Al igual que nadie en el sevillismo olvidará jamás la multitud de fechas señaladas que ha ido dejando el Sevilla en la última década, con finales, títulos, derbis y goles para la historia, los aficionados de 30 años para arriba siempre tendrán grabada en su memoria una fecha: el 1 de junio de 1997. Aquel domingo el equipo de Nervión no levantó una copa, ni ganó un partido emblemático, ni fichó a ninguna estrella mediática. Ni siquiera el Sevilla se había clasificado para la Copa de la UEFA, el consuelo agridulce de varias generaciones frustradas. Aquel 1 de junio del que hoy se cumplen 20 años el Sevilla Fútbol Club daba con sus huesos en la Segunda División. El descenso de categoría, pese a las enormes distancias de la institución entre 1997 y 2017, era entonces casi tan impensable como lo sería ahora, aunque el club blanquirrojo llevaba ya varios años emitiendo señales inequívocas de que se acercaba al borde del precipicio.

La infausta tarde se desarrollaba en el Carlos Tartiere de Oviedo, ante más de 3.000 sevillistas que se habían desplazado desde varios puntos de España para intentar evitar lo inevitable. El contexto era tremendo: aquel Sevilla iba ya por su tercer entrenador del curso, tras el fiasco de José Antonio Camacho y la huida de Carlos Bilardo, y por su segundo presidente. Lo era Rafael Carrión, que había cogido las riendas del club pocas semanas antes tras la dimisión de José María González de Caldas, la cara del estrepitoso fracaso de un proyecto presentado en verano a bombo y platillo. Un Sevilla que miró muy alto (unos 60 millones de euros de presupuesto: Almeyda, Bebeto, Tsartas, Prosinecki, Colusso, etc) pese a tener una situación institucional de película tras la salida de Luis Cuervas y José María del Nido por el escándalo de los avales (1995) y la llegada de accionistas bajo sospecha encabezados por el juez Francisco Escobar, quien ya había pasado por el sillón presidencial.

Con ese cóctel hubiera sido prácticamente un milagro que el Sevilla terminara bien aquella temporada, pese al plantel de bastante nivel, un entrenador que dejó en Nervión peor sensación de cómo era como técnico y un sinfín de partidos increíbles (con especial relevancia al último de Camacho en el banquillo, aquel 2-3 ante la Real cuando a menos de 10 minutos para el final el Sevilla ganaba 2-0). Tampoco fue muy normal cómo el Sevilla perdió en Oviedo aquella tarde que acabó en lágrimas de una hinchada que no se podía creer que el Sevilla bajaba a la Segunda.

Venía el equipo, ya dirigido por Julián Rubio, de ganarle al Hércules (5-0) y al Rayo Vallecano (2-0) y de empatarle al Betis en cinco minutos (3-3), pero el (in)esperado triunfo del Sporting el sábado en el Villamarín obligaba al Sevilla a no cometer ni un fallo más. La presión inundaba las piernas de los jugadores quienes, pese a ser muy superiores al rival, acabaron desperdiciando ocasiones incluso sin portero. El gol de Maqueda en la prolongación era el ajusticiamiento final. «El Sevilla jugó muy bien aquel partido, en serio. Fuimos tremendamente superiores al Oviedo, que apenas llegó a nuestra portería. Fue como un resumen de la temporada, porque habíamos jugado muchísimos partidos bien pero habíamos fallado ocasiones de todos los colores y eso nos condenó. Aquel gol de Maqueda fue producto además de que todos nos habíamos ido muy adelante. Tampoco nos servía de mucho el empate, así que...», rememora José Miguel Prieto para este periódico (ver la galería gráfica y los vídeos adjuntos a esta noticia).

El defensa albaceteño era uno de los veteranos de aquel vestuario sui géneris. «Fue un año muy raro, pasaron cosas de todo tipo. Creo que hubo una planificación deficiente a la hora de confeccionar la plantilla. Llegó Camacho, un entrenador que venía de tener éxito en el Espanyol. Hubo varios jugadores balcánicos que no terminaron de adaptarse y lo notamos en ataque, donde no pudieron responder a las expectativas. Los jugadores llamados a marcar las diferencias no aparecieron y los veteranos como Jiménez, Rafa Paz o yo sufrimos lesiones y eso se notaba a la hora de tirar del carro en los momentos más difíciles. Y eso que aquel grupo estaba muy comprometido y eso lo supo reconocer después la afición con su comportamiento. Los aficionados fueron conscientes de que se habían sucedido partidos inverosímiles y circunstancias impensables a priori», explica Prieto, quien destaca el mal comienzo, tras el cual «todo fue más complicado».

Difícil de verdad fue el futuro más inmediato de la entidad de Nervión, que pasó dos temporadas en la Segunda antes de volver a bajar y de que Roberto Alés cogiera los mandos en una situación crítica en lo económico –consejeros como Eduardo Romero tuvieron que poner dinero de su bolsillo para pagar nóminas–. Ahí tocó fondo el Sevilla, en un trienio demoledor en el que el ‘otro año igual’ que se cantaba antaño tras no clasificarse el equipo para Europa se veía como un triunfo por el que muchos darían entonces casi la vida. La historia nos muestra mil ejemplos de cómo a veces es necesario caer del todo para poder levantarte en plenitud. El Sevilla actual muy probablemente tenga su semilla en aquel 1 de junio de 1997 en Oviedo.

MONCHI: «NO NOS LO PODÍAMOS CREER»

Una de las imágenes más célebres de aquella tarde en el Tartiere la ofreció el hoy desaparecido Canal +. Era Monchi, portero suplente del Sevilla, llorando desconsolado en el suelo del pasillo que conducía al vestuario sevillista. Saliendo y entrando del mismo, jugadores y directivos, y el médico Antonio Leal Graciani caminando sin rumbo, como con la mente en otro lado. «La sensación y motivo de esas esas lágrimas, mías y de muchos otros, es que no nos creíamos lo que estaba pasando. Poco a poco nos estábamos dando cuenta que lo que era un mal sueño se estaba convirtiendo en una peor realidad», explica a El Correo Monchi, en pleno ajetreo de sus quehaceres para la Roma. Pero, ¿qué condujo a ese Sevilla al descenso? «Fue un cúmulo de circunstancias: cambio de entrenador, de presidente, una plantilla algo descompensada..... No hubo un solo motivo. Debemos aprender de aquellos errores para no repetirlos», recuerda el de San Fernando, que destaca a la hinchada: «A lo largo de la historia la afición del Sevilla ha demostrado estar a la altura de las circunstancias, tanto para celebrar un título, como para salvar al equipo del descenso administrativo o saber sufrir junto a los suyos aquellos momentos en Oviedo».