Lunes Santo: el calor de las emociones

Las nueve cofradías del Lunes Santo protagonizan una vibrante jornada de recuerdos en la que se interpretó dos veces el Himno que Rafa Serna compuso para la almonteña Virgen del Rocío

Manuel J. Fernández M_J_Fernandez /
15 abr 2019 / 22:03 h - Actualizado: 16 abr 2019 / 08:41 h.
"Semana Santa 2019"
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En la calle Santiago se quiere hasta al 'traidor' que va en el paso. Se puede deducir por la cantidad de pétalos que ha recogido Judas en la caperuza de su túnica. Tantos como los aplausos recibidos en las primeras chicotás del misterio, en perfecta conjunción con la agrupación musical de La Redención. Esta pujante hermandad ha sabido ganarse a pulso el cariño de la ciudad. De nuevo cuida milimétricamente cada detalle: desde el exorno floral de los pasos hasta gestos sencillos que llegan directamente al corazón. Dentro de la iglesia hay lágrimas en la delantera del palio. La emoción se desborda cuando la banda de las Nieves de Olivares interpreta solemnemente la adaptación del Himno del Centenario de la Coronación de la Virgen del Rocío. "Siempre lo tendremos presente. Hizo mucho por Sevilla y por la devoción de la Virgen", apuntaba emocionado el presidente de la hermandad Matriz de Almonte, Juan Ignacio Reales, quien compartía este momento con la viuda y los hijos del eterno poeta de la sevillanía, Rafa Serna, fallecido hace un par de meses. La composición volvería a tocarse nuevamente al paso del palio por la Campana.

Antes, la dolorosa que evoca a la mañana del Lunes de Pentecostés protagonizaría otro momento histórico al poco de abandonar la calle larga del barrio. "¡Vamonos un poco hacia atrás. Un poquito nada más, por favor!", indicaban los auxiliares del capataz Paco Reguera, que trataban de abrir entre la gente un pasillo improvisado hasta la puerta ojival de Santa Catalina. Hasta este pórtico había retranqueado su posición el estandarte corporativo de La Exaltación después de un primer saludo a pie de calle al primero de los pasos.

Fue así como, para sorpresa de todos, la Virgen del Rocío dejó la comitiva para llegar hasta la puerta de la remozada iglesia. Lo hizo a los sones de la marcha 'Pasan los campanilleros' y mientras que desde una de las azoteas de los edificios de enfrente comenzaban a caer pétalos de rosas. Estos terminaron de cubrir por completo la malla del techo al unirse a los ya recibidos por los vecinos de la calle Santiago. Era la imagen del reencuentro del Lunes Santo con Santa Catalina -otrora tiempo de refugio en años de lluvia- después de 15 largos años de cierre por obras. "¡Qué categoría de hermandad!", comentaba una pareja de expertos cofrades, que no dudaron en filmar el momento y compartirlo en las redes sociales.

En esa misma hora de la sobremesa, los nazarenos de Santa Genoveva tomaban el Arenal. El calor se hacía insoportable bajo el antifaz negro. "Son muchas horas las que llevamos ya andando, pero bueno, mejor así, que con lluvia. Mientras haya botellas de agua suficiente...", aclaraba Carmen, madre de dos pequeños nazarenos, uno de ellos de apenas seis años que tenía la ilusión de "al menos llegar hasta la Campana". Lo mismo que las cientos de mujeres del Tiro de Línea, que cada año forman tras el Cautivo el tramo de la fe sencilla. "Él nunca va solo, aunque lo parezca. Aquí venimos un año más, y que él nos de salud para hacerlo todos los Lunes Santos: como lo hizo mi madre y como se lo enseño ahora a mis hijos", se sinceraba María Dolores, que junto a otras vecinas de la calle Almirante Topete, venían andando desde el barrio sin más avituallamiento que la devoción y la herencia familiar. Ellas, mejor que nadie, encarnaban la verdad de nuestra Semana Santa.

Pese a la distancia que ponían por medio estas mujeres, sonaba con fuerza la música que acompañaba al "'Moreno' del Tiro de Línea". Este año de estreno. "¡Qué banda más larga!, ¡y qué bien tocan!", apuntaban desde la bulla mientras que se escuchaba magistralmente 'Atado a la Columna' por la agrupación musical La Pasión de Linares. El aplauso fue tan rotundo e incuestionable como su interpretación. Desde este municipio jiennense se habían fletado hasta siete autobuses para presenciar este debut sevillano. "Estamos muy orgullosos. Venimos con mucha humildad", aseguraban los músicos de La Pasión.

El cielo comenzaba a nublarse cuando la Virgen de las Mercedes desembocaba por el Arco del Postigo, no sin antes tener que hacer una parada más prolongada de lo habitual para ajustar una de las velas llamadas 'marías' que están más próximas a la dolorosa. Nada que no se resuelva satisfactoriamente que con "la maña y el mimo" de los priostes, encaramados rápidamente en lo alto del paso.

En estos compases de la tarde las puertas de la Catedral ya se habían abierto para acoger a los nazarenos trinitarios del Polígono de San Pablo. La hermandad confirmaba de nuevo su paulatino crecimiento en estos once años desde su primera estación penitencial en 2008. La comitiva se llegó a disponerse en tramos de a tres para ajustarse al tiempo de paso y no dejar retraso en la Carrera Oficial. En el momento de alcanzar el primer templo metropolitano se levantaron fuertes rachas de viento que engordaban las capas blancas y zarandean violentamente las plumas de los romanos del misterio. De hecho, una de ellas se soltó del casco y quedó a merced del dios Eolo.

Pero la entrega de San Pablo con su Cautivo está hecha a prueba de vendavales. "Grandeza de barrio" que durante la mañana, al poco de salir del templo, vivió un momento memorable. La Unidad Militar de Emergencias (UME), hermana de honor, interpretó su himno a la Virgen del Rosario. Los acordes militares encendieron al vecindario y levantaron más de un "¡Olé!", y palmas, vivas, y más palmas.

"¡Qué orgullo ser de San Pablo!, ¡Vengaaa de frente con la gente buena!", se arengaba a los hombres del palio, al que antes había llamado Charo Padilla. "¡Va a llamar la pregonera de la Semana Santa!". A lo que de manera unánime se gritó desde lo más hondo de las trabajaderas: "¡Oleee.... Enga, vamos allá!"

Bullas en Reyes Católicos

La tarde reventó sus costuras en Reyes Católicos. No se cabía. Imposible encontrar un hueco para ver San Gonzalo en este punto. "¡Ya estamos aquí!, ¡Llevamos un año soñando con este momento!", sentenciaba Manolo Garduño en el martillo del misterio al poco de pisar "'suelo sevillano'". Su bajada hasta la plaza de la Magdalena fue un ejercicio de maestría trianera con 'cum laude'. Una delicia para los sentidos. No defraudó ni un ápice. Como tampoco lo hizo su entrada en Campana, siempre esperada y vibrante. "¡Ole Triana, el arte y el Soberano!", se pregonaba en la delantera del paso de Jesús ante Caifás mientras que la banda de cornetas y tambores de las Cigarreras añadía aún más sensibilizad al momento al tocar 'Requiem'.

La blancura de los nazarenos de San Gonzalo alcanzaba su mayor cota en el el palio de la vecina más querida del Barrio León. "Ella es la identidad del barrio. Han cambiado algunas casas. Otros vecinos nos hemos ido fuera, pero la Virgen nos mantiene unidos", aclaraba una antigua residente, que explicaba que nunca falta a su cita con el Lunes Santo "siempre, tras el manto de la Salud".

No es Triana aunque en su día lo fue. De hecho, los más mayores aún la nombran como "las Aguas de San Jacinto". Pasado que no se olvida en la calle Dos de Mayo. Como tampoco aquel fatídico Lunes Santo de hace 20 años, cuando Juan Carlos Montes, costalero del paso del Cristo de Las Aguas, murió bajo las trabajaderas al poco de cruzar el Arco del Postigo. Uno de los ángeles de la canastilla lo recuerda entre lágrimas. También las oraciones que se sucedieron, en silencio, bajo este paso de misterio. "Parece que fue ayer. Siempre va con nosotros", aclaraba un costalero al poco de esperar el primero de los relevos.

Su recuerdo se hace también presente en la primera chicotá del paso de misterio. Suena 'Caliz de vida', por la banda de cornetas y tambores del Rosario de Cádiz. En este momento, el crucificado de Antonio Illanes se reencontraba también con los mayores de la vecina residencia de ancianos, invitados de honor en una zona reservada en el lateral del atrio del templo. "Esto nos da vida. Gracias a la hermandad por acordarse de nosotros", aseguraba María, una de las residentes octogenerias, que no perdía detalle de todo cuando salía de esta coqueta capilla de Nuestra Señora del Rosario.

En el entorno de la parroquia de San Andrés, la expectación era máxima. La salida de la hermandad de Santa Marta es siempre una buena elección para comenzar la tarde en el centro. "Me gusta venir porque es impresionante. El tañido a duelo de las campanas, el recogimiento, el impresionante misterio... Me transmite mucho", indicaba uno de los cientos de fotógrafos que se habían situado frente a la puerta de salida de la cofradía. Con un movimiento casi medido y un andar largo y elegante, el paso del misterio del Señor de la Caridad en su traslado al Sepulcro fue tomando la calle entre nubes de incienso y un escalofriante silencio.

Ya con la caída de la tarde la jornada se vestía de negro en las inmediaciones de San Vicente. Primero con la salida de la hermandad de la Vera-Cruz, cortejo que mantiene la esencia de la penitencia bien entendida y que pone el acento el mensaje directo que proclama su Cruz de Guía: "Toma tu cruz y sígueme". Recogimiento que exhala también su crucificado, al que nuevamente siguieron representaciones coloridas de nazarenos de hermandades de la Confraternidad de la Vera-Cruz. Un año más, la Virgen de la Tristezas hizo de la sencillez de su atavío la mejor estampa del dolor desgarrador de una madre. Simplemente sublime.

La sonoridad del silencio volvió a reinar en San Vicente. Esta vez con el Nazareno caído de la parroquia de la calle hecha barrio. La cofradía soñada por el siempre recordado Juan Carrero buscaba la calle Alfonso XII mientras que, ya con las primeras luces de la noche, se abrían las puertas de la capilla del Museo. La comitiva del Cristo de la Expiración y de la Virgen de las Aguas abrazaban la plaza para, poco después, unirse, casi sin descanso, tras el palio de Las Penas en la intersección de la calle Alfonso XII. El público allí presente podía abarcar en una misma visual dos cofradías. El tío de la caña no daba a abasto. El viento hacía de las suyas en las candelerías de los palios. Eran las 21.00 horas y desde el Ayuntamiento de Sevilla se informaba de que el Lunes Santo "no acumulaba retrasos" y que las cofradías "iban cumpliendo los horarios establecidos". Eso sí, se había reducido el número de asistencias sanitarias relacionadas con el calor con respecto al Domingo de Ramos. El Lunes Santo cumplía y las nueve hermandades bordaban una jornada espléndida y vibrante.