Primera fase: avistamiento

La Cuaresma todavía no aparece en los radares, pero hay quienes dicen haberla visto por ahí

07 mar 2017 / 07:00 h - Actualizado: 06 mar 2017 / 19:31 h.
"Cofradías","Tradiciones"
  • Asegura el Calendario Zaragozano que esta Semana Santa llueve. Con no echarle cuenta... / El Correo
    Asegura el Calendario Zaragozano que esta Semana Santa llueve. Con no echarle cuenta... / El Correo

Qué disgusto: en la hojilla con las claves de la Cuaresma que regalan en la Iglesia de San Esteban no aparece la palabra bacalao. Rezar, ayudar, alabar, agradecer, confiar, abrir..., cosas de esas, pero nada de enharinar ni de pochar ni de aliñar. Luego dicen que la gente se aleja de los templos. Claro, y se va a los bares. Acaba de comenzar el tiempo religioso que prepara el alma para los beneficios del tal y del cual y resulta que en Sevilla hay más o menos el mismo ambiente cofradiero que en Vladivostok capital. O más, porque por su pedazo de puerto entra bacalao para aburrir. Lo más parecido que hay a un paso es un carretón repleto de paneles que meten entre cinco por un vericueto en obras de la calle Córdoba, entre bromas costaleras y aromas de incienso del puestecillo. Da igual: por aquella zona, entre la Plaza del Pan y la del Salvador y adyacentes, la fiebre comercial semanasantera es absoluta y las tiendas proclaman su mercancía en una atmósfera general de evocación machacona: sandalias cofradieras, túnicas cofradieras, estampas cofradieras, manoletinas cofradieras, patatas fritas cofradieras, sandwicheras cofradieras, lavativas cofradieras, extintores cofradieros, chicles cofradieros, marcapasos cofradieros. Todo apunta a que la Semana Santa de Sevilla se produce a fuerza de apretar, de insistir, de prologarla. Así hay luego esos berrinches, si llueve. No iba a haberlos...

Por cierto, a ver lo que dice el Calendario Zaragozano El Firmamento, fundado por don Mariano Castillo y Ocsiero en el año de la pera... ¡Ostras! «Continuará por varios días el temporal anterior, sucediéndose los trastornos atmosféricos por la frecuencia de los fuertes vientos del SO, que traerán nublados y chaparradas». Eso lo dice del Martes Santo. En la predicción anterior promete vientos frescos, alborotados y emisarios de pasajeras borrascas, con nevadas en las alturas. Vamos, que lo suyo es que le vayan haciendo un jerselito de punto a la burra porque la entrada en Jerusalén se antoja fresca, ventosa y diríase que mojada. Pero claro, esto es lo que la gente denomina pura superstición. No como el resto de sus creencias y seguridades, basadas todas ellas en la aplicación rigurosa del método científico. De manera que conviene no tener en cuenta el pronóstico, que seguro que estaba hecho pensando en Soria y en esos sitios donde la Semana Santa equivale a encerrarse, a reflexionar y a similares ordinarieces propias de intelectuales. Total, ¿para qué va a ir uno mirando al cielo con tanta antelación? Lo único que puede conseguir al levantar la cabeza en busca del nubarrón traicionero y ateo o de la esperada floración del naranjo es pisar uno de esos mojones de perro que la municipalidad pone a disposición del ciudadano, dada su prudente abstinencia en materia de tomar cartas en el asunto de una vez. Pero mire uno para donde mire, la pregunta sigue siendo dónde está la Cuaresma, más allá del elemento comercial.

Quinarios aparte, que eso ya es particular y nocturno, las mañanas de Sevilla siguen ajenas a las fechas. Solo se produce cierto avistamiento en la esquina de Francos con Chapineros, que es donde dicen que está la Cuaresma cuando no está en ningún otro sitio. Ahí, sobre los orines del trasnoche y las basuras con vistas al contenedor neumático, se cuelan los efluvios de una primavera anticipada con ganas de vela rizada y de cogote de capataz. Por allí están las figuras severas de Sagra, sus capillas con santos, rostros de dolorosas, cuadros con mártires y nazarenitos de adorno con aire vintage. Enfrente, los mantones y trajes de flamenca de Isabel Mediavilla, que amagan insunuaciones y se apostan en la puerta a ver cuando viene abril. En la otra esquina, Almacenes Velasco tiene todo cuanto necesita un cofrade menos bocadillos de tortilla, con toda su cordonería, sus rasos pascuales, sus damascos, brocados y terciopelos, escudos de hermandades, borlas y guantes. Frente por frente, Juncia y Romero tiene cirios, crucifijos, angelotes cachetudos, cálices, vino de misa, formas sin consagrar, relicarios, pasitos, figuras del Papa y de todo el santoral, retablos, camisas de cura, casullas, ropas de misa, potencias, diademas... nada demasiado ponible, vale, pero maravillosamente cuaresmal y premonitorio de los días que se avecinan. Aunque tal vez el escaparate que más se vaya a mirar esta Semana Santa sea el que está al lado, el de Ambara, lleno de sillones y camas. Esos pies...

En la página en cuestión del Calendario Zaragozano aparece una frase de Aristóteles: El hombre tiene mil planes para sí mismo. El azar, solo uno para cada uno. Se podría responder con la que está escrita en la caoba del bar El Portón: Solo entiende la locura quien comparte la pasión. Ahí estaba la Cuaresma. Escrita con tiza en un bar. Lo que les diga: la fe necesita más bacalao.