Image
Actualizado: 28 mar 2017 / 18:05 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado

No sé si sirve de algo cambiar la hora o si es algo heredado que nadie sabe qué pinta en nuestras vidas, pero el caso es que tiene a la gente incómoda, cansada e irritada.

Entre las alergias que no dan tregua, no ya en primavera sino durante todo el año; la crisis que no sabemos si ha pasado o sigue rondando por aquí, el tiempo atmosférico que está como una regadera y el trajín que supone ser un ciudadano de este mundo en el siglo XXI, esto se está convirtiendo en una vida más que incómoda.

Convendría valorar, por ejemplo, si el ahorro en energía (esa es la razón por la que se adelanta o se atrasa una hora el reloj cada cierto tiempo) es suficiente como para compensar el gasto que supone tener a un empleado arrastrándose por la oficina, sin ganas de hacer nada que no sea echarse un ratito a dormir. Seguro que la hora que nos han afanado este domingo se está pagando cara en las empresas con los empleados poniéndose hasta arriba de café para salir del paso, charlando (una hora como poco) sobre lo cansado que uno está debido al cambio de horario.

Es verdad que con el tiempo llegará otro cambio que nos cederá una horita más de sueño, pero, como tendremos cogida la hora, tampoco dormiremos bien y tenderemos a acostarnos más tarde. Y beberemos cafés, comentaremos lo horrible que es el cambio y querremos echar una cabezada en cualquier sitio.

Todos los cambios son motivo de quejas, son excusas perfectas para convertir una hora en un suplicio. Lo que resulta inexplicable es que alguien insista en mover las agujas del reloj sin explicar exactamente la razón por la que lo hace.

Me voy a tomar un café. De los que se pueden untar.