos hacían soñar con la Cuaresma, el azahar y el Domingo de Ramos, durante el largo invierno escolar.

Otra de sus maravillosas aportaciones —en mi opinión, definitiva— eran los versos desplegados en sus márgenes. Una rica compilación de autores como Navarro Martín, Ramón Charlo, Isidoro Moreno, Florencio Quintero, González Jiménez, D. Noguera, Jiménez Tenor o Eva Cervantes. Y destacando por encima de todos, el gran Antonio Rodríguez Buzón, emblema de los poetas cofradieros sevillanos y máxima autoridad de los pregones. Dicho esto, la mayoría comprenderá que, con semejante libro en las manos, era imposible no enamorarse de la Semana Santa de Sevilla. Como les sucedió a mis compañeros de clase; como le sucedió a José Ignacio del Rey Tirado, pregonero de 2018, y a otros miles de cofrades; como le sucedió a un servidor. Gracias, Padre Federico.

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