Los héroes de Molviedro que «vienen en cuerpo y alma»

La hermandad honra en su milagrosa salida a los antiguos costaleros y a Antonio Ángel, el que fuera el escolta fiel de su Jesús Despojado

Iñaki Alonso @alonsopons /
09 abr 2017 / 22:29 h - Actualizado: 09 abr 2017 / 22:54 h.
"Cofradías","Domingo de Ramos","Jesús Despojado","Semana Santa 2017"
  • La atestada calle Zaragoza, al paso del palio de María Santísima de los Dolores y Misericordia. / Jesús Barrera
    La atestada calle Zaragoza, al paso del palio de María Santísima de los Dolores y Misericordia. / Jesús Barrera
  • Los exhaustos costaleros tras superar la difícil salida en Molviedro. / Jesús Barrera
    Los exhaustos costaleros tras superar la difícil salida en Molviedro. / Jesús Barrera

A sus pies yacía un tricornio, casi escondido entre ramas verdes, que fuera propiedad del más fiel seguidor de Jesús despojado de sus vestiduras. Antonio Ángel se pasó su vida laboral sirviendo a la Guardia Civil, pero su vida espiritual residía en el interior de la estrecha y céntrica capilla del Mayor Dolor. Aunque no se curtía bajo las trabajaderas del misterio como los 70 héroes de Molviedro, Antonio Ángel, fiel escolta de la imagen que tallara Antonio Pérez en 1939, era como un integrante más de ese milagro de sacar cada año a los pasos sin recibir un solo rasguño.

Antonio Ángel murió hace pocos meses, víctima de una larga enfermedad. Pero, en esta primera estación de penitencia en ausencia de su cuerpo, su alma afloraba en cada recoveco de esta hermandad. Estaba en el momento de la primera levantá, en el interior del templo, con recuerdo a viva voz del capataz, Rafael Rodríguez. También con el golpe de martillo de un miembro de la Benemérita o cuando ocho guardias civiles del cortejo, en el momento en el que el paso arriaba en el dintel de la puerta, se cuadraban y ejecutaban el saludo militar mientras sonaban los primeros sones de la agrupación musical Virgen de los Reyes, antes incluso de entonar el himno de España. Incluso ya fuera, superado el milagro de sacar de rodillas y prácticamente a tirones de zambrana –los costaleros necesitan esa ayuda extra desde el exterior– el misterio, Antonio Ángel estaba presente en la saeta, desde un balcón, de un emocionado Álex Ortiz: «40 hombres de rodillas y un ángel tiene en el cielo para contemplar su salida», citó.

Este goteo de emociones calaba en los corazones de Angelita y Juan Bautista que, venidos desde Lucena (Córdoba), venían a presenciar el homenaje a su hijo fallecido. «Gracias, gracias», exclamaba Angelita, a lágrima viva, al igual que toda la familia que le acompañaba en un palquillo junto al corralito reservado a los 43 monaguillos de la hermandad. También la mujer de Antonio Ángel, Estrella, que recordó «esa devoción» por su hermandad.

Él estaba en alma, y otros en cuerpo. Manuel Vargas se plantó tras la valla lateral del templo a eso de las 12.00 horas. Desde ahí, formó parte del ritual. Hermano que llegaba, hermano que le abrazaba o saludaba. No en vano, él fue participante de aquella cuadrilla de costaleros que nació a finales de los setenta y que incluso sacó a la cofradía, con menos apreturas, en San Bartolomé. Hasta vio a su hija empezar a dar sus pasos en la capilla. Ahora, ya con 30 años, es de las que, cuando el trabajo lo permite –esta vez no–, se enfunda el antifaz y la capa negra y la túnica de color crema.

Vargas vio a su compañero El Fundi y a Miguel Ángel Velázquez que no dudaría ni un segundo en meterse bajo el paso una vez más, costara lo que costara. A ninguno les llegaría el sonido del interior del templo, del capataz, recordando «en especial a los costaleros, que siempre vienen en cuerpo y alma». Pero a Vargas –el «patero de oro» le definía ayer alguno de sus compañeros– se le vio en la mirada ese punto de nostalgia y a la par de emoción cuando su Señor, con un exorno formado por orquídeas ferrari, hortensias liolificadas y rosas rojas, se marchaba de la abarrotada Plaza de Molviedro al ritmo de la marcha Venga de Frente.

Pocos minutos después –y es que el paso de la cofradía, con 480 hermanos, suele ser rápido e intenso–, sonó el martillo del palio de María Santísima de los Dolores y Misericordia, adornado con orquídeas blizard, rosas, frecsias y rosas spray. A estos costaleros les tocaba repetir el milagro del misterio, y así lo hicieron, con presteza. Y, tras ese esfuerzo, llega el merecido premio: aguadores al canto, repartiendo sus vasos de hojalata; y una banda sinfónica del Liceo Municipal de Moguer, que les recompensó con la marcha Dolores y Misericordia.