La mala educación

Llegar y soltar el coche de cualquier forma, no respetar el espacio para que otros puedan aparcar o abrir las puertas sin cuidado son solo tres signos de mala educación habituales en muchos conductores

Mario Garcés mgarces83 /
10 ago 2019 / 14:31 h - Actualizado: 10 ago 2019 / 17:27 h.
  • Un monovolumen ocupa, parcialmente, cuatro plazas de aparcamiento en el sótano de un centro comercial de San Juan de Aznalfarache.
    Un monovolumen ocupa, parcialmente, cuatro plazas de aparcamiento en el sótano de un centro comercial de San Juan de Aznalfarache.

Si es usted de los que suelta el coche tal como 'cae' y no se toma la molestia de maniobrar un par de veces para dejarlo cuadrado entre las líneas de una plaza de aparcamiento, quizás deba replantearse su concepto de buena educación. O quizás, simplemente, no la tenga.

Conducir es un acto de convivencia y socialización. El entorno que compartimos con el resto de ciudadanos es la carretera, la vía pública, y el uso que hacemos del espacio que es de todos demuestra cuán egoístas somos. Cuánto nos preocupa el bien común y cuánto el bien propio. Por eso, aparcar bien es una demostración de civismo, tan sencilla de llevar a cabo que lo raro debería ser no hacerlo, por el simple hecho de sentir que es una falta de respeto hacia los demás.

En los centros comerciales es habitual ver coches que ocupan más de una plaza, al menos parcialmente. Sus propietarios tienden a actuar de forma indolente, irrespetuosa. Hay quien lo justifica argumentando que su coche es nuevo y que así evita que otros aparquen cerca y le den portazos. Lo cual no deja de ser irónico pues, para evitar que otros sean irrespetuosos con lo ajeno, se actúa de forma irrespetuosa. Comportarse como un imbécil para evitar a los imbéciles.

En ciudad, además de soltar el coche en segunda fila, también se da otra muestra de desidia y despreocupación en muchos conductores: aparcan en fila sin preocuparse de dejar hueco para otros coches. Esto, además de suponer una falta total de empatía con los vecinos, sobre todo en barrios en los que es difícil encontrar aparcamiento, implica incumplir el artículo 92 del Reglamento General de Circulación, en el que se indica expresamente que «todo conductor que pare o estacione su vehículo deberá hacerlo de forma que permita la mejor utilización del restante espacio disponible».

No está de sobra incidir en que el respeto a lo ajeno también se le debe enseñar a los niños desde que tienen capacidad para subir y bajar del coche por sí solos. Simplemente, que aprendan a ser cuidadosos con lo propio y con lo ajeno. Que vean en los padres el ejemplo a seguir como ciudadanos. Y si el estado de nuestro coche nos importa muy poco, no tenemos que colegir que al resto de propietarios les ocurre lo mismo con sus coches, por lo que evitar los portazos al abrir y los toques al aparcar es un esfuerzo pequeño.

Si al principio del artículo hemos subrayado que conducir es socializar es porque también al circular quedan patentes nuestras pautas de comportamiento. Hay quien encuentra en el vehículo una herramienta para descargar toda la agresividad que no muestra en otras situaciones del día a día. No respetar el espacio de incertidumbre de otros usuarios, especialmente ciclistas y motociclistas; usar el claxon de forma sistemática; no indicar las maniobras con el intermitente para facilitar que el resto de conductores sepan de antemano hacia dónde nos dirigimos; tirar la colilla del cigarro por la ventana (además de peligroso y sucio, está prohibido); no respetar el ceda el paso en las incorporaciones u otras muchas prácticas, que son propias de quien actúa en la vida de forma egoísta y visceral. Tal vez no repare en estos detalles porque los ve normales, ¿pero los hace habitualmente al caminar por la calle?