Sevilla y Villarreal vuelven a retarse este fin de semana en El Madrigal, que acogerá uno de los duelos más espectaculares del fútbol español en los últimos años. Castellonenses y sevillanos han protagonizado envites emocionantes y reñidos en los últimos tiempos, aunque con color blanco en la mayoría de las veces. Mucho han cambiado Villarreal y Sevilla desde aquel mes de junio de 1999 en el que cruzaron sus caminos en una agónica promoción. Salieron vencedores los sevillistas, aunque poco después los dos clubes planearon y ejecutaron a la perfección dos agradables revoluciones en el fútbol español.
Ambas entidades presumen de tener dos de los mejores modelos de gestión, combinando ingresos ordinarios reducidos con éxitos deportivos a base de inyección económica provenientes de Fernando Roig (Villarreal) y de grandes plusvalías en ventas de jugadores (Sevilla). El Submarino Amarillo salió de las profundidades a finales de los 90, instalándose en la élite de España en los 2000, cuando alcanzó también su cénit en Europa, y sabiendo levantarse tras un tropezón reciente en forma de descenso. El Sevilla, por su parte, escapó de su destierro en la mediocridad para volver a ser grande a mediados de la pasada década, perpetuándose en la élite española y europea y ganando títulos en uno y otro ámbito, tanto hace diez años como recientemente.
Es esto último, seguramente, lo que distancia a uno y otro club, además del bagaje histórico y la dimensión social, superiores en el caso del Sevilla. Mientras el Villarreal ha causado sensación en diferentes etapas brillantes, nunca logró cristalizar su esplendor en forma de títulos; mientras que el Sevilla, además de provocar la misma admiración, ha levantado copas, que quedaran para siempre en el palmarés y en el recuerdo. Es la guinda que siempre le faltó a los alabados proyectos de Roig en el Villarreal que, como el Sevilla, sabe apostar también por la cantera.
Pero hay un aspecto en el que sí ganan los de amarillo: su rendimiento en la Champions League. Mientras que el tope del Sevilla son los cuartos de final alcanzados a finales de los 50 en el antiguo formato de la Copa de Europa, el Villarreal llegó a rozar con los dedos nada menos que una final de la Liga de Campeones, en la temporada 2005-06, la del célebre penalti errado por Riquelme en el último suspiro de la semifinal ante el Arsenal. Además, el Submarino volvió a llegar a los cuartos en 2009. El Sevilla, en el formato moderno, superó dos veces la fase de grupos para caer en octavos tristemente ante Fenerbahçe y CSKA Moscú, a lo que hay que añadir una temprana eliminación en el play off de la Champions 2010-11 frente al Sporting de Braga.
Ahora el Villarreal está iniciando un nuevo proyecto de crecimiento. De la mano del exsevillista Marcelino ha pasado de la Segunda a Europa de un solo salto y este año amenaza las posiciones de Champions por las que pelea el Sevilla. La diferencia actual entre ambos en la Liga es de cinco puntos, dado el dubitativo comienzo de los de Emery, que ahora parecen iniciar una remontada parecida a la de hace dos años.
No entienden los Villarreal-Sevilla o viceversa de lógicas o estados de forma. Para muestra, el botón de la campaña pasada, cuando los amarillos casi vencen en el inexpugnable Sánchez-Pizjuán –dos goles sevillistas en el añadido lo impidieron– y los de Unai destrozaron al mejor Villarreal del año en la Europa League.
Es la historia de dos revoluciones tramadas a finales del siglo pasado, quizás en diferentes dimensiones, pero tan estabilizadas en el tiempo como beneficiosas para el fútbol patrio.