Los guardianes de la Esperanza

Los llaman ‘los veteranos’ pero no son más que un grupo de hermanos con pedigrí en su amor a la Virgen. La labor de los voluntarios les ha permitido volver a besar la mano de la Macarena

17 dic 2016 / 21:57 h - Actualizado: 18 dic 2016 / 00:28 h.
"La Macarena"
  • Los guardianes de la Esperanza
  • Los hermanos del programa de veteranos macarenos pudieron besar la mano de la Virgen de la Esperanza. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
    Los hermanos del programa de veteranos macarenos pudieron besar la mano de la Virgen de la Esperanza. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
  • Más de cuarenta hermanos asistieron acompañados por los voluntarios.
    Más de cuarenta hermanos asistieron acompañados por los voluntarios.
  • Más de cuarenta hermanos asistieron acompañados por los voluntarios. / Manuel Gómez
    Más de cuarenta hermanos asistieron acompañados por los voluntarios. / Manuel Gómez
  • Más de cuarenta hermanos asistieron acompañados por los voluntarios. / Manuel Gómez
    Más de cuarenta hermanos asistieron acompañados por los voluntarios. / Manuel Gómez
  • Más de cuarenta hermanos asistieron acompañados por los voluntarios. / Manuel Gómez
    Más de cuarenta hermanos asistieron acompañados por los voluntarios. / Manuel Gómez
  • Más de cuarenta hermanos asistieron acompañados por los voluntarios. / Manuel Gómez
    Más de cuarenta hermanos asistieron acompañados por los voluntarios. / Manuel Gómez
  • Más de cuarenta hermanos asistieron acompañados por los voluntarios. / Manuel Gómez
    Más de cuarenta hermanos asistieron acompañados por los voluntarios. / Manuel Gómez

Recorre los últimos metros de la cola sin poder contener la emoción. Su nombre poco importa. Es joven. Pero sus lágrimas delatan que más de una hora de espera le ha merecido la pena. Mientras ella llora, María Dolores, sentada en una de las sillas a los pies de la Virgen, sonríe y asiente con la cabeza. Es la certeza de la experiencia, la que le otorga el paso del tiempo y tantos diciembres acudiendo a besar la mano de su Esperanza. Ahora, con el peso de lo vivido en su corazón y el de los años sobre sus piernas aguarda junto a la fiel infantería de los veteranos macarenos que el brazo de uno de esos jóvenes voluntarios, sus ángeles de carne y hueso, al que se agarra con fuerza, le permita encontrarse con ella frente a frente para dar gracias por estar otro año a su lado.

Ella, como los otros cuarenta invitados a esta fiesta de la esperanza, celebra su cumpleaños cada vez que al llegar diciembre besa la mano de la Macarena. «Me ayuda, le pido y me escucha. Así lleva toda la vida», recuerda emocionada. Para María Dolores es casi imposible no hacerlo cuando habla de la Esperanza. «Lo es todo para mí. La quiero». Un sentimiento que comparte con su hermana Maribel. Las dos, malagueñas de nacimiento, llegaron a Sevilla siendo niñas y desde entonces tuvieron a la Virgen como privilegiada vecina. «Yo trabajaba cuidando niños y el autobús me dejaba en la misma puerta. Entraba todos los días a verla y hasta hoy. Ya han pasado 40 años».

Su experiencia es común a la del resto: toda una vida compartida en torno a la Virgen. Siendo fieles, leales, sin olvidarla. Por eso agradecen esta iniciativa de la junta de gobierno, la de este proyecto de los veteranos macarenos que coordinan Alejandro López y José Antonio Fernández Cabrero y en la que se vuelca toda la solidaridad de los voluntarios. Esos que no dudan en dedicar su tiempo libre a estar con los guardianes de la fe macarena, poner su coche para trasladarlos a la basílica o ser pacientes en la escucha para paliar la soledad de la vejez.

«Es una organización fantástica. Como siempre», asegura Antonio Berro. A sus 86 años presume de ser el hermano número seis. Un seguro de amor macareno que le ha permitido «salir de nazareno desde tres iglesias diferentes: San Gil, la Anunciación y la basílica». El mismo templo que vio levantar Ángeles Herrero con sus ojos. Aunque por eso de la edad se reconoce «algo despistada», no ha olvidado el por qué de su amor a la Esperanza. «Es algo que se tiene aquí –se toca el pecho– y que no se puede explicar. Son esas cosas que solo la Virgen entiende».

Su lección de vida, como la del resto, tiene siempre la misma moraleja. «Tú ten paciencia, que eres muy joven. Pídele con confianza que aunque parezca que no, siempre te escucha y al final te echa una mano. Hazme caso». Sus ojos se vidrian cuando su corazón se expresa. No hay duda. Sus años de amor a la Macarena son el mejor certificado de garantía de una certeza que, como sus cumpleaños, se renueva cada diciembre cuando besa la mano de la Esperanza.