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Actualizado: 21 jun 2018 / 17:53 h.
  • La cúpula del Divino Salvador se asienta sobre cuatro pechinas. / Javier Díaz
    La cúpula del Divino Salvador se asienta sobre cuatro pechinas. / Javier Díaz

¿Cuántas veces, dilecto lector, ha contemplado las prodigiosas cúpulas de San Luis de los Franceses o la colegial del Divino Salvador? Las profusas yeserías que las decoran constituyen un auténtico horror vacui propias de la arquitectura barroca. Las cúpulas son un elemento arquitectónico que se diseña a partir de un arco en rotación. Dicho de manera gráfica: es el resultado de la cáscara de naranja después de exprimirla –así lo explican muchos profesores de Historia del Arte–.

Las cúpulas son soluciones constructivas que permiten ganar altura a las edificaciones, especialmente religiosas, y cubren el espacio del crucero, que es aquel en el que se cruzan la nave –brazo central y largo de una iglesia– con el transepto –nave transversal–.

La primera vez que se usó esta técnica arquitectónica fue en el Panteón de Agripa, construida en Roma por el emperador hispalense Adriano entre los años 118 y 125, que sirvió de inspiración a los arquitectos Alberto Balbontín y Antonio Delgado-Roig para el diseño de la basílica de Jesús del Gran Poder. Sin embargo, este ejemplo no valdría para exponer el término pechina, ya que la cúpula semiesférica del templo se asienta sobre una planta redonda.

Y es que las pechinas son soluciones constructivas que permiten la transición entre una cúpula –redonda por definición– y una planta cuadrada surgida del cruce de la nave y el transepto. En este sentido, las pechinas son los elementos estructurales semiesféricos con forma triangular que asientan las cúpulas sobre los pilares o las columnas de un templo.

La primera construcción que usó la técnica de las pechinas fue la basílica de Santa Sofía de Estambul, construida entre los años 532 y 537, si bien fue a partir del Renacimiento cuando comenzó a usarse las pechinas, alcanzando su apogeo durante el Barroco, arte muy presente en la capital hispalense. Al ser cuatro, suelen decorarse con el Tetramorfos, la representación de los cuatro evangelistas. En Sevilla existen claros ejemplos en iglesias como el Divino Salvador, la Anunciación, San Luis de los Franceses o la Magdalena, si bien cualquier templo con cúpula es válido para ilustrar este término.