Los menores aprenden de quien va al volante

Desde las plazas traseras los niños asisten, como espectadores sentados en una butaca, al mundo en el que se desenvuelven los adultos. Observan y aprenden lo bueno y lo malo

Mario Garcés mgarces83 /
01 sep 2019 / 13:31 h - Actualizado: 01 sep 2019 / 13:35 h.
"Motor"
  • Aunque parezcan distraídos y en su mundo, los niños atienden al entorno que les rodea y aprenden de los adultos que van delante.
    Aunque parezcan distraídos y en su mundo, los niños atienden al entorno que les rodea y aprenden de los adultos que van delante.

Que los niños son como esponjas es bien sabido y, por ello precisamente, aprovechar los trayectos en coche para fomentar el aprendizaje de buenas prácticas es una excelente oportunidad. Por el contrario, con frecuencia los adultos tienden a olvidar que viajan acompañados de menores. Niños y adolescentes que, desde los asientos traseros, asisten como espectadores a las discusiones entre padres, o a las riñas e insultos que surgen al enfrentarse con otros conductores. Conducir es una de las actividades que saca más a relucir la agresividad de quien va al volante. Por ello es importante el autocontrol cuando se va acompañado de menores, porque cada uno de nuestros actos es un ejemplo en directo que el niño observará desde su butaca. Como si de una película de cine se tratase.

Los menores de hasta 1,35 metros de estatura deben viajar en las plazas traseras, con su correspondiente sistema de retención infantil bien instalado y abrochado al cuerpo. A esta norma existen las excepciones siguientes: que el coche no disponga de asientos posteriores, que estos ya estén ocupados por otros menores o que sea imposible montar adecuadamente una sillita o capazo. En estos casos, un niño puede viajar de acompañante al conductor, con el sistema que le corresponda y con el airbag frontal desactivado si viaja sentado en contra del sentido de la marcha (es decir, mirando hacia atrás). En el siguiente vídeo están explicados estos y otros detalles al respecto.

Al hilo de lo mencionado en el primer párrafo sobre la didáctica al circular, viajar en coche o en moto supone para los padres o familiares la oportunidad de ejemplificar conductas cívicas que los niños de hoy (los adultos de mañana) pueden y deben aprender. Enseñarles normas de respeto a lo ajeno, como que sean cuidadosos al abrir las puertas del coche para no dañar otros vehículos, que tengan consideración al usar las infraestructuras públicas o que hay que vestir la indumentaria adecuada al subirse a una moto para que no se agraven las lesiones en caso de sufrir una caída.

Un padre o una madre que aparquen su coche ocupando varias plazas, o en una plaza reservada para personas con discapacidad, estarán dando el ejemplo a sus hijos de que pueden campar a sus anchas sin mayor preocupación. Si los progenitores no muestran educación, difícilmente se podrá esperar de sus vástagos. Tampoco se podrá esperar que un menor sienta la necesidad de proteger su integridad física si se les enseña a subir en moto vistiendo calzado y ropa inadecuada, con la excusa de que el viaje es corto y no pasa nada. Si queremos que el día de mañana sean prudentes, hay que ser un ejemplo de prudencia.

En pocos lugares como en el coche los menores pueden prestar atención a cada acto que los adultos hacen, a veces pensando que estos actos pasan desapercibidos porque los niños viajan con distracciones como juguetes o pantallas. Hay matrimonios que se llevan las discusiones de pareja al coche y que, dejándose llevar por el momento, se enzarzan en disputas, dimes y diretes, desaprobaciones y palabras gruesas, sin percatarse de que sus hijos asisten al espectáculo en directo. Probablemente estas situaciones a veces son inevitables, pero conviene hacer el esfuerzo de recordar que los niños están aprendiendo de nuestra conducta sin poder moverse de su asiento.

Por último, y no menos importante, es conveniente ser también un ejemplo en los actos de responsabilidad al volante y no solo en las palabras. Aunque en esto muchas veces los niños son excelentes censores para sus padres, y no dudan en llamarles la atención cuando cometen una infracción o son irresponsables. No solo hay que enseñarles a abrocharse bien el cinturón tan pronto como tengan capacidad de hacerlo, y a no quitarse la parte superior, la que cubre el torso, porque les incomoda. También como adultos hay que mostrar responsabilidad abrochándose el cinturón y ajustándolo bien al cuerpo, y no viajar consumiendo cerveza, hablando por el móvil o colocando los pies sobre el salpicadero para dormitar en los trayectos largos (una práctica que no solo es peligrosa sino que, además, está prohibida).

Viajar es un antídoto excelente contra la ignorancia. Los niños pueden aprender desde pequeños el valor de conocer y enriquecerse de otras culturas, despertar el espíritu crítico y sentirse motivados por descubrir el mundo que les rodea. Pero el viaje y el aprendizaje comienza cuando se suben al coche, no solo cuando llegan al destino. La responsabilidad de los mayores es hacer que ese trayecto les surta un efecto beneficioso.