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Actualizado: 23 jul 2017 / 09:32 h.
  • Turín, un atractivo destino por descubrir
    Hasta hace unos años Turín se ha centrado solo en el turismo de negocios, por lo que es aún una ciudad por descubrir. / M.G.
  • Turín, un atractivo destino por descubrir
    Galleria San Federico de Turín. / M.G.
  • Turín, un atractivo destino por descubrir
    Fachada barroca del Palacio de la Madama. / M.G.
  • Turín, un atractivo destino por descubrir
    Interior de la iglesia de San Lorenzo. / M.G.
  • Turín, un atractivo destino por descubrir
    La Mole Antonelliana –al fondo– es uno de los símbolos de la ciudad, que está recorrida por el río Po. / M.G.
  • Turín, un atractivo destino por descubrir
    El museo egipcio es el segundo más importante del mundo, solo por detrás de El Cairo. Su colección es de unas 25.000 piezas. / M.G.
  • Turín, un atractivo destino por descubrir

Cuna de los Saboya, del vermut, del slow food y de Fiat, diseñadores de la Vespa, primera capital de Italia, la tercera en riqueza, residencia de la Sábana Santa y del segundo museo egipcio más importante del mundo. Todo esto es Turín. Una de las ciudades clave en la historia italiana pero también una gran desconocida, al menos para el turismo extranjero.

La capital del Piamonte se ha caracterizado por ser el motor económico del país. Un hecho que ha marcado el carácter de la ciudad y la ha alejado del bullicio turístico propio de los destinos de primera división italianos. Turín se ha centrado en la industria y en los negocios. De hecho, hasta 1998 sus hoteles solo funcionaban de lunes a viernes y aún sus horarios están más adaptados a la vida industrial que a la turística. Detalles que dan una pista de los motivos por los que, a pesar de los muchos atractivos que guarda entre sus más de 18 kilómetros de calles porticadas y sus 320 avenidas arboladas, no se encuentre (aún) en el circuito clásico para quienes se deciden a conocer Italia.

Localizada al Norte del país, está rodeada por los Alpes y atravesada por el río Po algo que confieren a la ciudad una situación y unos paisajes privilegiados.

La historia de Turín está íntimamente ligada a la de la Casa Saboya, pues durante años fue el corazón de su reino. Gracias a esta emblemática dinastía en la ciudad se levantan palacios y casas señoriales que antaño fueron la residencia de reyes y nobles de la época. Uno de los mejores ejemplos de su legado es la plaza del Castillo. En ella se localizan varias de las joyas arquitectónicas de la capital piamontesa. Por un lado, el Palacio Madama, llamado así pues fue el hogar de las dos reinas regentes que tuvo la región. La base de este peculiar y ecléctico edificio es una de las puertas romanas de la ciudad. Sobre ella se levantó el castillo en época medieval y en 1718 se le añadió una fachada barroca para adaptarlo a los gustos de la época. Una mezcla que aún puede verse, tanto desde el interior como desde el exterior, y que lo convierten en una parada indispensable.

En la misma plaza se localiza el Palacio Real, que antaño estaba comunicado con la Madama. Similar en su estructura al de Madrid, guarda entre sus muros la biblioteca real –donde se conserva el famoso autorretrato en sanguina de Leonardo Da Vinci, que no se expone debido a su deterioro–, la armería, el museo arqueológico y los jardines reales.

Sin salir del recinto, se encuentran también el Palacio de la ópera o la sorprendente iglesia de San Lorenzo, cuya fachada nada hace presagiar el tesoro barroco que guarda en su interior. La capilla, fruto de una promesa tras una victoria militar, mantiene la uniformidad estética de la plaza. Dentro, una de las joyas arquitectónicas de Turín que alberga, además, una copia de la Sábana Santa, al haber sido la primera sede de la reliquia más importante del Cristianismo.

El original, que solo se ha mostrado una docena de veces en la historia, se expone cuando así lo dispone el Vaticano, al que los Saboya donaron la Sindone con la condición de que se mantuviera siempre en Turín.

De la plaza sale también las calles principales de la ciudad, que dejan en evidencia el clásico Quadrilatero romano en el que se asienta esta céntrica zona turinesa. Se trata de Vía Garibaldi –la calle peatonal más larga de Europa–, Vía Roma y Vía Po, ambas flanqueadas por los clásicos soportales de la capital piamontesa.

Pero si hay algo por lo que merezca la pena visitar Turín es el museo egipcio, el segundo más importante del mundo, solo después de El Cairo. La colección, de más de 25.000 piezas, comenzó a fraguarse de la mano, cómo no, de la Casa Saboya, quienes adquirieron la primera obra entre 1626 y 1630.

Además del arte egipcio, cuenta con un museo nacional del cine, que se localiza en el edificio más emblemático de la ciudad y que aparece en la moneda de dos céntimos italiana: la Molle Antonelliana. A esto se le suman otros atractivos como la gigantesca plaza Vittorio Veneto, la estación de Porta Nuova, el romántico parque di Valentino, la plaza de la Repubblica y su impresionante mercado de Porta Palazzo –el más grande al aire libre de Europa–, la plaza San Carlo –con sus iglesias gemelas–, las galerías comerciales o la catedral de San Giovanni, que presume de ser el único edificio renacentista de la ciudad.

Un poco más alejado del bullicio del centro, la basílica de Superga, donde se localizan las tumbas de los Saboya, o la Sacra di San Michele, símbolo medieval, que inspiró a Umberto Eco en la escritura de su famosa novela El nombre de la Rosa.

Pero es que Turín ha sabido sacar provecho incluso de su pasado industrial. Prueba de ello es el edificio de la antigua fábrica de Fiat, que se ha convertido en un nuevo epicentro turístico. Palacio de congresos, museo, centro comercial, hotel(azo) y restaurantes dan vida a las antiguas salas de montaje de la marca italiana.

Al igual que en el resto del país, en Turín se disfruta de la comida. Ya sea con la clásica pasta fresca, una merienda real, degustando el bicerín –un cóctel calórico a base de chocolate caliente, café y nata montada–, la gianduja –fusión de chocolate y polvo de avellanas–, o con una apericena –una versión del tradicional aperitivo–. Cualquiera de ellas son opciones más que perfectas para saborear esta ciudad que está esperando a ser descubierta.

pasión por la egiptología
Más de 25.000 piezas arqueológicas convierten al museo egipcio de Turín en el segundo más importante del mundo. En el edificio de la antigua academia de la ciencia, se muestran alrededor de 3.300 obras. Sarcófagos, tallas y restos de tumbas que se trajeron a la ciudad desde el siglo XV gracias a la predilección por esta cultura de la Casa Saboya. La galería de las esculturas es una de las salas más impresionantes donde se exponen las obras maestras de la colección con una iluminación lúgubre pero que ayuda a sumergirse en el contexto histórico.



a dos horas de sevilla
Desde el pasado mes de junio, Sevilla cuenta con una conexión directa hacia Turín, una de las novedades más destacadas de la que será la mejor programación estival de la historia del aeropuerto por destinos. Gracias a la compañía Blue Air, la ciudad cuenta con vuelos tres veces a la semana (martes, jueves y sábado). La aerolínea acerca así a los sevillanos a la capital piamontesa a la que se encuentra a dos horas y media de viaje. Además, desde el aeródromo italiano se pueden hacer conexiones con otros destinos del Centro y Este de Europa.