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Actualizado: 22 sep 2018 / 22:56 h.
  • María Pagés, en una imagen de archivo. / Manuel Gómez
    María Pagés, en una imagen de archivo. / Manuel Gómez

Tensión entre la armonía del ballet y la pasión del flamenco. Es unos de los rasgos que definen las obras de María Pagés que este espectáculo reproduce con fidelidad. Aunque, a diferencia de otras, aquí la coreógrafa y bailaora sevillana huye del artificio. El espectáculo gira en torno a una reflexión sobre el tiempo, el presente al que se llega revisando el pasado. La primera escena dibuja un árbol. Los bailaores y bailaoras componen la raíz con sus cuerpos y las ramas con sus brazos. Entre ellos se erige el cuerpo de María representando a un tronco poderoso, inquebrantable y dúctil a un tiempo.

A partir de ahí María deslinda el hilo de la dramaturgia de El Arbi el Harti con diferentes piezas que despliegan toda una gama de escenarios que van de la evocación a la denuncia. En ese sentido cabe destacar la elección de los palos con los que se recorre el tiempo: cantes de trilla, tonás, seguiriya, solea, bulerías al golpe, alborea, alegrías, vidalita, milonga y cantes de levante. A pesar de su origen popular, que lo vincula a la antigua cultura arcaica, el flamenco es un fenómeno urbano y contemporáneo y refleja sentimientos propios de la vida moderna: soledad, desamparo, desarraigo... Pero, en su hermosura, es capaz de sublimar todo eso, no sólo con el Ay, sino también con la pasión y el ritmo desbocado. María lo sabe, y tras una seguiriya con bata de cola con las que nos sorprende marcando una escobilla con las castañuelas, nos regala una fiesta por bulerías que huele a jazmín y dama de noche. Y eso que las letras nos hablan de números. Lástima que, por desgracia, tal vez debido a una mala ecualización, o a que algunas letras no acaban de ajustarse al compás, el mensaje no acaba de entenderse.

María reproduce el estilo de baile que la caracteriza, con dominio expresivo y técnico aunque sin arriesgar demasiado. Pero vuelca su maestría en la composición y los números corales. La coreografía deslinda toda una gama de imágenes, a cual más bella; la música entabla un interesante diálogo entre el flamenco y a la música clásica, siempre al servicio de la historia; la voz de Ana Ramón inunda de ternura y sensualidad el escenario; la iluminación es exquisita; el vestuario consigue desplegar la pasión del flamenco y la mesura del ballet a partes iguales, y los músicos y el cuerpo de baile rebosan dominio y maestría.

Ficha de la obra:

Obra: Una oda al tiempo.****

Lugar: Bienal de Flamenco. Teatro Maestranza. 21 de septiembre.

Compañía: María Pagés.

Dirección, coreografía y diseño de vestuario: María Pagés.

Dramaturgia textos y letras: El Arbi el Harti.

Músicas: Ruben Levaniegos, Tchaikovsky, Vilvaldi, Hendel, Menem, David Moñiz, Isaac Muñoz, música popular.

Baile: María Pagés, Eva Varela, Julia Gimeno, Marta Gálvez, Virigina Muñoz, José Barrios, Rafael Ramírez, Juan Carlos Avecilla, Manuel del Río.

Cante: Ana Ramón, Bernanrdo Miranda.

Músicos: Rubén Levaniegos, Isaac Muñoz, Marina Barba, Daviz Moñiz, Chema Uriarte.