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Actualizado: 20 ago 2017 / 21:54 h.
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La gestión del horror y la barbarie en Barcelona debiera avergonzarnos como colectivo, como nación que vuelve a escribir su historia con tinta de pobreza intelectual, social y política. De nuevo volvemos a no estar a la altura en el respeto a nuestros muertos.

Si la Generalitat ha aprovechado para gestionar el horror como una visualización de país diferente a España ante los focos internacionales, lo cual demuestra nulo respeto por las víctimas, el gobierno central ha jugado a lo contrario. El llamamiento a la unidad de acción se resuelve con dos gabinetes de crisis, uno el de la Generalitat, institución que tiene delegadas las competencias en seguridad y otro, el del gobierno central, que no sabe bien qué cometido tenía más allá del frentismo y el hacer sombra. Llama la atención que sea más importante el idioma, oficial por otra parte, en el que se da una rueda de prensa que la información que se aporta sobre el atentado. ¡Ahí te quiero ver el españolismo más español largando fiesta contra el catalán, importando un carajo lo ocurrido!

Poca mecha le ha hecho falta a mucha gente para expresar en las redes sociales la xenofobia, el racismo y el antiislamismo refrendando sus posturas de supremacismo católico y europeo, a lo que se han sumado conocidas plumas de este país. Patética la descripción por parte del gobierno catalán de los asesinados distinguiendo entre «catalanes y de nacionalidad española» buscando en los muertos una carambola de ventaja en su frentismo con Madrid...

Este es el retrato para la historia; así de miserables les diremos que fuimos.