Melena rizada que se desparrama por la espalda con barba bífida y un rostro en el que se combina el dramatismo propio del dolor causado por los tormentos físicos a los que se ha visto sometido junto a una fuerte espiritualidad. La nueva escultura del Cristo de la Púrpura realizada por el imaginero José Antonio Navarro Arteaga para la hermandad de las Cigarreras se expone hasta el próximo día 7 en la Sala Capitular Baja del Ayuntamiento, un marco excelso para la presentación de una talla que el propio artista ha calificado como su «obra cumbre» en sus más de tres décadas de trayectoria.
Con esta escultura, donada por un grupo de hermanos, la corporación del barrio de Los Remedios recupera una singular advocación, la del Señor de la Púrpura, que antaño procesionó durante más de dos siglos como cotitular de la cofradía y que recorrió por última vez las calles de la capital sevillana en 1874. Si bien no hay rastro alguno de grabados o dibujos que testimonien cómo pudo procesionar, la imagen mostraba al Redentor en el suelo, en el momento de recoger sus vestiduras después de recibir el severo castigo de los azotes. Tras un periodo de cierta decadencia de su culto en el último cuarto del siglo XIX, en 1900 se autoriza por el Arzobispado, a petición de la hermandad, la cesión del Cristo a otra corporación para darle culto, a cambio de una efigie de San Juan necesaria para la celebración de los quinarios. La entrega no se hizo directamente a ninguna hermandad, sino al escultor Emilio Pizarro y Cruz, quien sin embargo nunca llegó a entregar la imagen de San Juan. La hermandad se vio privada así de una de sus imágenes seculares, cuyo destino final no se conoce.
Hasta este momento, en las representaciones de este modelo iconográfico de Cristo recogiendo las vestiduras tras la flagelación se ha visto al Señor en pie, con las dos rodillas en tierra, gateando, recostado o incluso tumbado. Con la imagen que se presenta en esta exposición, puede decirse que Navarro Arteaga plasma un nuevo modelo de esta iconografía: el de un Cristo agachado, con una única rodilla en tierra, -la derecha, mientras el pie izquierdo se apoya firmemente sobre la base de la columna, que es baja. Con su brazo izquierdo abraza «de manera simbólica» la columna, en clara alusión a la aceptación de su sacrificio, mientras que con la mano derecha, estirada y apoyada sobre el muslo izquierdo, recoge la túnica púrpura –color asociado a la realza y al alto clero–, pieza que ha sido confeccionada por el bordador astigitano Jesús Rosado. En recuerdo de las ataduras con las que Jesús estuvo amarrado a la columna, el Cristo de Navarro Arteaga se presenta con un cordón de hilo de plata rodeando su cuello y la mano que apoya en la columna.
La exposición del Cristo se complementa con una segunda zona expositiva, en el Apeadero, en la que mediante paneles explicativos se ofrecen os antecedentes históricos de esta advocación y las fuentes que dieron lugar a la iconografía de Cristo recogiendo sus vestiduras tras la flagelación. En esta zona pueden admirarse también los cuatro ángeles que conserva la hermandad procedentes del antiguo paso del Cristo de la Púrpura, realizados por Pedro Roldán en 1666.
La intención de la hermandad es que la nueva imagen pueda ser bendecida el día 10 en su capilla, donde presidirá un altar y será expuesta a la devoción de los fieles. «A corto plazo no hay intención de incluirlo como titular. No sé lo que pasará dentro de cuatro o cinco años, aunque lo lógico es que la hermandad se lo plantee», expone el hermano mayor cigarrero, Claudio Espejo.