Paneque y el canon del clasicismo

La apuesta de la hermandad del Valle por los pintores contemporáneos más destacados contrasta con el estilo de la cofradía

30 mar 2018 / 00:32 h - Actualizado: 30 mar 2018 / 00:48 h.
"Cofradías","Jueves Santo","El Valle","Semana Santa 2018"
  • El misterio de la Coronación de Espinas, con las Setas y la torre de San Pedro, al fondo. / Fotos: Diego Arenas
    El misterio de la Coronación de Espinas, con las Setas y la torre de San Pedro, al fondo. / Fotos: Diego Arenas
  • La Virgen del Valle al salir de la Anunciación.
    La Virgen del Valle al salir de la Anunciación.
  • El Señor de la Cruz al hombro avanza por la calle Laraña.
    El Señor de la Cruz al hombro avanza por la calle Laraña.

El Jueves Santo, siempre constreñido por la Madrugá, tiene un sello propio, es como un paréntesis en el conjunto de la Semana Santa, que devuelve la ciudad a sus orígenes, y a la vez un oasis, un manantial del que el resto bebe. Cada hermandad tiene su propio sello, una identidad que reflejan en un cortejo unitario en el que se cuida cada detalle de principio a fin. Es difícil elegir qué cofradía se ajusta mejor a este día pero no hay dudas de que El Valle es el canon del clasicismo, que, sin embargo, apuesta siempre por lo más novedoso.

Las miradas se debatían entre fijarse en cada detalle para que no se escapara nada de este cortejo: el pasito de la Santa Espina, los monaguillos, el precioso Simpecado, el paso de los espejos, que ayer cumplía su centenario portando al Señor de la Coronación de Espinas... y no perderse la gran y discutida novedad que aporta cada año: el paño de la Verónica, que para este 2018 ha pintado Guillermo Paneque. Manchas rojas de sangre y amarillas bordadas que enmarcarían el rostro del Señor pero que, en esta apuesta abstracta, no aparece. Pero esto llegaría con el segundo paso, el que porta el misterio del Señor con la Cruz al Hombro que se encuentra con las mujeres en la calle de la Amargura, exornado con calas blancas en las esquinas y lirios y jacintos morados en el friso lateral.

El acompañamiento musical es distinto en cada paso, pero a los tres les toca en el momento de la salida la Banda Tejera. Cinco niños de la Escolanía de María Auxiliadora interpretan motetes, que se intercalan entre la música de capilla, ante el primer misterio, que ayer iba exornado por claveles rojo sangre, sólo en las esquinas y parte del friso. Pero en la salida, los músicos de Tejera le dedican la composición que el maestro Albero le dedicó: Cristo de la Coronación de Espinas. El segundo paso camina en completo silencio, pero nada más traspasar el umbral de la iglesia de la Anunciación, la banda interpreta en su honor Jesús con la cruz al hombro, obra de José Manuel Delgado. Finalmente, para el palio de la Virgen del Valle –exornado, como siempre, con ramos bicónicos de claveles rosas–, con tambores destemplados, José Manuel Tristán tiene reservado un repertorio en el que, inevitablemente, destaca Virgen del Valle, pero en el que no faltan composiciones de corte fúnebre, acorde con esta hermandad seria, que no de negro.

En la Campana, uno de los cirios altos de la candelería del palio cayó a los pies de la Virgen. Antes casi de que nadie se diera cuenta, un servidor de la cofradía se subió y lo retiró. El viento, que hizo de las suyas durante toda la tarde y obligó a los encendedores a redoblar esfuerzos, apagando esta vela a tiempo, y la rapidez de este prioste evitó un daño que mejor no imaginar.

Esto fue ya en la Campana. Antes, en la puerta de su templo, propiedad de la Universidad de Sevilla, colindante con la Facultad de Bellas Artes, todo se ajustó al canon propio de esta hermandad: cuando se abrió el portalón interior –el exterior se abre con anterioridad para colocar la rampa–, la cofradía estaba completamente formada en su interior y los tramos desfilaban desde el altar hasta la puerta con los cirios apagados. En el presbiterio, aguardaban los tres pasos.