Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
Actualizado: 27 jul 2018 / 09:53 h.
  • ‘Bienvenidas a Brasil’: Vive la France
  • ‘Bienvenidas a Brasil’: Vive la France
  • ‘Bienvenidas a Brasil’: Vive la France
  • ‘Bienvenidas a Brasil’: Vive la France
    Las actrices protagonistas, todas haciendo un buen papel, se mueven al ritmo frenético que impone Patrick Mille desde los primeros momentos del metraje. / El Correo
  • ‘Bienvenidas a Brasil’: Vive la France

Si el director de Bienvenidas a Brasil (Going to Brazil) buscaba divertir con esta cinta, el acierto ha sido pleno. Si las pretensiones iban un poco más allá, el desastre es absoluto. Pero ya les digo yo que Patrick Mille lo que buscaba era entretener, convertir un auténtico disparate en algo creíble, hablar bien de los franceses y poco más. Mille rueda cada secuencia al grito de «¡Vive la France!». Cada uno hace el cine que le da la gana. Desde luego, profundidades intelectuales o pensamientos de calado no encontrará el espectador. Tampoco nada que le pudiera hacer pensar que algo profundo debería estar allí.

Arranca Mille presentando a los personajes con algo de prisa, de forma algo atropellada, pero de un modo más que efectivo. Es algo que se convierte en una constante durante los 95 minutos de duración: nada de respiros innecesarios. Nos encontramos con Agathe, Lily y Chloé. La primera es tímida, la segunda violenta y la tercera está amargada y es poco afortunada en el terreno del amor. En realidad, todas son penosas. Reciben una invitación de una amiga que les dejó tiradas un tiempo atrás para viajar a Brasil. Se va a casar y quiere que asistan a su boda. Se llama Katia y es una trepa de cuidado que prefiere no mirar a los lados por si se entera de algo que no le gustaría saber. Cuando llegan a Brasil un desastre absoluto les está esperando.

El rimo narrativo de la película es trepidante. Desde la primera escena, Mille decide no dar tregua. Todo el enredo va a peor. Se suceden las situaciones cómicas y el humor negro, la ironía y las situaciones surrealistas se van acumulando. Mille, suponemos que buscando que no le tachen de superficial y mediocre, busca algunos encuadres y algunos recursos que resultan atractivos, divertidos y potentes. Nada del otro mundo, pero suficiente para que técnicamente la película resulte curiosa. Esfuerzo no escatima el realizador.

Margot Bancilhon (impetuosa, sensual, descarada), Vanessa Guide (condicionada en exceso por el embarazo que luce y al borde de un histrionismo al que invita su personaje desde el primer minuto), Philippine Stindel (una actriz que está por hacer y que esconde un potencial enorme) y Alison Wheeler (la más versátil de todas, camaleónica), son las actrices principales. Todas están correctas y divertidas. Patrick Mille fuerza un poco más de la cuenta el lenguaje corporal de cada una de las actrices buscando marcar de forma definitiva el perfil de cada personaje. Pero, en general, todo está bien. El propio realizador encarna un papel que roza el ridículo y lo defiende con seguridad.

Bienvenidas a Brasil no es una cinta que quiera parecer lo que no es. Por esa razón, todo parece estar en su sitio, todo parece ser lo que el espectador espera. Y eso, aunque alguien crea que es muy poca cosa, es de agradecer y no algo tan habitual como se pudiera pensar. No hace falta decir que el montaje es muy sencillo, muy clásico y busca la absoluta comprensión por parte de los espectadores. Complicaciones cero que estamos en verano y lo que hace falta es reír y dejarse llevar.

Si decide acercarse al cine para ver la película, tendrá la sensación de haber elegido la versión femenina de Resacón en Las Vegas. No se preocupe. Aunque algo de verdad sí hay en la afirmación, Bienvenidas a Brasil es una película que logra encontrar su propio camino y, gracias al esfuerzo de Mille con la cámara, olvidamos referencias externas a la propia cinta. El director es honesto y no engaña a nadie. La película es un producto de puro entretenimiento.

Aunque en España se doblan muy bien las películas, la versión original es más que recomendable. No estoy muy seguro de que las traducciones que se hagan agarren bien las ideas que se expresan, a veces, con unos matices que marcan mucho algunos discursos.

Una buena alternativa para una noche de verano.