Villamanrique regresa a sus arenas

La Primera y Más Antigua vuelve a pisar las arenas que desde el siglo XIV le han llevado hasta la Virgen del Rocío después del camino de asfalto del año pasado

02 jun 2017 / 12:13 h - Actualizado: 04 jun 2017 / 09:55 h.
"El Rocío en la provincia","El Rocío 2017"
  • Los romeros de Villamanrique caminan junto a su simpecado por las arenas rumbo a El Rocío. / Manuel Gómez
    Los romeros de Villamanrique caminan junto a su simpecado por las arenas rumbo a El Rocío. / Manuel Gómez

En la memoria de los manriqueños se quedó grabado a fuego el camino sin Raya del año pasado. Los kilómetros de asfalto por la carretera de la fresa, los Taranjales y una noche a la intemperie que nada tenía que ver con el refugio que dan los pinos en Matagorda o Pinto. Por esto esta mañana, cuando la carreta con el Simpecado subió a los porches los Serafines no pudieron evitar recordarlo, reseñar cada detalle de un año en el que, sentían, les habían arrebatado su auténtico camino, el que llevan siglos cruzando para llegar, desde el pueblo, a las plantas de la Virgen del Rocío. La lluvia, los charcos, a su entender, no eran motivo suficiente... y el mazazo definitivo vino cuando tampoco pudieron disfrutarlo a la vuelta. Por esto también, hoy se aguardaba de forma especial pisar la arena, la de la Raya Chica y, sobre todo, la de la Raya Real.


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Aquella negociación en el cruce entre los responsables de la hermandad y los del Plan Romero, con ocho coches de la Guardia Civil impidiendo el acceso, ante el temor de que los peregrinos de la Primera y Más Antigua forzaran un camino impracticable, se tornó en un cordial saludo que abría paso a este sendero «soñado», repisando las pisadas de los ancestros, como llevan haciendo desde el siglo XIV. Aquí volvieron a repetirse los encuentros, que el desfile en fila india del año pasado impidió, con otras hermandades. La primera, Córdoba, con la que hubo tiempo de cantar y bailar a la Virgen antes del Ángelus; Dos Hermanas o Alcalá de Guadaíra.

Pero hasta llegar a este punto, en una jornada de intenso calor antes incluso del alba, Villamanrique se despertó con el primer cohete que lanzó Antonio Espinar, el Canilla, desde la puerta de la casa hermandad, a las 5.00 horas, cuando abrían las rejas para colocarle el tiro a la carreta ya exornada de flores blancas, rosas y rojas, a elección de Juanita Domínguez y María Paz Béjar, sus camaristas. Pronto los miembros de la junta la bajaron hasta la calle mientras se iban concentrando más manriqueños a la espera de que llegaran los bueyes. Los engancharon, los acicalaron y cuando todo estuvo listo, una gran ovación acompañó los primeros pasos, todavía con noche cerrada. La plaza aguardaba atestada de gente: «Como nunca», comentaba casi sorprendido Juan Raya, que ha vivido estos días por primera vez el paso de hermandades por el pueblo. En los porches no cabía un alfiler, pero cuando llegó el momento la carreta se abrió paso para subir los siete escalones. Sin titubeos, el carretero de promesa, Alejandro Moreno, ayudado por los carreteros oficiales, llevó su Simpecado a la puerta de la gloria. Los bueyes entraron en la parroquia de Santa María Magdalena, y estalló una traca de cohetes entre la ovación. Al unísono cantaron la salve y el presidente, Roque Espinar -este año la hermandad no tiene hermano mayor- lanzó los primeros vítores a su hermandad y su pueblo de un intenso día que enlaza con la mañana de este sábado hasta la puerta de la ermita. Bajados los porches, comenzaron las sevillanas a la herencia recibida, al legado que se deja -una almonteña cantando a su hijo, de padre manriqueño-; Vicente Bernal y Serafines, entre otros, que emocionaron a todos.

Arrancaba así un camino «de calor, pero preferible al del año pasado», comentaba el alcalde de carretas, José Manuel Garrido, que destacó la ausencia de incidentes pese a llevar 3.000 romeros, cerca de 400 vehículos a motor y 90 charrets. Un camino en el que Alejandro Moreno, después de 10 años en la lista y de un año de preparación casi diaria con los bueyes, guió la carreta de su Simpecado por unas arenas «muy movidas», después de recibir la dedicatoria de unas sevillanas que le cantaron unos niños antes de salir del pueblo. El relevo generacional en Villamanrique está asegurado, la «simiente». «Aunque lo querramos borrar, el camino del año pasado lo llevaremos para siempre en la memoria», señala Espinar, pero éste, el del calor de este año, también forma ya de la larga historia de devoción y entrega de Villamanrique a la Blanca Paloma.