Me quedo con la compostura

Hoy toca reflexionar tras una Semana Santa con final agridulce

17 abr 2017 / 20:05 h - Actualizado: 17 abr 2017 / 22:09 h.
"Semana Santa 2017"
  • Me quedo con la compostura

Con un programa de mano impecable en las manos de un niño comenzaba una Semana Santa nueva. Con un pequeño susto cuando prendía el ropaje del judío del paso de Jesús cruzando el puente Cedrón. No obstante, las Vísperas transcurrieron con normalidad.

Ha pasado de todo. El Señor con los zapatos puestos bajó por la rampa a un Domingo de Ramos más que caluroso. Se hizo la Última Cena. Incluso lo despojaron. Se derramó Amor amargamente.

Salud casi coronada. Las Aguas con elegancia y sencillez por el Museo. Santa Marta envuelta en incienso. San Benito imponente. Los Dolores del Cerro. El río azul del Baratillo. El dolor en San Bernardo. Los cirios por los donantes. Los bares llenos. Las bullas. Los bebés llorando. Los niños haciendo gigantescas bolas de cera. Las vallas. Los policías. Las señoras en los balcones. La saeta de Álex Ortiz. Las torrijas. El reguero de cera por la Avenida. Los pestiños. Se han estrenado mantos, sobremantos, orfebrerías, ropajes, incluso capataces mandando el trabajo a sus costaleros. Insignias, bordados, coronas y reliquias.

Todo iba bien hasta que llegó el frío de la Madrugada. Había llegado el momento de la Sentencia a la Campana cuando en varios puntos a la vez se sucedían las, desgraciadamente, clásicas carreritas. El pánico se sembró una vez más sobre una ciudad a la que no dejan ser lo que es. Atrás ha quedado una tensión que se repite cada ciertos años y que en este ha superado en terror a la del año 2000.

No se entiende la necesidad imperiosa que existe por herir a Sevilla. Se ha maltratado a quien quiere vivir una jornada imprescindible de esta Semana Santa. Una noche en la que el Señor necesita salir a repartir misericordia a tantos que la necesitan. Unas horas turbias en las que muchos sevillanos ya no quieren ver las cofradías en la calle. Pero sigue siendo una noche en la que las dos Esperanzas tienen que salir a consolar a los devotos, como se ha hecho toda la vida.

Nos han herido, parece ser, que sin ningún otro propósito que el de la burla como si de hienas se trataran los detenidos. Pero el daño está hecho, y las investigaciones siguen estando abiertas. Esta gran semana iba camino de ser una Semana Santa plena al menos en lo meteorológico porque en los últimos tiempos sólo se escaparon todos los días de la lluvia los años 2001, 2009 y 2015. Pero no ha sido así.

Han quebrado la intimidad de una semana que para una gran mayoría supone una estación de penitencia en la que, además de rezar, se reflexiona. Nos han herido. Pero esto no va a acabar así. Sevilla ha mantenido y mantendrá siempre la compostura.