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Actualizado: 18 ago 2018 / 23:00 h.
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Quién fuera Giraldillo, Sevilla, para abrazarte en silencio, cuando todos duermen, y decirte al oído las emociones que afloran en mis entrañas cuando te veo, cuando te oigo, cuando te siento!

¡Quién fuera el campanario de tu alminar, minarete de los vientos, Giralda y Giganta en un mismo cuerpo, de carne rosa como decía Juan Ramón, para cantarte poemas sinfónicos de Gustavo Adolfo, entre el costumbrismo de Machado el menor y el hermoso laberinto creativo de Cernuda! ¡Te odio, a veces, para reconciliarme contigo, sentarte en mi regazo y susurrarte mi amor! ¡Te quiero tanto! ¿Más que Amalio García del Moral? No estoy seguro pero es posible. Discúlpame querido maestro. Nunca te olvido.

¡Quién fuera, siquiera, una almena de la torre albarrana, vigía del gran río y puerto de su historia, para brillar al sol con el exclusivo color aurífero que la mezcla de mortero de cal y paja prensada refulge sobre el dodecágono de su cuerpo! La torre rechoncha y maltratada, como citara Burgos, alfombra de meditación de Abú-I-Ulá, el gobernador almohade que mandó construirla, el rincón de amores del rey Don Pedro y el reclinatorio de resignación de Doña María Coronel... Sí, pequeña, pero tan bella como su universal estampa, que no hace falta ser tan alta para tocar la luna, para eso está el río, para bajarla todas las noches hasta sus plantas.

¡Quién fuera el norte o sur de tus torres, Plaza de España, para ser eternamente tu centinela, para prevenir las heridas que tu cuerpo cicatriza con las voces del pueblo, a veces con el olvido! ¡Por Dios, no hacedla sufrir más, dejadla en paz, no mutiléis su belleza, es única, piedad para la gran joya arquitectónica del Parque de María Luisa! ¡Cuidémosla, guardémosla, es exclusiva! ¿No escucháis sus gritos de dolor? Ya está bien.

¡Quién fuera llave que abra y cierre tus puertas a su antojo! ¡Quien fuere frontera para saber la identidad de cada cual, propio y extraño, oriundo y foráneo! ¡Quién fuera el legislador que exige tu hermosura! ¡Quién fuera, Sevilla, el cantor de tu historia! ¿Cuántas vidas harían falta para componer el gran cancionero de tu majestad? Y es que como tú, tú sola. Y amén.