Vuelve la Cuaresma

El Miércoles de Ceniza echa el cerrojo al frío invierno y presagia la inminente presencia de un azahar que pone color a la impaciencia del corazón

06 mar 2017 / 10:03 h - Actualizado: 06 mar 2017 / 10:03 h.
"Cofradías","Otra ronda","Cuaresma 2017"
  • Son días de cultos a las imágenes en numerosas iglesias de la ciudad. / El Correo
    Son días de cultos a las imágenes en numerosas iglesias de la ciudad. / El Correo
  • Rito de la imposición de la ceniza.
    Rito de la imposición de la ceniza.

Sevilla es historia, leyenda y tradición. Sevilla es continua víspera del tiempo que viene. Sevilla es anhelo constante de espíritu y sentimientos cofrades durante todo un año y Sevilla es gozo que se vilumbra al llegar la Cuaresma. Explosión de luz, azahar y liturgia catedralicia revestida de azahares que van vistiendo con su aroma unos marzos y abriles, que traen a la Tierra de María Santísima toda la verdad del Reino de los Cielos. Planchas humeantes de inciensos y soniquetes de cornetas van latiendo a los sones de unos tambores que bombean la ilusión por lo que llega... Sevilla convertida en inmejorable pórtico de la expectación. Vuelve la Cuaresma y con ella una Primavera que con su frescor, vuelve a parir una nueva Esperanza abierta en flor. Otro año más, la aurora de la ilusión traerá a la vida la realidad de un sueño añorado durante meses. Va amaneciendo en el horizonte aljarafeño otra Semana Santa.

Llega la Cuaresma, liturgia viva y verdadera de los sevillanos y Sevilla se prepara para estrenarlo todo. Miradas, trajes, vestidos, atuendos nazarenos, capirotes, fajas y costales, ya aguardan en el patio de cuadrillas para hacer de nuevo el paseíllo. Todo vuelve a ser lo mismo y nada a cambio es igual. «Conviértete y cree en el Evangelio». El Miércoles de Ceniza echa el cerrojo a la puerta del frío invierno y presagia la inminente presencia entre nosotros de esos jazmines de naranjos que pondrán color a la impaciencia del corazón.

Ya queda menos, solamente cuarenta días de emocionante paciencia. Una espera que todo lo abarca. Lo finito y lo infinito apretado en los ojos del que va descontando días en el almanaque, hasta escuchar crujir la rampa del Salvador, señal de que todo se ha cumplido. Entonces sí, la Borriquita, jubilosa, se abrirá paso hacia la Campana y se desatarán las emociones. Mientras tanto, calles e iglesias irán preparándose hasta disponerse a la perfección para recibir la grandeza que se atisba en el revolotear de los unos vencejitos del cielo que, como enviados por Dios, anuncian con sus cantos que todo está cerca.

Jornadas de cultos internos en forma de triduos, quinarios, septenarios o novenarios, y maravillosos besamanos. Viernes de tradición y ayuno, donde el recuerdo de la docta voz de Fray Diego José de Cádiz torna en algarabía una plaza de San Lorenzo, donde se cumple semana a semana la ancestral usanza de ir a contemplar el rostros de aquel que todo lo puede, a aquel por el que todo tiene sentido, Jesús del Gran Poder. Igualmente, colas de antiguos ritos aguardarán por San Ildefonso besar las manos de Jesús Cautivo, el que con la redención trinitaria nos libera de la esclavitud de los pecados mundanos. Días de presentaciones de carteles en tertulias cofrades, instantes de frenesí en las casas de hermandad, donde recoger papeletas de sitio con las que abrir senderos luz entre en los mares de la incredulidad que tantas veces se aviva desde los poderes fácticos.

Noches de igualás, donde ilusiones y desilusiones harán las paces en admirables ensayos de capataces y costaleros que se prolongan hasta bien la madrugada. Conciertos de bandas de cornetas y tambores, bandas de música o agrupaciones musicales que preludian con dorados y aplaudidos solos el glorioso triunfo de la vida. Tardes de compras de capirotes y atavíos nazarenos o zapatillas de costaleros con las que pasear a Dios por el mejor sendero de la vida, el del bien. Cuarenta días donde se escucharán los más hermosos pregones prosaicos o poéticos, noches de programas cofrades de radio y televisión, viernes de devotos viacrucis y por encima de todo, días de miradas al cielo para pedirle a Jesús que la tierra que honra cada día a su madre con el título de Mariana, le espera con los brazos abiertos si Él, que todo lo alcanza, permite a las nubes echarse a dormir al menos una semana.

Vuelve la Cuaresma y Sevilla, nuevamente, se prepara para convertirse en pura poesía embriagada de sonidos angelicales. Versos que, con los brazos en cruz, vienen para abrazar súplicas y rezos y para llevar la Esperanza de orilla a orilla del río. Esplendor, belleza y misterio ya presagian con fulgores de primavera la luz celestial que se acerca. Silencios y sonidos, oraciones y devociones tendiéndose la mano para cubrir con la gloria de Dios a una ciudad que sabe transmitir, como ninguna otra, momentos tan etéreos como inmemoriales, que no son más que la promesa cumplida de todo un año sin ella. Una Semana Santa que será de nuevo el sueño de la Esperanza y el de la zancada portentosa de un Jesús del Gran Poder que, desde San Lorenzo, volverá a iluminar tinieblas abriendo caminos de luz hacia eternidad... Pasión le llama Sevilla.