Una pasión bordada a una túnica

El Nazareno de Martínez Montañés volvió a lucir la túnica de Manuel de Ariza de 1845. Apenas unos escogidos aguardaron en la Carrera Oficial el palio de la Virgen de la Merced

14 abr 2017 / 01:01 h - Actualizado: 14 abr 2017 / 09:59 h.
"Cofradías","Jueves Santo","Pasión","Semana Santa 2017"
  • El Señor de Pasión sale de la calle Cuna ataviado con la túnica conocida como de los cuernos de la abundancia, bordada por Manuel María de Ariza en 1845. / Fotos: Teresa Roca
    El Señor de Pasión sale de la calle Cuna ataviado con la túnica conocida como de los cuernos de la abundancia, bordada por Manuel María de Ariza en 1845. / Fotos: Teresa Roca
  • Penitentes de la hermandad de Pasión con la cruz al hombro.
    Penitentes de la hermandad de Pasión con la cruz al hombro.

La junta de gobierno de la hermandad de Pasión debió leer con detenimiento la explicación histórica sobre la concepción del Señor de Pasión por parte de Juan Martínez Montañés que José León Calzado publicó en estas páginas la pasada Cuaresma. Defendía este historiador del Arte que este imponente Nazareno debía lucir siempre túnica bordada porque así había sido creado, como un todo que mostrara su majestad. Debió leerlo el hermano mayor, José Luis Cabello, y también los priostes cuando decidieron que este año el Señor debería volver a regalar esa estampa a Sevilla.

Y es que ya para el besapiés del pasado fin de semana, el Señor estrenó una túnica bordada que reproduce el grabado del siglo XVIII de Pedro Tortolero, la primera representación conocida de esta obra cumbre de Martínez Montañés (concluida en torno a 1615). Y precisamente ha sido la junta de gobierno la que ha ofrendado al Señor esta túnica, bordada en plata sobre terciopelo color corinto por el taller de Jesús Rosado.

Pero el ajuar de Pasión es muy amplio y para este Jueves Santo el Señor apareció en su paso con otra túnica muy diferente, la bordada por Manuel María de Ariza en 1845, la más antigua que conserva, la conocida como la de los cuernos de la abundancia –bordada en oro sobre terciopelo morado y cuyo coste ascendió a 4.000 reales–, y que ayer dejó con la boca abierta a todo el que contemplaba su paso. Quizás no tenía la movilidad a la que estamos acostumbrados, pero tampoco se veía el Señor estático. Sobre el canasto de plata ideado por Cayetano González y un clásico monte de claveles rojos fue imponiendo el silencio a su paso sin apenas hacerse notar.

Fue hace dos años, en 2015, cuando el Señor lució esta túnica por última vez, la última que salió con ropajes enriquecidos por bordados, igual que lo había hecho en 2013, aunque entonces con otra pieza, la de las hojas de acantos de Patrocinio López (1869). Era la forma de hacer patente un Jueves Santo la efeméride del cuarto centenario de su hechura, conmemoración que la Archicofradía del Salvador celebró en 2015 y que no fue acompañada por una salida extraordinaria. Esta recuperación estética había comenzado dos años antes, cuando el Señor repitió el conjunto –túnica de los acantos, corona de espinas y una calavera a los pies– que la hermandad había ideado para el Viacrucis de la Fe que la lluvia impidió.

Cuando ayer terminó de bajar la rampa del Salvador y empezó a pisar las calles de Sevilla entre un inmenso gentío vestido de Jueves Santo –con muchas mantillas, aunque menos que en otras ocasiones– y con menos calor que en las jornadas anteriores, se detuvo el tiempo o, quizás, se aceleró, porque su paso fue como una exhalación. En apenas unos minutos llegó a la Campana antecedido por una nube de ese incienso propio que también identifica a esta cofradía y un nutrido grupo de monaguillos que garantiza el futuro de la hermandad.

Le seguía, tras varios tramos de penitentes y más nazarenos –en total la cofradía había repartido 1.300 papeletas de sitio–, la Virgen de la Merced. Acompañada por San Juan y con el único sonido en el interior de la colegial del Salvador del crujido de las suelas de los costaleros y el roce de las bambalinas con sus varales y ya en la calle con los sones que le regala la Oliva de Salteras, la dolorosa de Sebastián Santos fue quedándose sin público. La bajada de las temperaturas y, sobre todo, la inminencia de la Madrugá reservaron sólo para unos escogidos esta estampa –también en las sillas y los palcos–. En el cruce ante el Banco de España, mientras la cruz de guía del Valle esperaba, le dedicaron Virgen del Valle. En apenas una hora se abrirían las puertas del atrio macareno, pero todavía el Señor de Pasión andaba por Sevilla.