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Actualizado: 18 sep 2018 / 16:41 h.
  • El expresidente del Gobierno, José María Aznar, en la comisión del Congreso. / Efe
    El expresidente del Gobierno, José María Aznar, en la comisión del Congreso. / Efe

Catorce años después de dejar la Moncloa y de comparecer por última vez en el Congreso en otra comisión de investigación, la de los atentados del 11M, José María Aznar ha vuelto hoy al Congreso de los Diputados para rendir cuentas de la corrupción en el PP, el partido que lideró durante dos décadas.

Había mucha expectación por lo que pudiera decir el expresidente del Gobierno después de años de relativo silencio, alejado de los focos, de la primera línea política y de su propio partido y, como era de esperar, no ha decepcionado.

Aznar ha llegado a la Cámara Baja arropado por la plana mayor del PP, encabezado por su presidente, Pablo Casado, en una imagen que escenifica a las claras la «reconciliación» del nuevo PP con su antiguo líder.

Fiel a su estilo, no ha eludido en ningún momento el «cuerpo a cuerpo» y no ha dudado en bajar a la arena para fajarse en agrios encontronazos con los portavoces de los grupos, que uno a uno le han sometido a un prolijo y larguísimo interrogatorio.

Con el socialista Rafael Simancas, Aznar ha optado por el contraataque y, cuando el portavoz del PSOE le preguntaba por el caso Gürtel y su relación con el cabecilla, Francisco Correa, él citaba el caso Filesa o los ERE de Andalucía.

Simancas acusaba al PP de acudir «dopado» a las elecciones gracias al dinero de las tramas corruptas, y Aznar recordaba con sorna el trauma y la «frustración» que le acarreó al diputado del PSOE el «tamayazo», que le hizo perder el Gobierno de Madrid.

Un Aznar «en estado puro» que ha podido verse también en el durísimo «cara a cara» con el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, que suele aprovechar estas comparecencias para montar un «circo», según denuncian los diputados del PP.

«Golpista», «sinvergüenza» o «señor de la guerra» han sido algunos de los apelativos que se han dedicado uno a otro en un interrogatorio que ha sacado de quicio al presidente de la comisión, el diputado de Nueva Canarias, Pedro Quevedo, con grandes dificultades para poner orden en ese intercambio de golpes bajos.

Con una camiseta en memoria del cámara José Couso, asesinado en Irak, Rufián no ha dudado en llamar a Aznar «señor de la guerra» y responsable de centenares de miles de muertes en ese país.

Desde Irak ha pasado a la historia del PP, un partido fundado por «golpistas del 36», al tiempo que ha acusado a Aznar de no tener «vergüenza» por ser el presidente de un partido con decenas de cargos condenados por corrupción.

Ha evocado Rufián la boda de la hija de Aznar en el Monasterio de El Escorial, a la que asistieron políticos luego implicados en casos de corrupción y los propios cabecillas de la trama Gürtel, comenzando por Francisco Correa.

«Eso no era una boda, era un cártel», ha ironizado el portavoz de ERC, que ha comparado al expresidente del Gobierno con el mafioso Vito Corleone.

No se ha arredrado Aznar, que ha criticado el «histrionismo» de Rufián, quien, a su juicio, solo intenta ser el protagonista gracias a «frases tabernarias» que no merecen «ni el más mínimo de sus desprecios» por su «falta de vergüenza».

Para el antiguo líder del PP, el partido de Rufián -ERC- es también una formación golpista «que quiere destruir el orden constitucional» y que apoya al Gobierno del PSOE, el mismo que vende «munición de precisión» al régimen de Arabia Saudí.

Reproches para todos, también para el Gobierno de Pedro Sánchez.

No ha acabado aquí el combate porque faltaba el tercer púgil, el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, que ha saltado al ring cuando Aznar llevaba ya más de tres horas repartiendo golpes a diestro y siniestro.

El que quizá sea el antagonista de Aznar en el espectro político ha dudado de que el expresidente no conociera a Francisco Correa cuando, según ha denunciado, incluso pagó parte de la boda de El Escorial.

Aznar, irónico, ha dicho que esa fue la boda de su hija, no la suya, y que, si la cuestión es hablar de cuestiones personales, él también le desea «lo mejor» después de unos meses difíciles tras el nacimiento de sus hijos prematuros.

Después de los «buenos deseos», el expresidente del Gobierno ha reconocido su animadversión por Iglesias, «un peligro para las libertades y la democracia en España».

«No es un señor fiable», ha añadido Aznar, que ha atacado al secretario general de Podemos por recibir «millones de euros» de países como Venezuela o Irán o tener entre sus filas a dirigentes «anticapitalistas» que después no dan de alta a sus trabajadores.

Iglesias, molesto, le ha replicado que a la comisión había entrado un expresidente del Gobierno pero había salido «el jefe de los corruptos».

Acabada la batalla, los dos bandos han hecho sus propios balances.

«Les ha dado un baño», se felicitaba un dirigente del PP, mientras que la portavoz del PSOE, Adriana Lastra, lamentaba la «soberbia» y la «chulería» del expresidente en una comisión en la que se ha presenciado la vuelta del «aznarismo» encarnado en el nuevo PP de Casado.

Entre ambos polos describía la escena el siempre ponderado diputado del PNV Mikel Legarda: «Esto es como un partido de frontón: se tira contra el frontón y la pelota vuelve».

Una y otra vez.