Soledad: 150 años desde San Lorenzo

La histórica cofradía efectuó su primera estación de penitencia desde su actual sede canónica el Viernes Santo de 1869. Hoy hace siglo y medio de aquel hecho trascendental

26 mar 2019 / 10:00 h - Actualizado: 26 mar 2019 / 12:47 h.
"Soledad de San Lorenzo"
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La antigua Soledad del Carmen había recuperado la estación del Viernes Santo en 1860 desde el agonizante templo de San Miguel que se levantaba en la actual manzana de los sindicatos del Duque. Es bien sabido que el catalizador de esta revitalización fue el erudito decimonónico José Bermejo, que también hizo las gestiones necesarias para que la Virgen saliera a la calle aquel año sobre el antiguo paso del Cachorro. En 1861 volvió a salir de nuevo, bajo palio y con otro paso con la Santa Cruz –la del nazareno del Patrocinio- que había también había cedido la cofradía trianera. Así se mantuvo en 1862 aunque en el 63 llegó una nueva modificación al suprimir el paso de la Cruz y seguir manteniendo a la última dolorosa de la Semana Santa de Sevilla bajo palio. “En 1864 volvió a salir con la reforma y enriquecimiento del palio, para lo cual se había adquirido terciopelo y galón de oro, gracias a las aportaciones del Ayuntamiento”, según añade Ramón Cañizares Japón en su imprescindible obra ‘La Hermandad de la Soledad: devoción, nobleza e identidad en Sevilla’.

Pero en 1865 iba a llegar el estreno de un nuevo dosel con “puntas anchas, las caídas guarnecidas de plata y terciopelo y adornado de una cornisa elegante también del mismo metal”, según recogen las crónicas de la cofradía que han sido estudiadas concienzudamente por Cañizares. La Virgen, señalan las mismas fuentes históricas, vestía una saya de terciopelo bordada en oro y salió a la calle acompañada musicalmente “de una chirimía lúgubre”. El archivero soleano también aporta otro dato relevante: “los nazarenos iban con una nueva túnica blanca, con cinturón y antifaz negros y la medalla en la que figuraba el escudo de la corporación”. También fue de estreno una nueva cruz de guía con fondos de terciopelo negro y ribetes de plata. Al año siguiente, 1866, no hubo cambios notorios. Sí hubo novedades en 1867, que sólo trajo la novedad de cubrir a la Señora con un flamante manto bordado con ángeles que también estrenó peana, faldones, las canastillas de los diputados y hasta las bocinas.

En 1868 se verificó la última estación desde San Miguel estrenando –sin pagar ni terminar- el mismo manto de los Soles que sigue llevando la última dolorosa de la Semana Santa de Sevilla en su estación del Sábado Santo en el inconfundible paso de la cruz y las escaleras de Santiago Martínez. Pero en vísperas del otoño comenzaron a desatarse los acontecimientos: la junta revolucionaria había decretado el derribo de San Miguel. No había tiempo que perder; la entrada de la piqueta era inminente, inapelable. El historiador y soleano Álvaro Pastor Torres apunta algunas razones para explicar esas prisas situándolas en el “exacerbado anticlericalismo de muchos dirigentes políticos de la época” además de “claros intereses especulativos de carácter inmobiliario dado el privilegiado espacio que ocupaba el solar resultante”. Nada nuevo bajo el sol...

Había que buscar nueva casa. La hermandad se reunió en cabildo el 7 de octubre de 1869 valorándose el ofrecimiento del párroco de San Lorenzo –hermano mayor de la corporación soleana- que ponía a disposición de la corporación la capilla de la Pastora. Así fue aceptado sin que se conozca el día exacto de aquella mudanza que, tal y como explica Ramón Cañizares, tuvo que ser anterior al 18 de noviembre, fecha del primer cabildo celebrado en San Lorenzo. Los hermanos habían llevado consigo las rejas de la capilla de San Miguel y las preciadas losas de Génova. San Miguel fue derribado y sus restos se vendieron como material de acarreo, levantándose sobre su solar el recordado Teatro del Duque en el que, curiosamente, trabajaron no pocos soleanos a las órdenes de Máximo Méyer, empresario teatral y benefactor de la hermandad en los primeros años del siglo XX. El desastre se había consumado pero la Soledad había encontrado su definitivo lugar en el mundo abriendo los cimientos de su condición de cofradía del barrio.

1869: La cofradía sale desde San Lorenzo

Pero las cosas tampoco iban a ser fáciles en el estreno de su nueva casa. De hecho, ni siquiera se tenía previsto salir en un principio. Los hermanos ya habían iniciado las oportunas diligencias para tomar posesión de su nueva sede aprobando la construcción de una pequeña sacristía, un almacén y una sala de cabildos en el corralejo anejo a la antigua capilla de la Pastora, la misma que sigue ocupando hoy en día la corporación. Para ello tuvieron que vender una de las dos rejas que se habían traído desde San Miguel y la antigua corona de plata de la Virgen. Sin solución de continuidad, la junta de gobierno –sólo asistieron siete oficiales- acordó el 7 de febrero de 1869 organizar el quinario cuaresmal en su nueva casa. En el mismo cabildo se decidió no salir el Viernes Santo debido a las “circunstancias”, sustituyendo la estación penitencial por el sermón de la Soledad, predicado por el hermano mayor del momento, que era el clérigo –y párroco de San Lorenzo- Eugenio Fernández de Zendrera. ¿Cuáles eran esas circunstancias? Ramón Cañizares aclara que “tras la precipitada salida de San Miguel y en vista de la nueva situación política creada, no existía la confianza suficiente para hacer en 1869 estación a la Catedral”. Pero las cosas, afortunadamente, iban a cambiar a mejor. Un mes después del quinario, la hermandad recibió recado del gobernador civil prometiendo todas las medidas de seguridad necesarias para garantizar la salida de la cofradía. Los soleanos, una vez más, desestimaron ponerse en la calle. El archivero soleano precisa que “no sólo por el momento de inestabilidad política que se vivía sino también por los importantes desembolsos que se habían hecho para la reforma de la capilla en San Lorenzo”. Tuvo que pasar una nueva semana para que, ante la insistencia de las autoridades, se decidiera sacar la cofradía a la calle. Fue el 26 de marzo de 1869 –hoy hace siglo y medio exacto- cuando la exigua nómina de nazarenos de la época atravesó la puerta de San Lorenzo a las seis de la tarde, “con el mayor orden, compostura y silencio”, precediendo el paso de palio de Nuestra Señora de la Soledad que aún le iba a cobijar hasta 1874. Aquel Viernes Santo de 1869 la habían precedido en la calle los cortejos de Carretería, la Soledad de San Buenaventura, la Trinidad , la Exaltación, Montserrat y la Mortaja. La cofradía soleana retornó a San Lorenzo pasadas las diez de la noche. Comenzaba un nuevo tiempo.