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Actualizado: 30 nov 2016 / 23:13 h.
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Son muchas las veces que un escribiente utiliza el recurso de mirar el significado de lo que desea transmitir para dar objetividad y veracidad al tema que quiere tratar y, para ello, escoge la acepción que más le interesa.

Pero no son tantas las veces que, cuando lees el significado de algo, sean perfectamente aplicables todas y cada una de las acepciones que figuran en el diccionario de la Real Academia de la Lengua o en Wikipedia.

Me refiero al término comunicador, que sería lo mismo que decir Carlos Herrera con mayúsculas. En una de sus acepciones, comunicador es una persona que se dedica a transmitir eficientemente un mensaje a un público objetivo a través de un medio de comunicación; también es quien realiza un trabajo social para informar, expresar y convencer en cualquier medio masivo de comunicación. Se le considera estratega, gestor, y mediador de procesos comunicativos. En otra de sus acepciones se dice que un comunicador suele ser un difusor de opinión pública. En todas ellas hay una notable identificación con Carlos Herrera.

Me considero fiel seguidor de Herrera, sobre todo de esos de 10 minutos enormemente gratificantes que son los que van desde la 8 en punto a –no más– de las 8.10; o lo que es lo mismo desde que suena la melodía de mi buen amigo Manuel Marvizón hasta que se despide de su monólogo; y si eso ocurre mientras te diriges al trabajo cruzando de Triana a Sevilla, llego a concluir que es una forma inmejorable de iniciar el día.

Con estas líneas quiero destacar, alabar, potenciar a un andaluz, que iba para médico y que –afortunadamente- se dedicó a la comunicación, a comunicar. No en vano lleva la mitad de su vida en un medio de comunicación como es la radio, que –escrito sea de paso– parece hecho a su medida.

Si hay que ponerle un pero, que sea que le tire más el verdiblanco (como a mi madre) que el blanquirrojo. Anécdota aparte, gracias por informar, por opinar, por decir lo que piensas, por no claudicar en momentos complejos que has atravesado.

Seguiré tarareando la melodía que da paso a tu opinión, seguiré cruzando el río, seguiré escuchándote... y elogiando lo cotidiano.

Mientras tanto, ¡sé feliz!

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