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Actualizado: 23 feb 2017 / 22:52 h.
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  • Aquel chiquillo de Ranilla

He estado en la cárcel una sola vez en mi vida y fue para hablar de saetas. Ese día se me acercó un chaval de unos veinte años, desdentado y demacrado, al que tardé en reconocer. Diez años antes lo había tenido de delantero centro en un equipo de fútbol infantil de Palmete, del que fui entrenador. Me pidió un cigarro y cuando saqué el paquete del bolsillo se me abalanzaron él y otros, hasta dejarme seco. El joven al que me refiero estaba en Ranilla por haber robado un bolso en un semáforo. Dos meses más tarde del aquel reencuentro con el adolescente me encontré a su padre y llevaba luto por él, como sus hermanos, que eran unos cuantos y todos estaban en el paro. Las cárceles españolas están preñadas de jóvenes como el de Su Eminencia, desdentados, sin tabaco y sin más futuro que el que les han diseñado quienes, curiosamente, es difícil que entren en el talego. El trabajo que le cuesta a la Justicia encerrar a los poderosos, como los Pujol, la infanta Cristina y Urdangarin, y lo rápido que son con los muertos de hambre, como aquel chiquillo de Ranilla, de angelical mirada. ~

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