¿Resignados a que la Blanca Paloma pise las arenas?

La Virgen del Rocío saludó a todas las hermandades en una salida, marcada por el calor y las continuas caídas, que se prolongó durante 10 horas

06 jun 2017 / 08:06 h - Actualizado: 06 jun 2017 / 10:16 h.
"El Rocío 2017"
  • La Virgen del Rocío ante el Simpecado de Triana. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
    La Virgen del Rocío ante el Simpecado de Triana. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
  • Vivas de una de las camaristas de la Virgen.
    Vivas de una de las camaristas de la Virgen.
  • Un niño es pasado por el manto de la Blanca Paloma.
    Un niño es pasado por el manto de la Blanca Paloma.

El intenso calor, sobre todo desde que amaneció, marcó una procesión de la Virgen del Rocío, culmen de la romería de Pentecostés, que se prolongó durante 10 horas y en la que el paso de la Patrona de los almonteños estuvo casi tanto tiempo en el suelo, con sonoras caídas, como sobre sus hombros. Eso sí, en ningún momento se recurrió a las carruchas, como sí ocurrió en otras ocasiones, para aliviar el trabajo de estos hombres, sometidos a «una gran presión por el numeroso público».

Al menos esta es la explicación que dan los almonteños para justificar que, después de una salida brillante, en la que la Virgen apenas invirtió cuatro minutos en recorrer el espacio que separa el presbiterio de su ermita de las arenas de la explanada en volandas, se fuera retrasando paulatinamente respecto a los horarios tradicionales debido a las continuas caídas. «La Virgen ha estado 22 minutos delante de nuestra casa», comentaban los vecinos del Real 41, pero, añadían: «La mayor parte del tiempo, en el suelo». Raquel Laíno, almonteña, nacida y vecina de la propia aldea de El Rocío, es una de las mujeres que contribuyen a que la procesión se desarrolle con normalidad, se abran los pasillos convenientes para que las andas con la Blanca Paloma puedan acercarse lo más posible a los Simpecados para que los hermanos, encabezados por sus directores espirituales, le recen, vitoreen y canten; así como intentar calmar a los almonteños que la llevan en momentos de tensión, como fueron las primeras horas de la procesión de ayer, al menos, hasta que la3, una vez que dejó atrás la marisma. En su opinión de experta, «la presión que tanto público ejerce sobre los almonteños, porque 3 en lugar de abrir paso a la Virgen, hace que no puedan levantarla y llevarla bien, que no tengan espacio para moverse y avanzar».

Además de que estuviera tanto tiempo en el suelo, la ausencia del famoso pasillo que tienen que abrir sobre todo las hermandades grandes entre los hermanos que desean estar junto a sus Simpecados, podría explicar que la Virgen no llegara el tiempo suficiente a Villamanrique para que el párroco pudiera completar el rezo de la Salve y la hermandad pudiera obsequiarla con la petalada que tenía preparada, que terminó regalando a su Simpecado, el que el año pasado cumplió 250 años.

Hasta la casa hermandad manriqueña, la Reina de las Marismas se había movido con facilidad. En Huévar había recibido la primera petalada y disfrutado de los niños que abarrotaban la primera terraza. Pero en Villamanrique ya había gente esperando sobre las 2 horas, mucho antes de que se produjera siquiera el mítico salto a la reja que da inicio a esta procesión. De hecho, este año, el salto se produjo a las 3.28 horas, media hora después que el año pasado, cuando el Simpecado de la Matriz, como dictan las normas no escritas de esta tradición, llegaba al santuario tras concluir el Rosario de las Hermandades. En esta ocasión, además, la Guardia Civil había aforado la explanada, limitando -y alejando, con un pasillo enorme- mucho el público que se da cita en este punto para ver el desfile de los Simpecados de todas las hermandades, mientras aguardan la salida de la Virgen. Eso sí, en cuanto terminó el paso de Villamanrique, el público avanzó y tomó posesión de estas arenas privilegiadas.

Con los altibajos que marcan las caídas de las andas al suelo y la concentración de público -sobre todo tras la salida hasta Coria y después desde Carrión en adelante-, el guion se cumplió perfectamente: la vistosa petalada que cada año le regala Umbrete, el saludo a La Puebla del Río -esta vez sin Los Romeros- y la Macarena, y, especialmente, el de Hinojos, esta vez sin incidentes, «como debe ser, aunque siempre estuvo en el suelo», señalaba Gema, que no lo dijo directamente pero sí dejó caer que le hubiera gustado que la Virgen hubiera llegado hasta la casa, en la calle Sanlúcar, como hacía hasta el año pasado, aunque su Simpecado se hubiera adelantado hasta el Acebuchal como le había solicitado Almonte. Donde disfrutaron como pocos de la presencia de la Reina de las Marismas fue ante el Simpecado de Sanlúcar la Mayor, que ya se coloca ante la que será su futura casa hermandad -aún en obras porque han modificado el proyecto interior para sacarle más partido-. Palmas, rezo colectivo, vítores y cantes, además del intercambio de medallas entre el hermano mayor saliente y el entrante -aunque éste no tomará posesión hasta culminado el camino de vuelta- sobre los hombres y con el sacerdote que les acompañaba como testigo privilegiado.

Triana también vibró con la Virgen. El primer encuentro con el Simpecado, que se adelantó para facilitar el encuentro con la Patrona de los almonteños, sabía casi a pasar de largo. Pero después cayó y Triana se volcó cantándole, así que terminó volviendo al Simpecado y supuso la apoteosis. Tras visitar a las camaristas y todos los Simpecados, llegar a la casa hermandad de Granada, más allá de la de Gines, recorrer las calles Almonte y Moguer, pasar ante la casa hermandad de la Matriz y recibir la petalada de los niños de Almonte, la Virgen entró de espaldas y sobre los hombros de los almonteños en la ermita. La procesión terminó a las 13.25 horas, media hora después del año pasado, a la espera de un nuevo Lunes de Pentecostés, que será el 21 de mayo de 2018.


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