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Actualizado: 17 jul 2018 / 21:37 h.
  • Historia de la violencia
    Portada de ‘Historia de la violencia’. / El Correo
  • Historia de la violencia
    Edouard Louis. / Fotografía de Arnaud Delrue

Èdouard Louis enamoró con su novela anterior. Todo el que leyó Para acabar con Eddy Belleguele disfrutó de una literatura fresca, directa, sin atajos literarios; de una historia que deberían leer los estudiantes en los institutos. Y conviene no pensar que Historia de la violencia es lo mismo. No lo es. Al contrario, este relato es duro, correoso, una forma de explorar territorios feos, desagradables. No enamora aunque deja un poso que permite reflexionar sobre lo que se cuenta.

Èdouard conoce a un atractivo, simpático y sensual joven, Reda, que se puede convertir en todo lo contrario si las circunstancias son las adecuadas, se puede convertir en un verdadero asesino, en un ser repugnante.

El autor permite escuchar a la hermana del protagonista mientras le cuenta a su marido lo que le ha sucedido a Èdouard; escuchamos al propio protagonista en el momento en el que se lo contaba a ella; y conocemos el pensamiento del joven (es lo que se encuentra en el texto escrito en cursiva) mientras espera a que su hermana termine de relatar la historia a su marido. ¿Algo difícil? Pues sí. Como la realidad, como la ficción pegada a la realidad en exceso, como las novelas en las que el autor decide expresar sin pensar que se entenderá mejor o peor. Lógicamente, esto puede generar un rechazo muy importante en los lectores que no están acostumbrados a exigencias literarias. El cambio de registro te puede sacar del texto y volver cuesta trabajo, un esfuerzo que no todo el mundo está dispuesto a realizar.

Historia de la violencia indaga en ese territorio que todos podemos pisar. Depende de cómo vaya portándose la vida con cada cual. De hecho, Èdouard y Reda son muy parecidos. Sus orígenes son casi iguales. Y su presente es radicalmente distinto. Los mismos mimbres y cestos distintos. Además, la novela habla de los diferentes tipos de violencia que genera el sistema y nunca las personas. Otra cosa es que la persona ejecute esa violencia y la haga real, pero no la crea, es externa. En este sentido, el autor se apunta, tal vez sin saberlo, a la tradición judeocristiana. ¿Recuerdan la serpiente que hace comer la fruta prohibida a Eva? Era el demonio, el mal. Y era externo. No era cosa de la persona ni de Dios. El mal es otra cosa.

La prosa de Èdouard Louise es asequible aunque fría, distante. La que ya es más lejana es esa forma seca y gris con la que percibe la realidad. Pero, en cualquier caso, resulta un autor verdaderamente interesante.

Si le interesa la cara más amarga, más triste y más oscura de la realidad, esta es su novela. Y merece la pena. Al fin y al cabo, es en ese territorio donde crecen las buenas novelas, la literatura auténtica.

Calificación: Buena.

Tipo de lectura: Exigente, árida.

Tipo de lector: Dispuesto a sufrir sin pestañear.

Personajes: Bien perfilados.

Argumento: La violencia espera en cualquier esquina.

¿Dónde leerlo?: En París. Si pilla algo retirada la capital francesa, en casa, tranquilo.