Las moleeras cierran la Semana de Pasión

La Soledad de Marchena procesionó en una soleada tarde de Sábado Santo con cambios en su recorrido

María Montiel marmondua /
31 mar 2018 / 22:11 h - Actualizado: 31 mar 2018 / 23:59 h.
"Cofradías","Semana Santa en la provincia","Semana Santa 2018"
  • Mujeres ataviadas de luto riguroso acompañan a la Virgen de la Soledad de Marchena. / M.M.
    Mujeres ataviadas de luto riguroso acompañan a la Virgen de la Soledad de Marchena. / M.M.
  • El Triunfo de la Santa Cruz recorriendo las calles de Marchena. / M.M.
    El Triunfo de la Santa Cruz recorriendo las calles de Marchena. / M.M.

Muestra de las singularidades de la Semana Santa de Marchena es el Sábado Santo, que congrega a cientos de vecinos de la localidad y de la comarca para despedir la pasión en la villa ducal. A pesar del paso de los años, se conserva intacta la tradición que hace de este pasaje único en la provincia, que se cierra con una devoción en forma de Señora: la Virgen de la Soledad que es venerada por los marcheneros que la despiden con sus moleeras –saetas carceleras y cernicaleras–.

La emoción era palpable desde el momento en el que se abrían las puertas del templo en la tarde de ayer para dar paso a la hermandad del Santo Entierro de Cristo, Nuestra Señora y Madre de la Soledad y el Triunfo de la Santa Cruz. Se viven momentos de recogimiento que se hacen eternos en la memoria de los cofrades.

El sol de media tarde anunciaba los últimos acordes desde la iglesia de Santa María llena de vecinos expectantes. De riguroso luto subían minutos antes de las seis hasta el templo donde, poco después, partía la cruz de guía seguida de pequeños nazarenos que, desde la cuna, sueñan una misma devoción. El Triunfo de la Santa Cruz fue el primer paso que apareció entre los pórticos con el sudario que se balanceaba en su blanco inmaculado.

Tras él, una representación de las diferentes hermandades de la localidad dando paso a los elementos bíblicos de la representación alegórica de la fe. Son instantes que se quedan grabados en la retina y que siguen llamando la atención por mucho que se conozca la Semana Grande de Marchena.

Avanzaba la tarde y aparecía el Señor en su dorado ataúd, seguido por los romanos que, al compás, lo escoltaban en su camino final. Suave bamboleo de plumas se mecían con Siete palabras, mientras el Cristo Yacente bajaba en su impresionante urna. La estrechez del Tiro lo recibía con un caluroso aplauso tras la difícil maniobra.

Aún no se había alejado cuando de fondo un murmullo avisaba de la llegada de la Virgen de la Soledad, que despierta gran devoción. Emoción entre el público que le suplicaba a la Virgen «verte un año más». Seguía a la Señora en su bello paso de plata mujeres de manto y saya, típico de la mujer marchenera, que de luto la acompañan en una noche de embrujo.

Este año la Soledad ha vivido cambios en el recorrido recuperando la estación de penitencia por la iglesia San Juan. Allí los pasos han rodeado el templo mientras el cortejo realizaba la estación.

Entrando en la madrugada, se vivió otro de los momentos más esperados. Tras el encierro del santo entierro, cuando ya la noche se adentraba en el Domingo de Resurrección, las tradicionales moleeras resonaban en la despedida de la Soledad en los alrededores de la Puerta del Tiro. La Señora volvía a casa mientras era retenida, una y otra vez, remoloneando por entrar en su templo una noche santa más.