Primeros pálpitos de emoción en los barrios

Las cinco cofradías del Viernes de Dolores bañan de júbilo y de sol esta primera jornada de vísperas, en la que se vivieron las primeras bullas cofrades y se estrenó la agrupación parroquial de Rochelambert.

Manuel J. Fernández M_J_Fernandez /
12 abr 2019 / 20:53 h - Actualizado: 13 abr 2019 / 12:27 h.
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Todo barrio tiene una plaza donde confluye el vecindario para compartir la alegría y también los momentos difíciles. Pino Montano tiene también su plaza. Sin más nombre ni más coordenadas que las que marcan los sentimientos que florecen cada Viernes de Dolores. Allí se llega preferentemente en familia, ya sea vistiendo todos la túnica albimorada o bien repartidos entre el costal, la chaqueta oscura o la credencial de acompañante de nazarenitos o monaguillos revoltosos. «Es el día grande del barrio». Desde primera hora de la mañana nos hemos ido reuniendo todos en la casa de la abuela, ahora ya del tío Manuel. Nuestra estación de penitencia comienza desde que salimos de casa. Así de grande es esta hermandad y este barrio», confesaba Carmen, sin dejar de perder el paso entre un revuelo de capas blancas blancas y antifaces morados que iba tomando las inmediaciones de la parroquia de San Isidro Labrador apenas una hora antes de que se abrieran las puertas del Viernes de Dolores, y también de las vísperas, en Sevilla.

Al sol hacía calor y a duras penas se aguantaba el jersey. Aún así, el público era cada vez mayor. Había ganas de ver a los primeros nazarenos pisando las calles de Sevilla. «Este año solo vamos a tener que mirar al cielo para ver la cara morena del Señor y de la Virgen del Amor», sentenciaba sonriente Paco, vecino de toda la vida del barrio, que recordaba cuánto bien ha hecho la cofradía en Pino Montano. «No te lo puedes imaginar... Bueno, sí... mira cómo se pone esta plaza; y luego, observa las caras de emoción de la gente. Esto es lo más grande». Sus palabras fueron el mejor augurio de una tarde de gozo entusiasta. Primero con la salida del misterio de Jesús de Nazaret y su perfecta conjunción con los arcodes de la agrupación musical de la Encarnación de San Benito. «¡Olé, olé, qué grandeeee eres Hijo!», arengaban desde la bulla. Y poco después con el reencuentro con la Madre primorosa, que lucía un nuevo tocado, regalo de los costaleros del palio. Se cumplía a la perfección la profecía vecinal de Paco: emoción en las miradas y lágrimas en forma de pétalos de rosas para emprender todos juntos el camino de júbilo por el barrio. Antes, la banda de la Cruz Roja interpretaba y cantaba la marcha ‘Amor y Esperanza’. De nudo en la garganta.

Casi a esa misma hora (18 horas), los niños del Claret ya habían comenzado también con su recorrido penitencial. La inconfundible voz de Antonio Santiago sonaba en la delantera del paso de misterio, el único que saca la hermandad de la Misión: «¡Váaamonos de frente, siempre de frente!»; mientras que una nube de incienso estrechaba en el aire las avenidas de Heliópolis para recrear con dulzor la calle de la Amargura. Y qué dulzura y delicia ver pasar esta corporación que atesora tanto futuro en sus filas nazarenas. Desde bebés de solo unos meses en brazos de sus padres hasta niños que adelantan su madurez cofrade al enfundarse el antifaz. «Le he dicho que se lo levante un poco, para que le entre algo de fresco... y ahí va, que dice que no, que él ya es mayor», explicaba entre risas la madre de Borja, un pequeño de apenas seis años al que el cirio le sacaba una cabeza.

La llegada a la calle Padre Mediavilla deparó la primera chicotá memorable del paso de misterio a los sones de la banda de cornetas y tambores las Cigarreras. El Cristo de la Misión extendía entonces su mano para bendecir a todo el barrio. También a la Sevilla cofrade que se había desplazado hasta esta zona sur de la ciudad para inaugurar oficialmente su programa de mano. «Merece la pena. Esperemos que algún año vaya ya a la Catedral. Es ley de vida, como cuando se hacen los niños mayores. Ahora toca seguir catequizando dentro y fuera del barrio», apuntaban convencidos Lourdes y Juan, un matrimonio del Aljarafe, que como muchos tantos, estos días viene diariamente a la capital para no perderse una.

Y siguiendo la antigua carretera Sevilla-Cádiz, otro barrio, también del sur de la ciudad, vivía su día grande. En este caso más que una plaza era una calle, larga y castiza que encerraba en sus dos orillas muchas historias de devoción sencilla y auténtica. Bien lo sabía el siempre recordado Fernando Carrasco, quien cada Viernes de Dolores iba en moto hasta este recóndito barrio para contar en sus crónicas lo que se vive en cada casa y en cada familia, no sólo esta tarde, sino los 365 días del año. «La verdad, es que nunca lo olvidaremos. Nos ayudó mucho con sus artículos y también, de manera altruista y anónima, cuando se acercaba a echar una mano al comedor social de la hermandad, unas casas más arriba de la parroquia». Recuerdos que se entrelazan con la emoción de una nueva salida del misterio del Cautivo. Siempre emotiva, siempre vibrante, siempre única para Bellavista. Desde la bulla a pie de calle, la angostura del interior del templo y desde los balcones del cielo, a los que aludía con cariño el capataz del palio: «Por todos los que nos han enseñado a querer a la Virgen del Dulce Nombre en estos primeros 50 años».

La dolorosa, bellamente vestida por David Toro, asomaba a la calle para orgullo y gloria de todo... «el barrio de la Salud». Sí, como se llamó desde un principio y como recordaba el cartel del cincuentenario de la bendición de la dolorosa, realizado por Juan Miguel Ojeda Rubí y que colgaba en banderola en la fachada del comedor social. El sueño de todo un año se hacía realidad en las mecidas de un palio liso, pero bordado de oraciones y plegarias. Una eclosión de emociones sacudía a toda la calle. El vecindario se llenaba de alegría y, por unos momentos, olvidaba sus problemas diarios. «¡Guapa, guapísima... Eres la Señora de Bellavista!», le gritaba una vecina con el corazón en la mano.

Ruan en Triana y Centro

El contrapunto de la festividad vivida en los barrios lo pusieron dos cofradías de ruan. De un lado, desde la parroquia del Sagrario se instauraba el máximo recogimiento con la salida de los nazarenos de la Corona. El Señor, de talla completa, volvió a portar la corona de espinas, recuperada el año pasado pero que no pudo lucir en su estación penitencial de 2018 debido al riego de lluvia. Este año sí lo pudo estrenar así como la nueva pieza musical, compuesta por Antonio Hurtado e interpretada por el trío de capilla en el patio de los naranjos de la Catedral. Su salida, coincidiendo con la caída de la tarde, fue fotografiada por numerosos de turistas que se agolpaban, atónitos, en las gradas de la Catedral. Ellos también fueron testigos del discurrir por la recién inaugurada calle Cardenal Amigo Vallejo. «¡Fantastic, fantastic...!», repetía sin pestañear una pareja de neoyorquinos con sandalias, pantalón corto y sombrero de explorador.

De igual manera, al otro lado del río se impuso el silencio más absoluto. Comenzaba a refrescar la noche y el ambiente se hacía más austero al paso del Cristo de Pasión y Muerte. «Triana también sabe guardar silencio con sus cofradías. Esta hermandad de negro se ha ido ganado el cariño y el respeto de todos... Poco a poco y sin renunciar a su propia idiosincrasia», acertaba a comentar un veterano cofrade del arrabal que ha llegado a ser hermano mayor de una corporación trianera.

En su crecimiento y consolidación como hermandad, el imponente crucificado de Navarro Arteaga volvía a conmover desde la cruz y sobre un paso que continúa enriqueciéndose con el estreno este año de nuevas cartelas policromadas de los evangelistas y la talla del moldurón.

Por último, el Viernes de Dolores guardaba aún dos capítulos más en los barrios, aunque con cortejos sin nazarenos. De un lado, el Polígono Sur con la agrupación parroquial Bendición y Esperanza; y en Rochelambert, con el estreno en esta jornada como agrupación parroquial de Paz y Misericordia. Dos lugares más en los que, como dijo Charo Padilla en su Pregón de la Semana Santa, «también se encuentra Dios».