La Pasión

Pentagrama de Dios

Llegan todas las noches vistiendo la ropa de la última actividad que les haya ocupado su día. Unos aún con la suciedad y el recuerdo de una dura jornada en su ropa de trabajo, otros con las mochilas del instituto; algunos no tuvieron tiempo para quitarse el uniforme del hipermercado en el que entraron con un contrato a tiempo parcial

02 oct 2015 / 23:50 h - Actualizado: 03 oct 2015 / 09:21 h.
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  • Integrantes de la banda de música de San Gonzalo bajo la lluvia. / Juan Ferreras (EFE)
    Integrantes de la banda de música de San Gonzalo bajo la lluvia. / Juan Ferreras (EFE)

No falta alguna corbata y, cuando está a punto de arrancar el ensayo, las carreras del compañero que siempre llega tarde porque depende del transbordo del autobús que pasa de higo a breva por la parada de su barrio. Los más afortunados llegaron en el coche de sus padres y también están allí las parejitas que vinieron en moto, acurrucada ella detrás de la espalda de su novio para evitar la brisa que sube del río. Los más puntuales llevan afinando un buen rato y en una esquina de la explanada un chaval se come las uñas porque esta noche le harán la prueba para entrar en la batería. El corazón le late al ritmo del tambor. Tres o cuatro padres forman un corrillo cada noche para hablar de cofradías, del Sevilla y del Betis haciendo tiempo hasta que sus hijas, aún jóvenes, terminen el ensayo. Y así cada noche, todos los días, todo el año.

Hay quien tarda en cogerle el pulso al instrumento frío y otros que lo agarran con la seguridad de que el sonido seguirá, como anoche, perfecto. Están los jefes de voz recordando la nota alta que se debe mantener dos compases en lugar de uno y puede verse al director de la banda intentando que se agrupe el colectivo para empezar con las escalas. Hoy no llueve, tampoco hace mucho frío y los vecinos no se quejaron anoche. Arranca un ensayo de una banda cualquiera de Sevilla, una noche más. Antes, un último vistazo al teléfono móvil y el WhatsApp de marcación rápida al novio, que no es cofrade, con un «cariño, te dejo que empieza el ensayo. Hablamos luego».

Algo más de un centenar de personas empieza a trabajar. Son las diez de la noche de un lunes cualquiera del otoño de Sevilla. Por delante, una treintena de marchas y un millón de ilusiones. Todas estas personas se acostarán muy tarde. Cuando mañana regresen a su vida ordinaria nadie notará que están dándole brillo a una maravillosa expresión de fe universal que se llama Semana Santa de Sevilla.

Mantengo que cuando una cofradía suspende su estación de penitencia, por ejemplo a causa de la lluvia, son las lágrimas de los músicos las de mayor caudal de sal. Ellos estuvieron un año entero conviviendo con el esfuerzo continuo para ofrecer lo mejor de sí mismos. Pienso que la misma lluvia que les acompañó tantas noches desapacibles del invierno terminó por aguarles el día con el que soñaron, por el que lucharon dejando a un lado sus casas, sus horas de descanso, sus familias.

Reconozcamos a los músicos de Sevilla, centenares de personas de todas las edades que, con más o menos estudios reglados de conservatorio –o tocando de oído como se hizo siempre– siguen cada día apostando por esta hermosa tradición de ponerle música al dolor, sonido al silencio más cruel, notas a una cruz que Sevilla tiene clavada en el alma.

Vivan los músicos de Sevilla, sus familiares y quienes hacen posible que todos los días entre septiembre y julio aparquen sus vidas para llevarse los instrumentos al corazón. Ole por ellos. Y gracias, un millón de gracias. Por tanto desvelo, por tanta renuncia, por acompañar a nuestras devociones aportando además la belleza del milagro de la música detrás de las imágenes ante las que no somos nadie.

Ayer sucedió otra vez, como todas las noches. Las bandas se pusieron a ensayar a la hora que usted y yo descansábamos o compartíamos horas con las personas que queremos. Y me acordé otra vez de las lágrimas que derraman nuestros músicos cuando se suspende una estación de penitencia y quedan en la cuneta cientos de horas de frío, de calor, de entrega y valentía. Un ole para los músicos de Sevilla. ~