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Actualizado: 01 sep 2018 / 23:21 h.
  • Los precios no compensan la cosecha

Septiembre marca el inicio del calendario agrícola. Ayer arrancaba un nuevo ejercicio y con agosto liquidado toca hacer balance del último año agrario. Doce meses de «luces y sombras», resume el técnico de Asaja Sevilla, José Vázquez.

Las esperanzas de que las lluvias otoñales calmaran la sed de agua de gran parte de loc cultivos se esfumaron cuando la estación languidecía sin dejar gota y empezaban a instaurarse «los peores presagios» entre los agricultores y ganaderos, señala el secretario general de UPA Andalucía, Miguel Cobos. Tal fue la situación de emergencia que en diciembre, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, dependiente del Ministerio de Agricultura, se vio obligada a pedir al Gobierno la declaración de la situación de sequía en la cuenca ante el riesgo de no poder garantizar el riego a los agricultores. El invierno siguió avanzando y no fue hasta final de febrero cuando el cielo empezó a responder a las peticiones del campo.

La lluvia cayó de forma pausada y la tierra la absorbió toda, lo que ha favorecido el desarrollo de las plantas; aunque también ha provocado un retraso generalizado en gran parte de las campañas. La mayoría de los productores tuvieron que postergar la siembra porque el terruño estaba impracticable.

«Y aunque no ha salvado todos los cultivos, sí ha mejorado el agua embalsada», valora el secretario general de COAG Andalucía, Miguel López. Los pantanos pasaron de estar secos a tener el suficiente nivel para garantizar el riego en las próximas campañas.

¿Y el verano? Lejos de la situación de hace un año, cuando la aridez de la estación castigó el final de ejercicio y marcó el arranque de este (ya pasado) año agrario, estos meses estivales han sido relativamente suaves y han ayudado «a consolidar» los cultivos.

Quitando las primeras campañas, como el verdeo (una de las más importantes de la provincia), ha sido un año de buenas cosechas. El problema, como viene siendo habitual en los últimos ejercicios, son los precios. Los productores responden con sus cultivos, cumplen la normativa europea, exportan más –la provincia colocó el año pasado más de 2.750 millones en el exterior–, pero su producto cada vez se valora menos. Los cereales cotizan como hace 30 años, el arroz tiene que competir con las importaciones de grano extranjero y los productores de girasol se ven obligados a sembrar cada vez menos por la falta de rentabilidad. Por ello, desde COAG Andalucía insisten en «ordenar el mercado para proteger al eslabón más débil (los productores) frente a los abusos». No obstante, recuerda Vázquez, «aquí no hay un cultivo claramente rentable, pero sí unos con más problemas que otros».

Al sinvivir de los caprichos meteorológicos, los agricultores y ganaderos añaden otra preocupación: el futuro de la normativa europea. A tres campañas de entrar en un nuevo marco, el borrador que presentó en mayo el comisario de Agricultura, Phil Hogan, dejan un mal sabor de boca. La reforma no es plato de buen gusto para las organizaciones agrarias que atisban un viraje en el trasfondo de la Política Agraria Común (PAC): su renacionalización y un mercado de fuerte competencia. Para López, la PAC «cada vez está más despegada de la realidad agraria; ni piensa en fijar población al territorio, ni en las dosis de bienestar social del agricultor».

Pero lo que más preocupa a los agricultores es la pérdida de fondos, principalmente en el apartado del desarrollo rural (se estima una caída del 15 por ciento de esta partida), como consecuencia de la salida del Reino Unido de la Unión Europea y del trasvase de parte del dinero fondos a otro tipo de políticas, como la de seguridad, por el repunte del terrorismo. Aunque la PAC seguirá siendo la partida presupuestaria más pesada de la Comunidad Europea (más de 365.000 millones), para las organizaciones agrarias, el recorte en el presupuesto está «totalmente injustificado».

La simplificación es otra de las demandas de agricultores y ganaderos, ya que la burocracia hace más complicado el día a día de los productores, destaca Cobos. Además, insisten en que haya una apuesta real por la incorporación de los jóvenes a la actividad; «para ello hay que hacer la vida en el medio rural similar al urbano para que tengan las mismas posibilidades de desarrollo personas», reclama el secretario general de UPA Andalucía.

Arroz. El efecto pudenta no frena la producción en la isla

La incertidumbre meteorológica del pasado otoño aceleró la recogida del arroz. Es otro de los cultivos más estables en lo que a superficie se refiere, además con buenos rendimientos, «con una media de 8.500 kilos por hectárea», recuerda José Vázquez. De las 38.000 hectáreas que se asientan sobre la marisma sevillana salen en torno a 340.000 toneladas. Una producción que se mantiene a pesar del efecto de la pudenta, una chinche que pica el grano; problema que, además, los arroceros no pueden atajar ante la ausencia de materia activa para atacarla. Para esta campaña, «la incidencia de la plaga está controlada, además se han autorizado los tratamientos aéreos», asegura Miguel López. Sin embargo, los productores se enfrentan a otro obstáculo: la entrada de grano de terceros países, «de dudosa trazabilidad», hace que el precio caiga en picado campaña tras campaña.

Algodón. una producción estable de la mano de la integración

El algodón es de los pocos cultivos que se mantienen en cierto equilibrio. Lo hace, en parte, gracias a la producción integrada. De las 39.000 hectáreas que se plantaron en la provincia salió una producción de 132.055 toneladas, un 30 por ciento más que en el ejercicio anterior. La climatología fue una buena aliada, puesto que la incidencia de plagas fue muy baja. Sin embargo, los productores siguen haciendo frente al poco reconocimiento que se hace de la fibra andaluza, «a pesar del valor añadido» de esta, «puesto que se eliminaron los plásticos en la producción y los pesticidas», recuerda el secretario general de COAG Andalucía, Miguel López. De hecho, tal es el aprovechamiento de este cultivo que incluso se elabora miel de algodón, «síntoma de la calidad ambiental», recalca López.

Olivar. La aceituna atraviesa su peor bache, mientras el aceite aguanta

Si hay un cultivo protagonista en este año agrario, ese es el olivar. Más concretamente, la aceituna de mesa. El fuerte y seco calor que venía marcando los últimos años su arranque, unido a la falta de agua, provocó que la campaña de verdeo se iniciara con muy malos presagios: el fruto estaba agostado (arrugado), lo que no daba el calibre suficiente para colocarla en la mesa y, por tanto, se tradujo en una cosecha media. El ordeño de los árboles duró escasos días y los productores, además, tuvieron que volver a enfrentar a «unos precios ínfimos, que hacen inviable variedades emblemáticas de la provincia, como la gordal», señala el técnico de Asaja Sevilla y responsable del sector, José Vázquez. Esta situación «ha llevado a muchos agricultores a arrancar olivos», se lamenta Vázquez.

La hojiblanca es de las pocas que se salvan «porque tiene características que la hacen más rentable», explica. Sirve tanto para aceite como para mesa. El problema llegó de la mano de Estados Unidos. Gran parte de esta variedad se destina a la producción de aceituna negra de mesa. Sin embargo, la confirmación de los aranceles por parte de la Administración Trump ha puesto en jaque a la industria.

En cuanto al aceite, «la cosecha fue baja y la producción se situó por debajo de las necesidades de consumo». Pero, al contrario que la aceituna de mesa, el oro líquido es de las pocas producciones que cotizan al alza, «llegando incluso a alcanzar los cuatro euros el kilo». Una circunstancia que permitió cerrar un ejercicio sin grandes heridas.

Cítricos. Buena campaña, precios aceptables

La de los cítricos fue «una buena campaña», asegura el técnico de Asaja Sevilla. La superficie va en aumento –«aunque habrá que ver en qué condiciones está cuando entre en producción»–, la cosecha sigue creciendo (en torno a un cuatro por ciento), la calidad fue buena y los precios respondieron. Conclusión: a los agricultores «le salieron los números», asegura Vázquez. De hecho, el técnico de la patronal lo considera uno de los cultivos «más interesantes» de la provincia. Otras frutas, como las de hueso, este año no han encontrado el mismo buen camino. Según el secretario general de UPA Andalucía, «no se paga bien, los agricultores no cubren los costes de producción, mientras que el beneficio lo obtienen los intermediarios y la distribución con unos márgenes abusivos».

Girasol. Menos superficie por la falta de rentabilidad

Una de las pocas alternativas agronómicas de la Campiña, el girasol, está en sus horas más bajas. «Año tras año pierde terreno, no por problemas en la cosecha, sino porque los precios son cada vez más bajos y hacen inviable su producción», analiza Vázquez. Las condiciones meteorológicas de este último ejercicio permitieron obtener una cosecha mediana, «pero los precios han sido más bajos que nunca», recalca Vázquez. Una situación que se agrava, según las organizaciones agrarias, por la política de compra de la industria, formada por dos empresas. Para que el cultivo fuese beneficioso, se debería de recolectar una media de 1.700 kilos de pipa por hectárea, muy por encima de la cantidad de esta campaña, situada en torno a los 1.200 kilos. Por eso, Vázquez sostiene que, «como mucho, da para cubrir los costes de producción».

Remolacha. De un cultivo histórico a la amenaza del norte

El seco otoño provocó que muchos remolacheros se echaran atrás a la hora de la siembra, ya que no había agua garantizada para el riego. Aún así, con 7.400 hectáreas, la producción superó las 586.380 toneladas, que se destinaron a la fábrica de Guadalete (en Jerez de la Frontera) de Azucarera. Sin embargo, el secretario general de COAG Andalucía, Miguel López, acusa a las administraciones de que el cultivo en Andalucía pase por horas bajas y critica que «no tienen sentido que la remolacha tenga menos apoyo en el sur que en el norte, donde además se paga más precio». La producción de remolacha azucarera se ha podido garantizar en esta campaña gracias a la incorporación de más de 80 nuevos agricultores, que compensaron el paso atrás que dieron muchos productores tradicionales al inicio de campaña.

Cereales. El trigo blando supera al duro, que cotiza como hace 30 años

Un año de medias tintas. Así se podría definir la campaña de cereales. Las lluvias primaverales y las suaves temperaturas beneficiaron al desarrollo del cultivo, que apenas tuvo incidencia de plagas, lo que se traduce en una cosecha media-alta. Los precios «ruinosos» dan la nota discordante de la campaña. Las cotizaciones, principalmente de los trigos de calidad –aquellos que se utilizan para elaborar pasta– siguen cayendo en picado, hasta el punto de «cotizar al mismo valor que hace 30 años», sostiene el secretario general de UPA Andalucía. Además, en este ejercicio se ha dado una circunstancia de excepción: el trigo blando superó por primera vez al duro (que cotizaban en torno a los 200 euros la tonelada), «cuando siempre esta ha estado entre 30 y 50 euros por encima de los cereales para pienso», indica el técnico de Asaja Sevilla, José Vázquez. No obstante, la producción de trigo duro se ha situado por encima de las 370.000 toneladas, frente a las 174.000 del blando. En opinión de Vázquez, el problema no reside en la calidad, puesto que los índices de proteína del trigo son óptimos (en torno al 12 por ciento). De hecho, este fenómeno se nota ya en la superficie, que al igual que el girasol o el maíz, va en retroceso por la falta de rentabilidad, «mientras que los productores optan por cultivos alternativos o por cereales de pienso, como los triticales o la cebada». El problema es de fondo si se considera el efecto que puede tener en comarcas como la Campiña, puesto que los trigos y el girasol son de las pocas alternativas agronómicas que aceptan estas tierras de secano.

Ganadería. El porcino se recupera de los bajos precios

El atípico año climatológico también hizo mella en la ganadería sevillana, sostiene el responsable del sector de Asaja Sevilla, José Manuel Roca. La sequía del primer semestre obligó a poner en marcha un plan de ayudas para la dehesa que se vio paralizado cuando el ejercicio empezó a enmendarse climatológicamente hablando. Después de varios años de precios ruinosos, el precio del porcino ibérico experimentaba «un alza» y se situaba a partir de los 33 euros el kilo, señala Roca. El punto negro del sector está en la leche de caprino, que sigue a la baja, «la rentabilidad es escasa y los censos no dejan de caer». El ovino, uno de los conservadores de la dehesa, cotizó al alza, aunque es «un sector que no revierte grandes beneficios, puesto que su venta es muy estacional», se ciñe a la época navideña. El vacuno, por su parte, vive un momento de equilibrio «con precios aceptables» a pesar de que la tuberculosis bovina sigue diezmando la cabaña.