Corpus Christi

Más brillo y menos calor en el Corpus de Sevilla

La ciudad vive una reluciente procesión del Santísimo que fue ganando ritmo y participación conforme avanzaba la mañana

Manuel J. Fernández M_J_Fernandez /
20 jun 2019 / 15:03 h - Actualizado: 20 jun 2019 / 15:03 h.
"Corpus Christi"
  • Procesión del Corpus por la Avenida de la Constitución. / Jesús Barrera
    Procesión del Corpus por la Avenida de la Constitución. / Jesús Barrera

A las 12.27 horas la Custodia de Arfe alcanzaba de nuevo la penumbra del interior de la Catedral. Finalizaba entonces una reluciente procesión del Corpus Christi, de cuatro horas y doce minutos de duración. La de este año ha ido in crescendo, de menos a más, ganando a partes iguales ritmo y público conforme avanzaba la mañana, de temperaturas más frescas de lo habitual para esta época del año. La que fuera Fiesta Mayor de Sevilla continúa así recuperando el esplendor de tiempos pasados, aunque de nuevo deja abierto el debate del tedio y de sus exageradas dimensiones, al menos en cuanto a las representaciones de la primera parte de la comitiva.

Más brillo y menos calor en el Corpus de Sevilla
Procesión del Corpus por la Avenida de la Constitución. / Jesús Barrera

A las diez y media de la mañana el rey San Fernando cruzaba su mirada con la Virgen de la Hiniesta Gloriosa. A su paso se terminaban de llenar las sillas que el Consejo instala en la plaza de San Francisco. Habían transcurrido dos horas y cuarto desde que el primer niño carráncano hiciera sonar por primera vez en la calle -al poco de salir de la Catedral, por la puerta de San Miguel- la esquila que llevaba colgada al cuello como arranque oficial de la procesión. Desde entonces, primero las hermandades de gloria, seguidas de las penitenciales no sacramentales y las penitenciales sacramentales, fueron engordando de manera exagerada la primera parte de la comitiva: larga espera entre los pasos de Santa Ángela de la Cruz y las mártires Justa y Rufina; y algo menos, pero igualmente, entre San Isidoro y San Leandro.

«Ahora sí, esto se está llenando», exclamaba un joven a sus padres mientras ojeaba el teléfono móvil y la Banda Municipal de Sevilla iba a palillos entre las portadas de la plaza para dejar escuchar los cánticos de la coral de la parroquia de Montelirio, de Castilleja de Guzmán; y de Nuestra Señora del Álamo, procedente del municipio de Olivares. Como ya ocurriera el año pasado, este punto y el de la plaza del Salvador -en cuya escalinata lateral se disponían los niños de la Escolanía de María Auxiliadora-, se interpretaron continuamente motetes y piezas sacramentales para mantener la solemnidad y el recogimiento propio de esta procesión, como ocurriera hace décadas en este jueves festivo.

Hasta entonces la lentitud del discurrir de la comitiva contrarrestaba con la fluidez con la que los fieles se podían mover de un sitio para otro, sin apreturas y disfrutando, casi al unísono, de dos puntos del recorrido a la vez: la plaza del Salvador y la de San Francisco. Muchos fueron los que pasaron las primeras horas, calle arriba y calle abajo, por Entrecárceles. Un deleite de la cruz que siempre arrastra esta primera parte del Corpus. «Y encima con la temperatura que hace, quién nos lo iba a decir. Estamos a 20 de junio y da gusto. Incluso se apetece una rebequita o una chaqueta», explicaba Carmen, una vecina de Pino Montano, que, junto a sus amigas, no dudaron en unir sus voces a la coral instalada a las plantas de la Hiniesta Gloriosa y cantar a viva voz aquello de «Sor Ángela, todos los pueblos te cantan, Sor Ángela el mundo entero te aclama...».

Por la Cuesta del Rosario se derramaba un sol que caldeaba la mañana de juncia y romero, mientras que desde la calle Córdoba llegaban nuevos y numerosos grupos de fieles dispuestos a disfrutar de una comitiva que cambiaba su tempo y se agilizaba en un abrir y cerrar de ojos. «¿Este es San Isidoro o San Leandro?, siempre los confundo. Creo que es San Isidoro, lo digo por los cordones rojos de la hermandad de San Isidoro del equipo de capataces del paso», advierte un versado cofrade.

Iba subiendo la temperatura del mercurio y también la de los sentimientos del batallón de miles de fieles que, ya sí, ha tomado el centro. Un «Ave María» cantado magistralmente al paso de la Inmaculada de Martínez Montañés, precipitaba las emociones. En el interior de la Catedral, terminaba la misa de Corpus, oficiada por el arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo.

Eso sí, antes del reencuentro con Dios en la calle una última espera: la hermandad de la Macarena protagoniza una de las más nutridas representaciones. «Por lo menos vamos más de 200 hermanos. Se han traído 200 cirios y luego algunos más», responde un cofrade del Arco, que va en la fila; mientras se atisba por la Avenida de la Constitución el coqueto paso del Niño Jesús. Eran las 10.49 horas y el bronce de la Giralda ya anunciaba que el Amor de los Amores estaba en la calle.

Antes llegaría el paso de la conocida como Custodia Chica o pasito de la Santa Espina. Zapatillas blancas y plumas rojas y blancas en unos sombreros que, en señal de respeto, portaban en sus pequeñas manos. Los cantorcillos o niños seises anunciaban la inminente llegada de la Custodia de Arfe. Mayores, y también muchos jóvenes, se arrodillan al paso de la Sagrada Forma para mostrar sus respetos al Rey de Reyes. Tradiciones que felizmente mantiene en su alma este pueblo noble y mariano. Igualmente hay quien lo sigue en estos primeros metros hasta alcanzar las portadas, este año dedicadas a las hermandades de los Negritos y de La Sed. Lo hacen con el máximo respeto y solemnidad, a modo de camino o peregrinación interior. «No hay que olvidar nunca el sentido de la fiesta. Es Dios el que sale y nos invita siempre a orar y a acompañarle», apelaba una religiosa. Sierpes, Cerrajería, Cuna y... plaza del Salvador. Faltan pocos minutos para el mediodía y aparecen los primeros abanicos. Indispensables si se está a pleno sol.

El obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra, encabezaba la comitiva de autoridades tras el Santísimo Sacramento. Sonaban los primeros aplausos al paso de la bandera de España y de la compañía del Ejército. También la marcha Encarnación Coronada, de Abel Moreno. Todos terminan cantando la estrofa de «Dios te salve María...» También el alcalde de la ciudad, Juan Espadas, y el delegado de Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera. Su delegación, junto a la comisión de artistas que encabeza Francisco Carrera Iglesias, ha conseguido, con constancia y esfuerzos, recuperar el aparato estético de la fiesta, con una mayor participación en el exorno de altares, balcones y escaparates a lo largo del recorrido. Tradiciones del pasado que han llegado para quedarse en esta misión de engrandecer la que otrora fuera Fiesta Mayor de Sevilla. Todo un acierto como se ha venido demostrando en estos últimos cuatro años.

La jornada todavía aguardaba la propina de la vuelta del Señor de la Sagrada Cena desde el Palacio Arzobispal hasta el templo de Los Terceros; y, ya por la tarde (salida 20 horas), el regreso de la Hiniesta Gloriosa desde su altar en la plaza de San Francisco hasta la parroquia de San Julián, con llegada en torno a la medianoche. Entonces sí, la ciudad habrá echado el telón a sus fiestas de la primavera con un jueves de Corpus más brillante y menos caluroso.