Imprudencias veraniegas: ‘así voy más fresquito’ y ‘solo llevo dos cervezas’

El consumo de cerveza antes de conducir es generalizado a lo largo del año, pero en verano, además, hay otras costumbres peligrosas como conducir con sandalias y sin camiseta.

Mario Garcés mgarces83 /
27 jul 2019 / 12:22 h - Actualizado: 27 jul 2019 / 12:23 h.
"Motor","Consumo de alcohol","Verano"
  • En verano, es aconsejable llevar unos zapatos cerrados en el maletero para calzarse adecuadamente antes de conducir. Imagen: SEAT
    En verano, es aconsejable llevar unos zapatos cerrados en el maletero para calzarse adecuadamente antes de conducir. Imagen: SEAT

Imagine que le van a operar. Justo antes de entrar a quirófano, el cirujano se reúne con usted para tratar los últimos preparativos y, en tono distendido, le comenta que viene de tomar un par de cervezas con el anestesista y el equipo de enfermería y que ya están listos para empezar. ¿Se sentiría igual de seguro que justo antes de saberlo? A fin de cuentas, su vida va a estar en manos de ese equipo médico durante las próximas horas y desea que se encuentren en plenitud de facultades para ejercer su labor. Que no haya nada, ni un ápice de dudas de que están descansados y con los reflejos intactos.

Pues, si a la hora de conducir, nuestra propia vida y la de las personas que más nos importan a menudo está en nuestras manos, ¿por qué aplicar otro baremo distinto? De hecho, también están las vidas de todos los conductores y peatones que se cruzan en el camino. Pero con las responsabilidades propias somos mucho más laxos que con las ajenas. Del cirujano no queremos tener dudas, pero de nosotros mismos, simplemente, no las tenemos.

Conducir es una actividad que requiere concentración y un estado de atención alto. Un vehículo es, potencialmente, un arma del que no hacemos uso voluntariamente. Puede usted ser un conductor más bien torpe. No hay problema, seguramente lo asuma y tome las precauciones adecuadas mientras conduce. Puede mejorar sus aptitudes acudiendo a un curso de conducción segura. O puede que, por el contrario, tenga una técnica depurada y precisa. Da igual, su habilidad, mucha o poca, es la que es y nada debe mermarla mientras maneja un coche.

En nuestra sociedad estamos acostumbrados a banalizar el consumo de alcohol. Especialmente si es de bebidas «ligeras», como la cerveza o el tinto de verano. Consideramos asumible beber «un poco» y conducir, simplemente porque nos parece que su efecto es pequeño en nuestros reflejos y que ello no va a conllevar nunca un problema. Estamos tan acostumbrados a recorrer los trayectos habituales, desde el trabajo, el bar, el club social o el supermercado a casa, que nos parece que en ellos no cabe la posibilidad de sufrir contratiempos. «De aquí a casa no tardo nada», «me voy callejeando por si hay algún control», «a esta hora no suelen parar». ¿Le resultan familiares estas frases? Quizás porque sentimos miedo exclusivamente a la multa. No nos preocupa nuestra irresponsabilidad, sino la sanción y los puntos del carnet.

Pero, ¿cuántas cervezas se debe poder tomar antes de conducir? ¿Cuál es nuestro derecho a mermar nuestras habilidades? ¿En qué porcentaje es asumible perder reflejos antes de ponerse al volante? ¿Un 5 %? ¿Un 10 %? ¿A partir de la tercera cerveza ya remuerde la conciencia? ¿O tal vez de la quinta? He sido benévolo al titular este artículo. La respuesta es cero.

Mucha, muchísima gente ve normal cocerse a cervezas a lo largo del día y coger el coche, simplemente porque cree que no le hacen efecto. Está tan acostumbrada a usarla como bebida para acompañarlo todo que no considera estar haciendo algo indebido. Pero el efecto está ahí, presente, restando reflejos aunque ya no lo sintamos. Los reflejos justos para frenar 5 metros tarde en un paso de cebra.

Es en verano cuando esta y otras malas prácticas al volante se potencian. «Es que voy fresquito» (y la cerveza está fresquita, claro). Esa es la habitual justificación que da quien conduce con sandalias, o sin camiseta, o ambas cosas. Dos costumbres estivales que parecen intrascendentes pero que constituyen un peligro para conducir. Las sandalias, porque no dan al pie la estabilidad necesaria para maniobrar los pedales con seguridad. Puede que no le parezca problemático para acelerar y frenar con normalidad, aunque a veces se sueltan, se enganchan y entorpecen. Pero a la hora de pegar un frenazo, el movimiento brusco de los pies es suficiente para quedar descalzo y no poder aplicar suficiente presión sobre el pedal o, simplemente, que este se resbale. En cuanto al hecho de conducir sin camiseta (aparte de una guarrería), el problema no está en la circulación en sí, sino en el hecho de que, en caso de sufrir un accidente, el cinturón y el airbag pueden producir quemaduras y laceraciones en el torso, que la ropa se encarga de proteger habitualmente.