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En el tema del dopaje hay que diferenciar conceptos. No es lo mismo dar positivo por tomarse un medicamento para el resfriado que sacarse la sangre para limpiarla, meterse EPO e inyectarse testosterona. Lo primero puede ser un error. Lo segundo tiene la misma posibilidad de ser un error que el Logroñés de ganar la Champions a corto plazo.

To esto viene por una charla de Lance Armstrong, donde ha dicho que si ganó todo lo que ganó es porque trabajó muy duro. Y que no quiere que los aficionados lo recuerden por el asunto del dopaje. Esto es como si El Dioni dijera que se curró tela lo del asalto al furgón blindado y que no quieren que lo recuerden por lo del atraco, porque le costó sudor y lágrimas llevarse la pasta.

Querido Lance, si hay una máxima en la vida es esta: si no quieres que nadie te recuerde por hacer algo chungo, no lo hagas. Yo les puedo asegurar que aunque me metiera EPO y testosterona no subiría con la bicicleta ni la Cuesta de Enero, ni subiría a la meta del Monte de Piedad, pero en ciclistas de élite, donde la diferencia la marca ir de legal o no, es algo definitivo. El pecado de Armstrong, como el de todo el que se dopa, no es el consumo en sí de las sustancias.

Su pecado es haber engañado a la gente. Y eso es lo que los aficionados no perdonan. Dice el americano que sus errores ya han sido castigados. En eso tiene razón. Castigados sí, perdonados jamás. Nadie niega que trabajaras duro, pero hay otros que trabajan igual y no se dopan. No hay color, Lance. ~

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