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Actualizado: 23 jul 2017 / 11:02 h.
  • Misterios y fenómenos extraños en nuestros barrios
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  • Misterios y fenómenos extraños en nuestros barrios

Hoy les propongo dar una vuelta por algunos de los barrios más populares de Sevilla para comprobar que no hay lugar que se resista al misterio ni personas que afirmen haber vivido un fenómeno paranormal.

Investigando lo inexplicable en Santa Clara

No son pocas las ocasiones en el que los casos paranormales llegan de la forma más extraña o fortuita a los investigadores de lo inexplicable, casos que están ocurriendo mientras lee estas líneas y que son llevados en riguroso silencio por los afectados por miedo al que dirán o ser tomados por locos.

Uno de esos casos tiene su epicentro en una conocida zona de Sevilla, zona residencial que destaca por su chalets y por haber sido, en otro tiempo, una zona de uso y disfrute de militares norteamericanos que servían en nuestro país. Es la zona de Santa Clara, en las proximidades del Polígono de San Pablo. En su mayoría eran militares destinados en la base aérea de Morón de la Frontera, al dejar España marcharon a su tierra dejando esta zona para los sevillanos que las habitaron hasta nuestra actualidad siendo muy cotizados en la actualidad y teniendo una población de casi 10.000 personas.

En ese escenario nos encontramos con un céntrico chalet donde, vía familiar, se me hace partícipe de unos extraños fenómenos que vive una familia en su interior. Así, acompañado de Leo B., llegamos para realizar una investigación, previamente habíamos tenido dos tomas de contacto con la familia y una jornada donde instalamos diferentes cámaras para tratar de captar todo lo que se extrañó sucede en su interior.

Así, la propietaria de la casa, junto a su marido relataba: «Todo comenzó una noche en la que sentimos ruidos en la planta de abajo, mi marido bajó y no vio nada anormal, pero junto a la chimenea le pareció ver algo neblinoso, extraño. Creyó que era su vista y subió a la cama. Luego se volvió a sentir ese ruido, como si hubiera alguien abajo. Estábamos solos en la casa y teníamos miedo pues los niños estaban en la playa con los amigos. Al bajar vio perfectamente aquella sombra que se paseaba por el salón».

En días posteriores pudieron sentir bajadas de temperaturas muy evidentes, sensaciones extrañas de ser vigilados, ruidos inexplicables, puertas que se abren o cierran solas y hasta parafonías. Así las cosas hasta los animales domésticos, dos gatos y un perro, parecían tener un comportamiento extraño «como si estuvieran viendo algo invisible que les atemorizaba» decía Carmen A.

Comenzamos la investigación y constatamos que había descensos fuertes de temperatura, pero ello no puede ser achacado a un fenómeno paranormal. Igualmente, durante nuestra investigación, se cerraron dos puertas de forma inexplicable. Lo más interesante fue al poner a funcionar la llamada Spirit Box y dar nombres desconocidos para nosotros como Pedro y Juan, una voz que decía «Venid» o «Dentro». Aunque una investigación es mucho más que poner a funcionar una Spirit Box –realizamos grabaciones con vídeo y de audio, registros térmicos con una cámara térmica, detección de infrasonidos y ultrasonidos, psicofonías, buscar en la historia del lugar y mucho más– la prueba desestabilizó a los propietarios: «Mirad, no sabemos cómo conocéis esos nombres, es imposible que lo sepáis, pero Pedro era mi padre y Juan un hermano que murió hace años, mi segundo hermano, es cómo si mi padre se estuviera manifestando».

Así, ellos mismos, trataron de explicar lo que sucedía: «Esta casa pertenecía a mis padres, mi padre falleció hace unas semanas, pero la casa se la compré hace años mediando documento de propiedad. Al morir, en pleno tanatorio, mi hermana me pidió su parte de la casa y le dije que ella no tenía parte pues se la compre a nuestros padres y ellos serían los que la tendrían como dinero de herencia o lo que creyeran conveniente pues se la compré en los 90 y estaban vivos. Aquello dio origen a una situación muy violenta, mi madre se puso muy nerviosa y me dio la razón, pero no era el momento de discutir por ello, quizás mi padre está disgustado por ese motivo». Y cierto o no la verdad es que parece que sus experiencias son reales y que han tenido unas vivencias fuertes en el interior de la casa.

Ni mi compañera ni yo podemos hacer nada más que ser los cronistas de esta investigación y dar fe de los resultados de la investigación. Nadie está capacitado para expulsar a un presunto fantasma de un lugar y, quizás, en esa historia familiar y en alcanzar la paz con su hermana se encuentre la clave para vivir plácidamente en esta bella casa de Santa Clara.

El árbol de peluche

Cuenta una moderna leyenda urbana sevillana que en la popular barriada de Pino Montano existe un árbol en el que se depositan osos de peluche, le llaman «el árbol de peluche» y cuando se comprueba la cantidad de ositos y muñecos de peluche que tiene en sus ramas comprueba lo acertado del nombre.

Esa misma leyenda urbana dice que se ponen allí en honor a un niño que murió en ese mismo lugar, y que por las noches llora al encontrarse solo, los que han tenido la oportunidad de escucharlo, al no saber cómo calmarlo, le pusieron un primero osito de peluche y el llanto cesó pero cada vez que se escucha el llanto de nuevo quiere que se le lleve un nuevo muñeco y así hasta ir colmando cada palmo de este frondoso árbol. Aquel desdichado niño habría fallecido en la calle Agricultores, en el mismo barrio, en un accidente, frente al parque de bomberos de la zona y su fantasma rondaría por allí por el apego que aún siente hacia el lugar sembrando el temor entre los niños del barrio cuyos padres, al pasar bajo sus ramas y comprobar como llama la atención del niño, le cuentan esta trágica historia.

Tan trágica como irreal, por eso señalarla como leyenda urbana pues su historia, si cabe, es aún más hermosa. El «árbol de los peluches» debe su nombre a una iniciativa en 2014, cuando en el desempeño de su trabajo en una emergencia los bomberos encuentran un enorme osito de peluche, un perezoso que es subido al camión y llevado al parque de bomberos. Días después, en unas prácticas, el oso el subido a las ramas del árbol. Pasaron los días y una señora mayor se disponía a tirar un perro de peluche a la basura así que un bombero, llamado Javier Roda, decidió subirlo a la rama del árbol y que se hicieran compañía el uno al otro. De esa forma, al estar es una zona de paso, el árbol era señalado por los niños que veían allí aquellos osos y comenzaron a llevar otros osos al lugar siendo un lugar ya de obligada visita en el barrio. Hoy tiene todo tipo de osos, a cual más llamativo y muchos ciudadanos que se preguntan la razón de esta curiosa «costumbre».

El viejo ficus se ha convertido en ese lugar donde muchos osos de peluche han encontrado su segunda oportunidad ya que personas sin recursos han tomado algunos de esos osos para sus niños y han logrado un poco de felicidad

Son las cosas de Sevilla, una ciudad donde florecen modernos mitos tan bellos como el del «árbol de peluche».

Fenómenos paranormales en la Alameda de Hércules en Sevilla

En muchas ocasiones el misterio nos asalta donde menos nos podemos imaginar, de forma imprevista y casi sin pretenderlo por parte del investigador. Uno de esos casos es el que les quiero narrar y donde lo imposible se volvió a materializar sin saber cómo ni la razón.

Los fenómenos paranormales, o presuntamente paranormales, son atemporales, no podemos pedir una pauta ni un horario para su manifestación, de ahí lo complejo de reproducir o de estudiar salvo con constancia y esperando a que éste se manifieste.

Junto con el investigador Miguel Ángel Paredes nos encaminamos a uno de los barrios con más solera de la capital hispalense, se trata de la Alameda de Hércules, con toda su Historia y frenética actividad. Allí es donde nos dieron a conocer una serie de fenómenos paranormales, en 2009, en la conocida como Casa de las Sirenas. Precisamente a este lugar nos dirigíamos, para una exposición, cuando en el camino nos detuvo una persona, Roberto F.R. El frío azotaba aquel basto espacio y más frío nos iba a dejar este amigo con lo que nos iba a narrar.

Roberto vive en un punto determinado de la Alameda –que no estamos en disposición ni autorizados a desvelar– y en su domicilio, nos narraba, ocurren una serie de sucesos que van más allá de lo racional y que él no se había atrevido a hablar con nadie «ya que me tomarían por un loco».

Este testigo nos decía que estando en el piso junto a su novia, una noche, dormidos, fueron despertados por lo que parecían pisadas en el pasillo: «pensé que podían tratarse de pisadas en el piso superior pero me extrañó. La vecina de arriba muchas veces camina a altas horas de la noche y arrastra muebles debido a que padece una enfermedad psíquica». En aquella ocasión no atiende más a aquel ruido y sigue en la cama retomando en reparador sueño.

Pero la vecina falleció dos semanas después de sentir aquellas pisadas y fue cuando los sonidos de «sentir caminar por el pasillo» se recrudecieron. Roberto se levantó de la cama y fue al salón buscando el origen de aquellas extrañas pisadas inexcusablemente en si piso. Fue entonces cuando «vi cómo una de las sillas de su casa se estaba moviendo sola, me entró el pánico y encendí corriendo la luz del salón, pero no había absolutamente nadie y la silla seguía desplazándose poco a poco».

Aterrorizado se fue al balcón y como puso, presa de los nervios, encendió un cigarro tratando de ordenar sus ideas y dar una explicación a lo que había visto. Tras tranquilizarse un poco volvió al salón y vio, de nuevo, como la silla se seguía moviendo.

Pensó en su novia sola en la habitación y acudió con celeridad a la misma, se acostó y se «tapó hasta las orejas». En ese momento «escuché un suspiro muy profundo y sentí un escalofrío aterrador. Cuando me destapé un poco mi sorpresa fue mayor cuando junto a mi novia vi una silueta blanquecina y traslúcida que estaba inclinada y levitando delante de ella y que parecía como de la estatura de un niño».

La reacción de Roberto fue la lógica en cualquier persona no habituada a este tipo de encuentro: «al verla no pude articular palabra de lo sorprendido que estaba –no fue ninguna parálisis del sueño lo que sufrió–. Me levanté en ese instante ese ente, o lo que fuera que estuviera allí, me miró y despareció».

Las sorpresas ese día no quedaron ahí. De repente, en las cercanías del domicilio de su madre sentimos alguien que gritaba... El investigador Miguel Ángel Paredes lo narraba así: «estábamos cerca de la casa de la madre y me dirigí a saludarla ya que conocía a toda su familia y muy bien cuando, de repente, escuchamos un grito, ese grito procedía de la vivienda de la madre y era de su hermana. Cuando nos dirigimos corriendo a ver que es lo que ocurría vimos a la hermana temblando, sudando como si le hubieran tirado un cubo encima y llorando, sentada en los pies de la cama, diciéndonos “¡Pero no la veis!». Le dije «¿A quién?» y su contestación fue «a esa mujer de pelo largo y vestida de negro. Estaba muy asustada». El investigador trató de calmar a la chica y le dijo: «¿Pero no ves que solamente estamos nosotros aquí y que no hay nadie más?» y la respuesta fue: «no está ahí de pie junto a vosotros».

Esta experiencia se repitió en otras ocasiones más y confesó que habría practicado la ouija repetidas veces y desde entonces ocurrían «cosas muy raras».

Fenómenos extraños, inexplicables, que tienen lugar en la zona de la Alameda de Hércules de Sevilla, un lugar emblemático donde las investigaciones están abiertas tratando de resolver, de forma racional, unos casos cuya explicación no parece de este mundo.

El carro encantado de la Feria

La Feria 2017 ya pasó pero siempre queda el recuerdo y, ocasionalmente, historias que surgen de la memoria y que tienen mucho de paranormal o misterioso...

Las historias paranormales en torno a la Feria de Sevilla no son demasiado habituales, exceptuando el popular ‘fantasma de la Feria’ de la calle Ignacio Sánchez-Mejías es el Real, pocas vivencias inexplicables más hay en la Feria.

Pero, ocasionalmente, hay algunas relacionadas con ella. Una de esas me llegó por azar gracias a un amigo que quiso hacerme partícipe de algo que ocurrió en su familia: «José Manuel, yo era pequeño pero recuerdo perfectamente todo lo que sucedió en aquellas fechas» comenzaba a relatarme. «En mi familia teníamos un carro tirado por un caballo con el que íbamos a la Feria y nos paseábamos. Era la atracción de la familia, nos encantaba. Pues bien, en torno a ese carro sucedió algo terrible... Una noche de Feria estaba junto a mis padres un amigo de la familia, Juan Ignacio, aquella tarde-noche había sido de excesos y de copas, lo normal en la Feria. Pero aquel amigo de la familia se comenzó a sentir mal, tanto que le dio un infarto en la Feria, sentado en el carro y murió allí mismo de forma instantánea. De nada sirvió lo que los médicos trataron de hacer por él. Era demasiado tarde».

Tras aquel incidente la vida de la familia continuó: «Pero fíjate que en casa siempre hemos tenido una mujer que nos hacía las cosas y demás, y la mujer decía que tenía ciertos poderes paranormales. Lo cierto es que creíamos que era para entretenernos hasta que pasó algo: comenzó a decir que veía en el carro a un señor que todas las mañanas la saludaba». Aquello hizo que le preguntaran por la apariencia de ese hombre e hiciera una descripción detallada del amigo fallecido y la ropa que lucía, precisamente, la noche que murió... Se aparecía, además, en el mismo lugar donde falleció.

Una anécdota extraordinaria más en torno a la Feria de Abril de Sevilla.